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Un momento antes había estado asustada y llorosa, ahora la excitación corría por sus venas simplemente al pensar en sentarse al lado de Jonas y saber que estaba vestida tal cual había estado en su fantasía. Mirarle envió un temblor de anticipación por la columna vertebral. Tomó la mano que él le tendió y le siguió bajando las escaleras.

Escaparon en la gruesa niebla, moviéndose como sombras, de la mano, Elle ayudando a nublar sus figuras mientras iban hacia el extremo más alejado de la propiedad, usando el bosque de árboles para cubrirse. Cuando se acercaban a la camioneta de Jackson, la niebla era incluso más gruesa.

Con cada paso que Jonas daba, la ansiaba. El calor creció y se extendió hasta que su miembro estuvo a punto de explotar. Necesitaba tocarla. Ya no lo quería. Lo necesitaba. Sabía que era inexperta y un poco tímida, pero se había vestido para él con las ropas de la fantasía que le había contado, casi era más de lo que podía soportar.

Jonas colocó una mano bajo su espalda, guiándola rápidamente hacia la pista, pero una vez allí, repentinamente la dio la vuelta, empujándola contra la puerta y atrapándola con su gran cuerpo.

– Pensé que te estaba protegiendo todos estos años y los desperdicié. Tantos malditos años.

Su voz era baja, áspera y atormentada, penetrando a través de la piel directamente al corazón.

– Fui tan estúpido, Hannah. Nos privé a ambos ¿para qué?

– No estaba lista, Jonas. -Pasó las puntas de los dedos por su cara, tratando de serenar la línea que formaba su ceño fruncido, el anhelo desesperado claramente mezclado con el deseo.

– ¿Lo estás ahora, Cariño? -Su voz era un sonido áspero-. ¿Estas lista para mí ahora? Porque todo en lo que puedo pensar es en enterrarme en ti, una y otra vez hasta que me pidas a gritos misericordia y yo no pueda moverme.

Empujó la pesada erección apretadamente contra su suave montículo, incluso mientras enmarcaba su cara con las manos, sosteniéndola así, todavía podía doblar la cabeza y hundir la lengua en el oscuro misterio de terciopelo de su boca. Gimió, la vibración viajando a través de su cuerpo al cuerpo de ella, ella envolvió los brazos alrededor de su cuerpo y se abandonó al pecaminoso placer de su ardiente boca, hambrienta.

Estaba ansioso de ella, su necesidad tan urgente, su piel tan caliente, tan apretada, su ingle en el borde entre el placer y el dolor. Necesitaba el alivio de su sedoso canal, apretado y caliente, absorbiéndole apretado como un puño, o el placer del terciopelo de su boca ardiente, dulce. Él gimió otra vez y sus lenguas se enredaron y batieron en duelo, hasta que pensó que su erección podría abrirse paso directamente a través de sus pantalones vaqueros.

– Te necesito ahora mismo más de lo que necesito respirar, Hannah.

Lamió bajando por su cuello mientras ella echaba la cabeza hacia atrás, los dientes rozando y pellizcando, hasta que encontró la curva de sus desnudos pechos bajo el escote de su blusa campesina. Las manos de ella agarraron a puñados el pelo de él y manteniéndolo firme contra ella, arqueó su cuerpo más cerca del suyo.

Él echó la cabeza hacia atrás y la miró, sus azules ojos tempestuosos, su respiración irregular.

– ¿Tienes miedo, Hannah?

Ella asintió con sinceridad.

– Sí. De no poder complacerte. De ser demasiado inexperta para ti. De que me mires y veas lo que yo veo.

– Te miro y veo un milagro, Hannah. – La besó pasando directamente el elástico del escote, las manos atraparon el borde y tiraron lentamente. Jonas casi dejó de respirar cuando estiró el flexible escote y se deslizó sobre las curvas llenas de sus pechos y estos surgieron debajo, clavó los ojos en su increíble cremosa carne y sus apretados pezones.

Su abrigo enmarcaba su figura y ella se quedó allí, presionada contra la camioneta, reclinándose ligeramente a fin de que sus pechos empujaran hacia él como una invitación. Se veía tan malditamente sexy que casi perdió el control allí mismo. Su miembro se sacudió y lloró anticipadamente. No se atrevía a inclinarse y lamer y chupar de la forma que él quería. No sería capaz de detenerse.

– Entra en la camioneta. -Envolvió su cuerpo con el abrigo-. Así como estas, Hannah. No te cubras con tu blusa. -Su respiración llegó en un áspero jadeo-. No sobreviviré.

Ella no estaba segura de que sobreviviera, pero desde luego, Jonas Harrington la hacía sentirse bella y sexy y amada. Era asombroso, se sentía atrevida sintiendo como el abrigo rozaba sus pechos desnudos y sabiendo que la respiración irregular de Jonas era por ella.

Él abrió la puerta con fuerza y atrapándola por la cintura, la lanzó encima del asiento y cerró de un golpe la puerta. Ella le observó andar hacia el lado del conductor, y si la protuberancia en la parte delantera de sus pantalones vaqueros indicaba algo, él realmente la quería.

Se sentó tímidamente mientras él se deslizaba detrás del volante, cerraba sus ojos por un momento y ajustaba sus pantalones vaqueros para aliviar el dolor entre sus piernas.

– ¿Dónde vamos? Última oportunidad, Hannah. Tú me dices.

– A tu casa. -Su voz tembló un poco, pero su respuesta fue inmediata.

Jonas le dio una sola mirada ardorosa, su cara revestida de sensual determinación. La respiración se quedó atrapada en sus pulmones y el interior de los muslos latió con el conocimiento.

Ella se agachó rápidamente, y mientras Jonas arrancaba la camioneta de Jackson en la pesada niebla, atrás en la casa, Jackson estaba de pie en el porche a simple vista con una niebla mucho más ligera rodeándole, tenía puesto el familiar abrigo de Jonas y el sombrero, estaba hablando con Sarah, quien le llamó Jonas lo suficientemente alto para que cualquiera que estuviera acechando cerca de la propiedad lo oyera.

– Estamos de acuerdo, cariño, nos escabulliremos marcha atrás ¿Tienes frío? -Subió la calefacción un punto.

– No. Mi abrigo está caliente. -Pero estaba nerviosa. No sabía nada de seducir. Podía estar asustada, pero si algo sabía, con absoluta certeza, es que quería pertenecerle y que él le perteneciese.

– Vamos a estar bien, cariño. Podemos tomárnoslo con calma esta noche. -Le mataría, pero por ella, podría hacer cualquier cosa.

Hannah no estaba segura de que quisiera ir despacio, y si el gruñido bajo de su voz significaba lo que ella pensaba, entonces él tampoco. Podía sentir las ondas de lujuria y amor, el deseo tan ardiente y profundo, desprendiéndose de él en oleadas. Mientras recorrían las calles en coche, el cuerpo se le tensaba en anticipación. Sus músculos internos se tensaron con fuerza y ella cambió de posición, asustada de que pudiera tener un orgasmo simplemente escuchando respirar a Jonas de forma entrecortada, áspera.

Repentinamente, él deslizó la mano dentro del abrigo y acarició su suave pecho. Ahuecó el montículo suave, cremoso en la mano, el pulgar deslizándose de un lado a otro sobre su expuesto pezón. Cada caricia enviaba vetas de fuego directamente a su caliente centro femenino.

– Mantén tus manos para mi en el asiento, nena – instruyó él suavemente.

Ella se percató de que estaba agarrándole firmemente el brazo, impidiéndole el pleno acceso. Hannah dejó caer las manos en el asiento, los dedos agrupando el material de la falda en sus puños. Su mano la acariciaba y el corazón se le aceleró, y las llamas se convirtieron en un lento arder que solamente consiguieron calentarla más. Pensó que podría tener un orgasmo allí mismo cuando todo lo que él estaba haciendo era tocarle el pecho.

Se humedeció los labios.

– Pones atención a la carretera ¿verdad?

Él le lanzó una pequeña sonrisa abierta, arrogante, sexy, y llena de confianza.

– ¿Piensas que estoy demasiado distraído para conducir? -Recorrió la mirada hacia bajo hasta su falda-. No llevas sostén. ¿Qué más no llevas puesto?