El corazón de Jonas casi se paró.
– ¿Hacer la boda aquí?
– ¿No te gustaría? ¿Vestir como ella quería y hacer la ceremonia aquí? Sería tan divertido. A Joley le encantaría.
– A mí también, pero ¿y a ti? -Sus ojos buscaron los suyos.
Ella sonrió.
– Absolutamente. Creo que suena perfecto. -Le sonrió ampliamente-. Si vamos a casarnos, quiero decir.
Le besó la nariz.
– Oh, nos casaremos, nena. No querrás diez niños corriendo alrededor sin mi anillo en tu dedo. Tu padre te haría viuda antes de que llegaras a ser esposa.
Rió y se dio la vuelta, haciendo una mueca de dolor.
– ¡Ah! Supongo que estoy dolorida. Debo estar en mala forma.
– No lo sé, Hannah, has durado más que yo. Vamos. Te llevaré al baño. -se levantó de un salto, indiferente a su desnudez, entró en el cuarto de baño anexo y abrió el grifo. Sacó la cabeza fuera de la puerta cuando ella no se movió-. ¿No vienes?
– No. No puedo andar. Me quedaré aquí mismo todo el día. -Tiró de la sábana y se cubrió con ella.
– No, nena, necesitas remojarte en la bañera, o no serás capaz de andar. Estarás dolorida. No tengo sales de baño, ni cristales o lo que sea que todas las chicas usáis, pero he encendido algunas de las velas que Sarah me dio en las últimas Navidades. No le cuentes que he dicho esto, pero son calmantes.
Ella rió.
– Eres tan divertido, Jonas, no queriendo admitir que las velas y los cristales tienen poderes curativos. -Rodó de lado y sostuvo la cabeza en una mano, el codo en el colchón, estudiándolo. Él estaba completamente cómodo con su desnudez.
– Lo admito. Es sólo que todas vosotras pensáis que necesito esas cosas como protección. -Echó una ojeada al cuarto de baño para comprobar el nivel del agua en la bañera.
– Las necesitas, tonto. A nuestra propia manera, tratamos de protegerte de la forma que lo haces con nosotras. Nos importas a todas…
Jonas se dio la vuelta.
– Eres mía, Hannah. Ya no es una cosa de familia. -Había irrevocabilidad en su voz.
Hannah frunció el ceño. Siempre había disfrutado de la relación que tenía con las hermanas Drake. Sabía que para ellas era de la familia. Las quería. No podía imaginar por qué lo que había dicho le había irritado.
– ¿Qué es esta repentina necesidad de establecer la dominación, Jonas? ¿Qué pasa?
Él suspiró.
– Ven aquí. -Curvó su dedo meñique hacia ella.
Hannah se levantó, enrollándose en la sábana, tratando de no estar molesta porque todo lo que hacía siempre sonaba como una orden.
– Estoy aquí. Dime lo que pasa.
– Suelta la sábana primero.
Sólo con eso, tan cansada y dolorida como estaba, y su cuerpo respondió. Sus pechos se apretaron, su matriz se apretó y un escalofrío de excitación bajó por su espina dorsal.
– Te quiero, Jonas, te lo juro, pero creo que si me haces el amor otra vez, me matarás.
Una sonrisa reacia curvó su boca.
– Sería una manera agradable de irse, enterrado en ti para siempre. Dentro de ti. Profundamente. Justo donde pertenezco. -Tiró de la sábana.
Hannah la dejó caer al piso.
– Me gusta mirarte. No te ocultes de mí. -Le agarró el mentón y se inclinó para besarla-. No de mí. Jamás.
– Jonas…
Simplemente la cogió en brazos, llevándola al baño e introduciéndola en el agua humeante.
– No puedo ir a casa con la blusa, la falda y nada más. -El agua se sentía tan bien. Podría quedarse allí todo el día, olvidarse de la cama. Descansó la cabeza contra el borde de la bañera.
– Te encontraré un viejo par de vaqueros míos y una camisa. Tengo que tener algo por aquí que te siente bien.
– No me has dicho qué te está molestando.
Estaba de pie mirándola, su expresión sombría.
– No me has dicho que me amas, Hannah. Sé que me quieres, pero no has dicho que me amas.
– Te lo he dicho de un millón de maneras. ¿Crees que permitiría que otro hombre me tocara de la forma en que tú lo has hecho? ¿O poner su boca en mí? ¿Su lengua en mí? Jonas, no seas idiota. Si me conocieses bien, no dudarías en ningún momento que te amo con todo mi ser. Y te lo he dicho antes. En la playa te lo dije.
– No es lo mismo que cuando estamos haciendo el amor. Te lo he dicho decenas de veces la noche pasada. Tú nunca lo has dicho.
– Creí que lo estaba diciendo, una y otra vez. -Ocultó una sonrisa. Jonas era tan grande y malo, pero en el interior era tan vulnerable como ella-. Te amo, Jonas Harrington. Y confío en que no lo olvides.
Jonas le sonrió ampliamente, la misma mueca engreída y satisfecha que a menudo llevaba, la que siempre había hecho que su corazón se derritiera.
– Toma tu baño, nena. Volveré con algunas ropas para ti en un segundo.
Jonas raramente tiraba algo, así que registró los cajones con la esperanza de encontrar ropas lo suficientemente pequeñas para ella. Ocultos en una caja en el armario, encontró un par de vaqueros de años antes. Repasó las camisas y encontró su vieja favorita de cuadros. Mientras salía de la habitación, miró al tocador. Las fotos que tenía allí estaban todas boca abajo. Las había golpeado cuando había tomado a una salvaje Hannah. Sonriendo, levantó la del centro y la puso derecha.
Era una de sus favoritas de Hannah, con el sol brillando en su pelo y una expresión somnolienta en su cara. Se besó las puntas de los dedos y acarició el cristal justo cuando el teléfono sonó.
– Tiro las ropas dentro, Hannah.
– ¡No las tires al agua! -Hannah se puso de pie para coger los vaqueros y la camisa que volaban hacia el interior del baño.
La camisa era demasiado grande, pero cubría todo, y los vaqueros estaban viejos y desteñidos y le ajustaban bien. Mientras se los subía por las caderas, vio a Jonas al teléfono. Estaba inmóvil, la expresión de su cara era dura mientras estiraba la mano y enganchaba sus vaqueros, poniéndoselos con una mano.
Algo iba mal. Realmente mal.
– ¿Qué es? -preguntó Hannah, la ansiedad arrastrándose por su voz mientras observaba su expresión asesina y las miradas inquietas que le enviaba-. ¿Están mis hermanas bien? -Pero lo sabría si una de ellas estuviera en problemas. Siempre lo sabía.
Jonas colgó el teléfono, su mano fue a su nuca.
– Esta mañana temprano, cuando Jackson se dirigía a la oficina, alguien trató de echarlo de la carretera. Estaba en mi coche y todavía usaba mi chaqueta. Tengo la suya.
– Oh, no. ¿Está herido?
– El coche está destrozado y tiene unas pocas raspaduras y magulladuras, pero está vivo. -Cogió una camisa y se encogió de hombros-. Jackson ha estado conmigo durante más batallas desagradables, con balas volando y pensando que ninguno de nosotros íbamos a salir de allí, de las que puedo recordar. No me gusta que haya recibido otro golpe por mí. -Andó a través del suelo, demasiado inquieto para permanecer parado mientras intentaba resolverlo todo.
– Esto no tiene sentido. Tenían que haber pensado que era yo conduciendo mi coche, pero claramente tú no estabas en él. ¿Por qué sería yo un objetivo?
Hannah se deslizó por la pared hasta el suelo, cruzando los brazos sobre el pecho y levantando las rodillas, haciéndose más pequeña, apiñándose en un rincón. Era por su culpa. Alguien había tratado de matar a Jonas y el pobre Jackson se había interpuesto. Cualquier cosa que le sucediera a él sería a causa de ella. ¿Por qué? No entendía lo que podía haber hecho para hacer que alguien la odiara tanto. Sus hermanas estaban en peligro, y también Jackson y Jonas. Cerró los ojos con las lágrimas tan cercanas quemando.
Jonas miró su cara blanca y pálida e instantáneamente se arrodilló a su lado.
– Está bien, nena. Todo va a ir bien. Jackson está bien.
Ella sacudió la cabeza, meciéndose de un lado al otro.