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– ¿Por qué se codea Nikitin con celebridades y políticos?

– Tiene una imagen honesta. La Interpol, demonios, cada policía de aquí hasta Europa y de vuelta, sabe que está pringado, pero nadie puede probarle nada. Es bueno en lo que hace y le gusta dar la imagen de que es un chico bueno, así que trabaja en ella. Boris Tarasov, uno de sus más grandes rivales, desea que todo el mundo le tenga miedo en vez de la imagen de celebridad. Estamos hablando de billones de dólares, Hannah. Ese tipo de dinero compra mucha protección. Compran a la policía, a oficiales del gobierno, las aduanas, donde se te ocurra tienen a alguien en su bolsillo.

– No entiendo cómo terminamos teniendo a mafiosos detrás de nuestra familia. Joley nos lo habría dicho, si hubiera tenido un encuentro con uno de ellos.

La mano en su hombro la detuvo y se hundió en la cuna que le ofrecía la tierra, rodeada de raíces y gruesos troncos de árboles que le servían de protección. Su corazón empezó a golpear fuertemente otra vez. Podía sentir a los hombres que los seguían aproximándose, las voces susurradas con marcados acentos.

– Estarás bien, cariño -le susurró contra el oído, los labios rozándole las pequeñas líneas que le había dejado el cuchillo en el rostro-. Jackson y los demás estarán pronto aquí.

– Lo sé. -No podía decirle que estaba más preocupada por él que por ella misma.

Jonas era un hombre de fuertes emociones con una igualmente fuerte necesidad de proteger. La mayor parte del tiempo, Jonas la escudaba automáticamente de sus sentimientos. Lo había hecho por tantos años, que ni siquiera pensaba en ello. Pero había ocasiones, como ahora, cuando su mente estaba totalmente enfocada en otra parte y ella se veía sumergida en la absoluta intensidad de su furia.

No había otra palabra para ello que rabia. Emanaba de él en olas. Su rostro era una máscara siniestra, sus ojos brillaban peligrosamente, y aunque le dedicó una pequeña sonrisa de confianza cuando ella se estiró para tratar de aflojar el fruncimiento de sus labios, estaba muy lejos ser su verdadera sonrisa.

– Jonas, realmente vamos a estar bien -le dijo-. Lo sé.

Sus peligrosos ojos azules se centraron en su rostro. Inmediatamente el flujo de emociones se detuvo.

– Lo siento Hannah, no estaba pensando, debería haber tenido más cuidado. -Le dio un beso suave en la parte de arriba de la cabeza-. Sé que será así.

– ¿Pero? -sugirió ella.

– Pero vinieron tras de ti y todavía lo hacen y eso no es aceptable para mí. Al menos ahora sé donde ir a buscar.

La lluvia se asentó en una continua llovizna. Tres hombres se movieron hacia ellos en ángulo recto, evitando cuidadosamente el arroyo, obviamente sin advertir su posición exacta, pero haciendo un barrido para encontrarlos. Jonas extendió el arma.

– Todavía me siento fuerte, Jonas -dijo Hannah-. Las demás me están alimentando con su poder. Puede ser que después me derrumbe, pero en este momento, déjame detenerlos por tanto tiempo como pueda. Nos ahorrará municiones y no sabrán nuestra posición exacta. Con algo de suerte, serán supersticiosos.

Jonas se movió otra vez y permitió que se deslizara de debajo de él. Se movieron con cuidado para evitar sacudir los matorrales que los rodeaban. Con la lluvia cayendo, era más fácil cubrir cualquier pequeño sonido, pero también amortiguaba la aproximación del enemigo.

– ¿Cuántos son? -preguntó Hannah.

Jonas se encogió de hombros.

– Más de cinco. Puede que siete. -Y eso le preocupaba. Querían a Hannah a toda costa. ¿Por qué? La pregunta lo fastidiaba. ¿Quien podría odiar a Hannah? A él no le parecía posible, pero la respuesta estaba justo allí… justo fuera de su alcance. Prácticamente podía saborearla en la boca, pero no podía masticarla. Su cerebro trabaja rápido computando datos, y junto con su sumamente desarrollada intuición, era la razón por la que era bueno en su trabajo. Ahora, cuando necesitaba su habilidad para procesar datos rápidamente, parecía que le estaba fallando.

Los hombres se movían entre los matorrales y los árboles, acercándose poco a poco, las armas en la mano. Las manos de Hannah comenzaron su elegante movimiento, cambiando la melodía, el tono mucho más terrenal.

Cerca de los árboles de secoya, justo en frente de sus enemigos, la tierra ondeó, moviendo las hojas y las agujas de secoya junto con la vegetación caída en un suave oleaje giratorio.

Los hombres detuvieron su avance abruptamente. Hablaron rápidamente en otro idioma.

– Creen que están experimentando un terremoto -tradujo Hannah, con voz distraída-. Que el arroyo se comportó del modo en que lo hizo porque… -Se retrajo.

Jonas miró hacia abajo a Hannah. Su concentración estaba otra vez totalmente enfocada en la tierra y la vegetación donde los enemigos se acurrucaban murmurando entre ellos. El retumbante ondear se extendió, alcanzando al grupo, las olas se elevaron y cayeron con creciente velocidad. Sobre ellos, los árboles se sacudieron, y cuando miraron hacia arriba, las quebradizas ramas se rompieron y astillaron, cayendo para enterrarse como lanzas en la tierra. Las gruesas ramas cayeron con suficiente fuerza como para hundirse profundamente en la tierra. En posición vertical, cada rama formaba una pieza de la empalizada cercando a los hombres mientras la tierra continuaba inclinándose y ondeando.

– Oigo sirenas -dijo Jonas-. En unos minutos llegarán las tropas. -No era bueno escondiéndose. Quería levantarse y destruir a los hombres que querían matar a Hannah.

Repentinamente ella se recostó contra él, la cabeza colgando hacia atrás contra su pecho mientras él alzaba el brazo para sujetarla por la cintura, brindándole apoyo. Jonas maldijo suavemente y empezó a bajarla hacia el suelo. Ella le apretó la muñeca.

– Aún no. Espera. Dime si vienen hacia nosotros otra vez.

Jonas vio a los hombres abrirse camino a través de la pared de ramas, tropezándose para salir del área. Las ondas los perseguían, pero mucho más suaves ahora que el poder de Hannah disminuía. Suspiró. Iban a hacer otro rápido intento. Podía sentirlo más que verlo.

Los hombres formaron un suelto semicírculo y empezaron a rociar el bosque con balas. Aplastó a Hannah instantáneamente, jurando mientras las balas penetraban su espacio, clavándose en los árboles y la tierra que los rodeaba. Oyó la suave voz de Hannah. Melodiosa esta vez, las notas familiares. Su afinidad con el viento era legendaria en la familia. Y el viento respondió inmediatamente, las hojas crujían mientras la brisa se hacía más fuerte, las ramas oscilaban, los troncos de los árboles se doblaban.

Afiladas agujas se dispararon de las secoyas, zumbando como abejas enfadadas, el sonido un ominoso zumbido mientras eran arrojadas a través del aire contra los enemigos de Hannah. Las agujas penetraron la piel, clavándose hondo, la pinchadura de cientos de insectos en cada centímetro de piel expuesta. El enemigo se dio la vuelta y huyó, salieron corriendo del bosque como si les persiguieran los demonios.

Hannah volvió el rostro hacia el pecho de Jonas y se quedó floja, su cuerpo desplomado contra el de él, drenado de toda energía. Él se sentó en el medio de los matorrales y los árboles, con Hannah entre sus brazos, escuchando los coches arrancar y la lluvia caer. Ella no había entrado en pánico. No se había hecho pedazos y aferrado a él con terror, aunque podía verlo en sus ojos. Había peleado valerosamente a su lado. La próxima vez que se llamara a sí misma una cobarde, iba a sacudirla hasta meter algo de cordura dentro de ella.

Arriba, neumáticos chirriaron en el camino de asfalto que pasaba al lado de su casa y escuchó el sonido de gente corriendo.

– ¡Jonas! ¡Hannah!

CAPÍTULO 20