– Era muy fuerte, no frágil, y luchó mucho tiempo y duramente porque fue su decisión permanecer contigo. Soy empática. Fui con mi familia a ver a tu madre. Supe lo que quería, y no era la muerte. Ni para escapar del dolor. Quería todos y cada uno de los minutos que podía tener contigo. -Le cogió la mano, uniendo los dedos-. Y eso es lo que quiero, Jonas. Todos y cada uno de los minutos que pueda tener contigo.
– Mira lo que te ha pasado, Hannah.
– Sucedió. Fue aterrador y horrible y ambos deseamos que no hubiera pasado, pero pasó. Y algo bueno salió. De alguna manera, Jonas, encontré mi fuerza. Sé quien soy y lo que quiero. Gané mi libertad.
– Una maldita manera de conseguir tu libertad, nena. Vas a tener pesadillas durante el resto de tu vida.
– Tendré pesadillas. ¿No las tenemos todos? ¿Y tú? -Enmarcó su cara con las manos porque todo lo que decía era verdad. Ella era más fuerte y sabía lo que quería-. Somos socios. Ahora. Para siempre. No puedes proteger a todos los que amas de las cosas malas, Jonas. Sucederán. Cuando lo hagan, lo afrontaremos.
Jonas la miró fijamente a los ojos durante largo tiempo, buscando la verdad.
– No sé si puedo perdonarme.
– ¿Has oído una palabra de lo que he dicho? Jonas, si vamos a hacerlo juntos, si soy tan importante para ti como dices que soy, entonces tienes que escucharme. Quiero todo de ti. Todos y cada uno de los pedacitos de ti. No aceptaré a un hombre que tiene miedo de amarme con todo su corazón, su alma y su cuerpo. Si no puedo tener todo de ti, entonces esto no tiene objeto. No puedes controlar al mundo, Jonas, y no puedes continuar culpándote por cosas más allá de tu control. Nunca te pedí que fueras diferente. Sí, me asustas a veces, pero me darías más miedo si trataras de ser alguien que no eres.
Jonas abrió la boca y entonces la cerró. Si hubiera recordado la foto, entonces Tarasov nunca habría relacionado a Hannah con él. No habría destruido una familia entera… Gimió. No podía hacerse cargo de eso también. La pareja tuvo elección. Podrían haber ido a la policía, poner a su hija en custodia preventiva, pero habían elegido asesinar a una inocente mujer para proteger lo suyo. Estaba en ellos. Frotó las manos sobre su cara y miró a la cara de Hannah.
– No voy a decirte que tienes razón.
– Pero la tengo.
Sus ojos se suavizaron. Una pequeña sonrisa tiró de su boca.
– Hannah. No has tartamudeado. Ni una vez, ni siquiera cuando me estabas poniendo en mi lugar.
Se inclinó para besarla. Gentilmente. Tiernamente. Tan dulcemente que sus ojos se llenaron de lágrimas.
– ¿Estamos bien? -preguntó ella.
– Lo estamos -respondió. Viviría con lo que había sucedido porque no tenía otra opción. Había cometido un error y ella tenía razón, no había vuelta atrás. No iba a perderla por eso. Si podía mirarle directamente a los ojos, entonces era lo bastante hombre como para hacer lo mismo.
Miró despacio por la habitación.
– ¿Supongo que la casa no repara muebles y platos?
Hannah rió.
– No tienes tanta suerte. Pero si te das cuenta, no hay agujeros en la pared. La próxima vez que decidas volverte loco y golpear la pared, quizás recuerdes, esta casa podría protestar y podría encerrar tu puño dentro, y entonces ¿dónde irías?
Entrecerró los ojos y miró cautelosamente a la pared.
– Este lugar es definitivamente escalofriante. -La besó otra vez-. Supongo que tengo que encararlos a todos. Odio tener que decirle a tus hermanas que te puse, y quizás a ellas, en peligro.
– No es como si nosotras no hubiéramos corrido peligro antes, Jonas -le recordó.
La verdad era, él apenas podía soportar la idea de que había expuesto a su familia a un loco como Boris Tarasov. El ruso era brutal y vengativo, su reputación asustaba incluso a avezados investigadores. Con un pequeño suspiro, se puso de pie y alcanzó para tomarla de la mano, poniéndola de pie.
– Supongo que tengo que terminar con esto. -Pero en vez de entrar en el salón, envolvió sus brazos alrededor de Hannah y la retuvo contra él, las manos deslizándose hacia abajo por sus vaqueros para agarrar su trasero y apretarla contra él-. Gracias.
– Te amo, Jonas.
– Gracias por no decirme lo imbécil que soy por destrozar la cocina. A veces tengo tanta ira en mí -confesó en un susurro contra su oreja-, tanta rabia, que me asusta como el infierno.
Ella presionó su boca contra la garganta, recordando muy vividamente el día, hacía mucho, en que había venido a su casa tan enfadado que no podía estarse quieto. Ondas de pena emanaban de él y se mezclaban con una impotente rabia. Había destrozado la cocina, también. Su madre había cogido a Libby y habían ido a hacer lo que pudieron para aliviar el sufrimiento de Jeanette Harrington. La señora Drake nunca había castigado a Jonas, pero le había entregado una escoba.
– Esto no me asusta, Jonás -dijo Hannah. Le besó otra vez-. Pero después de que nos casemos, si rompes mis platos, estate preparado para limpiar el lío y luego salir a conseguirme unos nuevos inmediatamente. -Se estiró hacia atrás, tiró de su mano hasta que tomó posesión de ella y trajo sus heridos nudillos una vez más a su boca-. Vamos. Puedo sentir lo preocupados están por ti.
En el momento en que entraron en el salón, fue enjaulado por las hermanas de Hannah, sus hermanas. Se amontonaron alrededor de él, sus manos apaciguando, trayendo paz, curando sus nudillos, curando su alma. Enviándole olas de amor y apoyo. Fue pasando de querer golpear enconadamente algo con sus manos desnudas, a estar emocionado. Las hermanas Drake. Su familia. Hannah. El amor de su vida. ¿Quién podía ser más afortunado?
– ¿Estás bien? -preguntó Sarah gentilmente.
Asintió, queriendo aliviar la preocupación de sus caras.
– Estuve perdido durante un minuto. -Miró atrás hacia la cocina-. Formé un lío, Sarah, lo siento.
– Dinos lo que te molesta.
– Boris Tarasov fue tras Hannah para hacerme salir. Soy el verdadero objetivo. Tratará de matarla porque me importa. Quizás trate de mataros a todos vosotros.
Joley frunció el ceño.
– No entiendo. ¿Por qué un gangster ruso quiere matarte? No tiene ningún sentido, Jonas.
– Duncan Gray es mi antiguo jefe y me pidió que hiciera un pequeño trabajo para él, nada peligroso o al menos no pensaba que lo sería, pero grabamos a Petr Tarasov asesinando a un agente encubierto.
Ilya Prakenskii hizo un pequeño ruido en la parte posterior de la garganta. Había silencio, como si por ése pequeño sonido, todos entendieran instantáneamente las escalofriantes repercusiones.
– Me hirieron de un disparo en la refriega resultante y fui a una clínica. Tenía una foto de Hannah, una que siempre llevaba conmigo. La gente de Tarasov debió haber encontrado la foto, y para sacarme a descubierto, atacaron a Hannah usando a una familia inocente para hacerlo. Adivino que encontraremos que la madre tiene lazos en Rusia y así es como la eligió. Conocería su reputación y creería absolutamente que iba a matar a su hija si no hacían lo que decía.
La mano de Joley se movió defensivamente a su garganta.
– ¿Es eso verdad, Ilya? ¿Sería alguien tan convincente como para que mataran a otro ser humano?
Ilya le acarició el pelo, un gesto tranquilizante.
– Desgraciadamente hombres como ése existen, Joley, muy malvados, y sí, esos que lo conocen harían lo que pudieran para ahorrar a los que aman la brutalidad de sus ejecuciones escogidas.
– Entonces tienes que pararlo, Jonas -dijo Sarah-. Lo haremos.
– ¿Sabes dónde está ese hombre? -preguntó Joley a Prakenskii.
Una expresión rara onduló por la cara de Prakenskii.
– Joley, esa gente…
– Quiere matar a mi hermana, a Jonas y posiblemente a nosotras. ¿Sabes dónde está?
Él se apartó de la pared.
– Me ocuparé de eso.
Jonas negó con la cabeza.
– Esta es mi lucha, Prakenskii. Le hizo esto a mi mujer, no a la tuya. ¿Dónde está?