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Hubo un pequeño silencio. Prakenskii no tragó el anzuelo. Jonas suspiró.

– Con el territorio de Tarasov sin obstáculos, Nikitin será aún más poderoso. Tú y yo sabemos que se encargará de la mayor parte de las operaciones de Tarasov.

– Dado que trabajo para él, eso sólo asegura el trabajo.

Jonas negó con la cabeza.

– Tienes que confiar en alguien algún día. Nuestra familia está en deuda contigo. Si necesitas ayuda, llama. -Porque no creía ni por un momento que Ilya Prakenskii fuese lo que todo el mundo creía que era.

Prakenskii le dirigió un pequeño saludo y desapareció entre el gentío.

Jonas encontró a Hannah bailando con sus hermanas y la atrajo a sus brazos.

– Baila conmigo, cariño.

Hannah se deslizó entre sus brazos, contra su cuerpo, como si estuviera hecha para él. Las Drake a menudo tenían magia en sus vidas, y para Jonas, este día entero era su momento mágico. Ella encajaba perfectamente. Se deslizó con ella por la pista de baile, la música calentaba su sangre y cantaba en sus venas.

– ¿Recuerdas la última Navidad cuando pronuncié un deseo en la bola de nieve, Hannah? Estabas muy enfadada conmigo, y no te dije lo que deseé. -Presionó los labios en su frente-. Te deseé a ti.

La hizo girar y la atrajo de vuelta.

El corazón de ella saltó, volando sin interrupción por su cuerpo cuando se movieron juntos con un ritmo perfecto alrededor de la sala. Todo el mundo a su alrededor desapareció hasta que sólo estuvo Jonas. Ella sentía su alegría y supo que él nunca había sido más feliz. Se percató, en ese momento perfecto, de que estaba haciendo exactamente lo que quería, para lo que había nacido. Era la esposa de Jonas Harrington. Completamente. Comprometida. Y más feliz de lo que había soñado nunca.

Siempre tendría ataques ocasionales de pánico. Y nunca creería que era tan hermosa como tantas personas parecían pensar que era, pero había salido de una terrible tormenta, emergiendo más fuerte y victoriosa. Y más feliz de lo que había soñado nunca que podría ser.

Se detuvo. Allí mismo en la pista de baile, con sus dedos enlazados en la nuca de él. A su alrededor, su familia bailaba y reía, y llenaban la habitación de calor y felicidad. Pero este hombre en sus brazos, llenaba cada hueco con fuerza y amor. Ella lo miraba, veía el amor brillando allí, y su corazón brincó en su pecho, su estómago dio un pequeño salto y más abajo donde importaba, ella se derritió, tal como se suponía.

– Te amo, Jonas Harrington. Con toda mi alma, te amo.

– Te amo, Hannah Drake Harrington. Con todo mi ser.

Y eso siempre -siempre- sería suficiente para los dos.

Christine Feehan

***