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Rand seguía arrodillado; entonces echó la cabeza hacia atrás y rió con ganas.

—¡Luz, Moraine! No habéis cambiado, ¿verdad?

—Todos cambiamos día a día —repuso ella con una sonrisa—. Últimamente, yo más que algunos. Ponte de pie. Soy yo quien debería estar arrodillada ante ti, lord Dragón. Todos deberíamos estarlo.

Rand se incorporó y se apartó para que Moraine pudiera pasar hacia el centro del pabellón. Perrin captó otro olor y sonrió al ver a Thom Merrilin entrar casi a hurtadillas en la tienda, detrás de ella. El viejo juglar le guiñó un ojo a Perrin.

—Moraine —dijo Egwene, que se adelantó—, la Torre Blanca te da la bienvenida con los brazos abiertos. Tus servicios no han caído en el olvido.

—Mmmmm... Sí, debería pensar que haber descubierto una futura Amyrlin dirá mucho en mi favor. Es un alivio, ya que antes me creía condenada a la neutralización, cuando no a la ejecución.

—Las cosas cambian.

—Evidentemente. —Moraine inclino la cabeza—. Madre. —Pasó delante de Perrin y le dio un apretón en el brazo; los ojos le chispeaban.

Uno a uno, los dirigentes fronterizos sostuvieron las espadas en las manos e hicieron una reverencia o una inclinación de cabeza en su dirección. Todos parecían conocerla personalmente. Muchos de los otros gobernantes que estaban en el pabellón aún parecían desconcertados, aunque era evidente que Darlin sabía quién era. Él parecía más... pensativo que confuso.

Moraine vaciló un instante al lado de Nynaeve. En ese momento a Perrin le fue imposible captar el olor de Nynaeve, y eso le pareció ominoso. «Oh, Luz... Va a pasar...»

Nynaeve estrechó a Moraine con un fuerte abrazo.

Moraine se quedó paralizada de momento, con los brazos colgados a los costados, oliendo claramente a estar muda de asombro. Por fin, respondió al abrazo de una forma un tanto maternal, dándole palmaditas en la espalda.

Nynaeve la soltó, se apartó de ella y se limpió una lágrima que se le desbordaba de un ojo.

—No se os ocurra contarle esto a Lan —gruñó.

—Ni en sueños lo haría —contestó Moraine, que siguió adelante para detenerse en el centro del pabellón.

—Qué mujer tan insufrible —rezongó Nynaeve mientras se enjugaba una lágrima del otro ojo.

—Moraine —dijo Egwene—, has venido justo en el momento oportuno.

—Tengo un don natural para eso.

—Bien, pues —siguió Egwene mientras Rand regresaba a la mesa—. Rand... El Dragón Renacido... ha decidido usar este mundo como chantaje para conseguir sus demandas, y se niega a cumplir con su deber a menos que accedamos a sus caprichos.

Moraine frunció los labios y tomó el tratado de la Paz del Dragón que Galad había dejado encima de la mesa. Lo repasó con la mirada.

—Pero ¿quién es esta mujer? —insistió Roedran—. ¿Y por qué nos...? ¡Dejad de hacer eso!

Alzó una mano como si le hubiesen dado una bofetada con un hilo de Aire, y luego dirigió una mirada furiosa a Egwene. No obstante, en esta ocasión el único que olía a satisfacción era el Asha’man que se encontraba más cerca de Perrin.

—Buen tiro, Grady —susurró.

—Gracias, lord Perrin.

Grady sólo la conocía por lo que se contaba sobre ella, por supuesto, pero las historias relacionadas con Moraine se habían difundido entre los que seguían a Rand.

—¿Y bien? —preguntó Egwene.

—«Y llegará a acaecer que lo que los hombres han construido se hará pedazos y la Sombra se cernirá sobre el Entramado de las Eras, y el Oscuro abatirá de nuevo su mano sobre el mundo humano. Las mujeres sollozarán y los hombres se arredrarán cuando la tierra se desgarre como una tela gastada. Nada permanecerá en pie ni nada perdurará...» —susurró Moraine.

Se oyó el rebullir de pies de los presentes. Perrin miró con gesto interrogante a Rand.

—«Pero habrá uno que nacerá para enfrentarse a la Sombra —continuó Moraine—. ¡Nacerá como nació antes y nacerá otra vez, en el correr del tiempo infinito! El Dragón renacerá, y habrá gemidos y rechinar de dientes en la hora de su renacer. ¡Con sayales y cenizas vestirá a la gente, y con su venida volverá a desmembrarse el mundo y romperá todas las ataduras y vínculos!

»“Como el alba desencadenada nos cegará y quemará, y, sin embargo, será el Dragón Renacido quien pelee con la Sombra en la Última Batalla y será su sangre la que nos traerá la Luz. Derramad vuestras lágrimas, oh pueblos del mundo. ¡Llorad por vuestra salvación!”»

—Aes Sedai, perdonad, pero eso es muy ominoso —dijo Darlin.

—Al menos será una salvación —repuso Moraine—. Decidme, majestad. Esa profecía os ordena derramar lágrimas. ¿Lloráis porque vuestra salvación llega con tanto dolor y pesadumbre? ¿O, en cambio, lloráis por vuestra salvación? ¿Por el hombre que sufrirá por vos? ¿Por el único que sepamos de cierto que no saldrá ileso de esta lucha?

Se volvió hacia Rand.

—Esas demandas son injustas —protestó Gregorin—. ¡Nos exige que mantengamos nuestras fronteras tal como son ahora!

—«Matará a su gente con la espada de la paz, y los destruirá con la hoja» —continuó citando Moraine.

«Es El Ciclo Karaethon —se dijo para sus adentros Egwene—. He oído antes esas palabras.»

—Los sellos, Moraine. Planea romperlos —manifestó en voz alta—. Desafía la autoridad de la Sede Amyrlin.

Moraine no pareció sentirse sorprendida. Perrin sospechaba que había estado escuchando fuera antes de entrar. Era muy propio de ella.

—Oh, Egwene, ¿lo has olvidado? —le preguntó Moraine—. «La torre impoluta se rompe e hinca la rodilla ante el símbolo olvidado...»

Egwene enrojeció.

—«No podemos tener salud ni nada bueno puede crecer, pues la tierra es una con el Dragón Renacido y él es uno con la tierra —recitó Moraine—. Alma de fuego, corazón de piedra...»

Se volvió hacia Gregorin.

—«Altivo conquista y obliga a los altivos a doblegarse...»

Se dirigió a los fronterizos.

—«Conmina a las montañas a que se arrodillen...»

Viró hacia los Marinos.

—«A los mares a que le abran paso...»

Miró a Perrin, y luego a Berelain.

—«Y al propio firmamento a que le rinda pleitesía...»

Y después, a Darlin.

—«Ojalá el corazón de piedra recuerde el llanto...»

Y, por último, a Elayne.

—«Y el alma de fuego, el amor.» No podéis oponeros a esto. Ninguno de vosotros puede. Lo siento. ¿Pensáis acaso que ha llegado a esto por sí solo, sin ayuda? —Sostuvo en alto el documento—. El Entramado es equilibrio. No es el bien ni es el mal, no es la sabiduría ni es la necedad. Para el Entramado esas cosas no importan; pero, aun así, encontrará el equilibrio. La era anterior acabó con un Desmembramiento, y así, la próxima empezará con paz... Aun cuando sea preciso hacérosla tragar como se le da una medicina a un niñito que grita.

—¿Puedo hablar? —Una Aes Sedai con chal marrón adelantó un paso.

—Puedes —repuso Rand.

—Este documento está muy bien pensado, lord Dragón. —La Marrón era una mujer fornida, con un estilo más directo de lo que Perrin esperaría de una mujer de su Ajah—. Pero veo un gran fallo en él, uno al que se ha hecho alusión antes. Mientras los seanchan queden exentos de cumplirlo, no servirá para nada. No habrá paz mientras ellos sigan con sus conquistas.

—Cierto, es un problema —dijo Elayne, cruzada de brazos—. Pero no el único. Rand, entiendo lo que intentas hacer, y lo aprecio en lo que vale. Lo cual no cambia el hecho de que el documento es fundamentalmente insostenible. Para que un tratado de paz funcione, ambas partes deben seguir queriendo que haya paz por los beneficios que conlleva.

»Esto no da soluciones para arreglar las disputas. Porque surgirán. Siempre lo hacen. Un documento de este tipo debe ofrecer el modo de resolver esos conflictos; hace falta establecer el modo de castigar una infracción que evite que los otros países entren en una guerra a gran escala. Sin ese cambio, las pequeñas querellas que surjan irán creciendo y la tensión aumentará con el paso de los años hasta que exploten.