– ¿De verdad? -Britt miró a Mitch de manera significativa-. Estupendo. ¿Qué me dices de estas criaturas?
– Su aspecto es estupendo. ¿Qué edad tienen?
– ¿Qué edad les calculas? -preguntó Britt sonriendo.
– Dos meses quizá -Gary movió la cabeza.
– Dos meses -Britt le sonrió a Mitch-. Eso es, has dado en el clavo, es justo la edad que tienen.
Inició un serie de preguntas que Gary contestó respecto a la crianza de los bebés. A Mitch no le gustó, pero al menos aquella conversación no era tan íntima como la que había iniciado Gary minutos antes. No le molestaba tanto el que hablaran de bebés.
Con diplomacia, se fue a su propio apartamento y dedicó media hora a limpiar un poco, oír los recados del contestador y ponerse un pantalón y una camiseta de punto azul claro. Luego volvió al apartamento de Britt.
No le gustó lo que vio al volver. Britt y Gary estaban sentados en el sofá y cada uno de ellos tenía a una criatura en brazos. Hablaban muy serios, con las cabezas muy cerca y casi no levantaron la vista al oírlo entrar.
– ¿Ya han comido? -preguntó enfadado por sentirse marginado.
– No, te estaba esperando -Brin levantó la cabeza-. Toma a Danni para que vaya a calentar los biberones.
Depositó a la criatura en su regazo y Mitch inmediatamente se sintió mucho mejor. Cobró fuerzas con la sonrisa de la niña y miró a Gary. Éste sostenía a Donna y Mitch frunció el ceño.
– ¿De modo que eres el jefe de Britt en el museo? -dijo a manera de reto.
– Sí -contestó Gary-. Lo soy.
– ¿Puedo preguntarte qué tal trabaja?
– Muy bien, por supuesto. Aunque eso no es asunto tuyo.
– Estoy seguro de que ella es muy eficiente -continuó Mitch-. También estoy seguro de que podría llevar el museo sola. ¿No es hora de que le den un ascenso?
Gary balbuceó y Mitch sonrió.
– Estoy seguro de que podría hacer su trabajo con la mitad de su cerebro atado -continuó contento de poder enfadar al pobre hombre-. ¿Se te ha ocurrido eso alguna vez? ¿Qué debe ella hacer para lograrlo?
Gary volvió a balbucear sin decir nada inteligente. Britt había salido de la cocina y había oído lo último que había dicho Mitch.
– iMitch! -le advirtió-. Basta -los ojos de Gary reflejaban angustia y ella lo tranquilizó-. Mitch está diciendo tonterías, Gary, no quiero tu puesto.
– Aún no -dijo Mitch con indiferencia-. Pero la semilla ya está plantada…
– Mitch -lo miró fijamente-. Gary, creo que será mejor que te vayas.
– Odio dejarte con él así -se puso de pie a regañadientes y le entregó a la criatura que tenía en brazos. Miró a Mitch como si fuera algo que debía evitar a cualquier precio.
– No te preocupes, estaré bien -Brin le dio una palmadita en el brazo al mismo tiempo que miraba a Mitch enfadada. Se dominó para no sonreír con malicia-. En realidad es inofensivo.
– Te llamaré más tarde -dijo Gary poco convencido después de observar a Mitch.
– Muy bien, hazlo -le abrió la puerta y sonrió.
– Recuerda que estoy disponible, de día o de noche…
– Hasta luego, Gary -casi lo sacó antes de cerrar la puerta.
Se volvió para regañar a Mitch con la mirada. -Vamos a darles el biberón -dijo y se dirigió a la cocina.
Eso hicieron, sentados uno frente al otro, sin hablar mucho.
Mitch pensó en lo que había ocurrido y se preguntó por qué había actuado de esa manera tan extraña. ¿Por qué había sido tan posesivo con Britt? No era algo normal en él. Su lema era vivir y dejar vivir a los demás, pero se había enfadado cuando Britt le había sonreído a Gary.
Miró a Britt pero era evidente que ella estaba pensando en otra cosa. Entre los dos se había creado un sentimiento nuevo de reserva y él no estaba seguro de que le gustara. Pero quizá fuera algo normal. Era como si la visita de Gary los hubiera devuelto a la realidad y el embrujo se hubiera roto. La verdad era que eran dos solteros que de alguna manera habían terminado cuidando a dos gemelas. Eso era todo. No había nada más. El tiempo que iban a pasar juntos pronto se acabaría.
Capitulo Seis
Mitch bajó la mirada hacia Danni que comía con avidez en sus brazos y se preguntó por primera vez en la vida qué se sentiría tener un hijo propio. Levantó la vista y vio que Britt lo observaba con expresión divertida, como si le hubiera adivinado el pensamiento.
– ¿Alguna vez tendrás hijos? -le preguntó él sin morderse la lengua.
– No, nunca -respondió sin titubear.
– ¿Qué quieres decir? -se puso ceñudo porque no era la contestación que quería oír-. Quiero una explicación más completa.
– No me voy a casar -dijo mirándolo con franqueza-. Y no voy a tener hijos.
– ¿Cómo lo sabes?
– Siempre lo he sabido -se encogió de hombros.
– No puedes estar segura de eso. Si llegas a conocer al hombre indicado y si las cosas marchan por buen camino…
Britt advirtió cierto reproche en la voz de Mitch, pero no comprendió por qué le importaba a él.
– ¿Qué me dices de ti? No llevas el tipo de vida destinado a terminar con una familia feliz. ¿Me equivoco?
– No sé de qué hablas -se puso a la defensiva-. Por supuesto que te equivocas.
– Por supuesto. Por eso has pasado fuera casi todas las noches de esta semana.
A Mitch le molestó la insinuación. Le gustaba divertirse. ¿No le gustaba hacerlo a todo el mundo? Pero en el fondo no era un loco desenfrenado. Al menos, no creía que lo fuera. De cualquier manera, eso no significaba que nunca cambiaría de modo de vida para formar una familia. La familia era la base de la vida. Él procedía de una familia y algún día tendría una propia. Así se suponía que debía ser.
– Por el momento sólo… pruebo lo que se me ofrece. Cuando finalmente encuentre algo que me guste, lo compraré. Algún día decidiré echar raíces.
– Comprendo -comentó con sagacidad al mismo tiempo que cambiaba la postura de la criatura-. ¿De modo que de momento dedicas tu tiempo a conducir Porsches y Lamborghinis, pero algún día te establecerás con una furgoneta y quedarás satisfecho?
– No creo que las situaciones sean análogas.
– ¿De verdad? Ya lo veremos.
– ¿Con qué tipo de coche te compararías? -preguntó Mitch para irritarla-. ¿Quizá un deportivo fabricado en Estados Unidos?
– Jamás -respondió y se puso de pie con la criatura en brazos-. Soy un camión de reparto. Estable y confiable, y hay algunas cosas que de ninguna manera haré.
Britt entró a la habitación y Mitch la siguió, pero se mantuve de espaldas a ella mientras colocaba a las gemelas en las camas improvisadas. Después la ayudó a hacer la cama.
Ella levantó la vista cuando él estiró una sábana, estaba sorprendida y un poco cohibida. Le parecía que hacer una cama juntos era demasiado íntimo. Pero era una tontería. Habían dormido en esa cama la noche anterior, Mitch se había asegurado de que Gary lo supiera. Hacerla por la mañana no podía ser más íntimo que dormir en ella.
Pero de alguna manera lo era. No pudo evitar mirarlo y le pareció que era un hombre estupendo.
– De modo que ese es tu jefe -dijo Mitch por fin. El tema de Gary había estado pendiente entre los dos desde que éste se había ido y Mitch consideraba que ya era hora de mencionarlo.
– Sí. ¿Me haces el favor de estirar esa sábana?
Mitch obedeció y se volvió para mirarla.
– ¿Os lleváis bien en el trabajo?
– ¿Qué? -lo miró distraída-. ¿Te refieres a Gary? Llevamos trabajando juntos unos cinco años. ¿Por qué lo preguntas?
– No te he preguntado cuánto tiempo lleváis trabajando juntos, he preguntado si es muy íntima vuestra relación.
– ¿Por qué lo preguntas? ¿Por qué quieres saberlo?
– ¿Quién, yo? -trató de fingir inocencia, aunque los dos sabían que ya era tarde para adoptar esa postura. Levantó una almohada y la arrojó a la cabecera de la cama-. Simplemente trato de entablar una conversación.