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Melanie no le dijo que no opinaba que el campamento fuera horroroso. Para ella, lo único realmente horrible había sido que su supuesto novio se acostara con quien afirmaba ser su mejor amiga. Ahora se había librado de los dos, sin ningún pesar por su parte. Aunque su madre sí lo lamentaba, y seguía hablando con Ashley una vez al día, por lo menos, prometiéndole que arreglaría las cosas con Melanie, a pesar de que ella no tenía ni idea de que hablaran regularmente.

Melanie no tenía ninguna intención de dejar que Ashley entrara de nuevo en su vida. Ni Jake. La llegada de Tom le parecía una recompensa por haberlos perdido. Dio las buenas noches a su madre y recorrió lentamente el pasillo hasta su habitación, pensando en Tom. Había sido una primera cita absolutamente perfecta.

Capítulo 14

Tom volvió a ver a Melanie varias veces. Salían a cenar, al cine y descansaban en la piscina, pese a la evidente desaprobación de Janet, que apenas le hablaba, aunque él era extremadamente cortés con ella. Una vez, llevó a su hermana para que conociera a Melanie. Los tres hicieron una barbacoa junto á la piscina y lo pasaron en grande. A la hermana de Tom le impresionó mucho Melanie, por lo sencilla, abierta, amable y comprensiva que era. No había nada en su actitud que hiciera pensar que era una estrella. La verdad era que actuaba como cualquier chica de su edad. Le hizo muchísima ilusión que los invitara al concierto en el Hollywood Bowl, en junio.

Todavía no se habían acostado. Habían decidido tomarse las cosas con calma, ver qué pasaba y conocerse bien primero. Melanie seguía sintiéndose herida a causa de Jake, y Tom no la apremiaba. Decía constantemente que tenían tiempo. Siempre lo pasaban bien juntos. El llevaba todas sus películas y CD favoritos, y poco después de que ella conociera a su hermana, Nancy, la invitó a cenar a Pasadena. Melanie encontró adorables a sus padres. Eran auténticos, agradables y cordiales. Tenían conversaciones inteligentes, eran personas instruidas y se notaba que todavía se gustaban; fueron muy respetuosos con ella, y sensibles al hecho de que fuera quien era. No hicieron alharacas, la acogieron como a cualquiera de los amigos de sus hijos… al contrario que Janet, que seguía actuando como si Tom fuera un intruso, o algo peor. Hacía todo lo posible por ser desagradable con él, pero el joven le dijo a Melanie que no le importaba. Comprendía que Janet lo viera como una amenaza y que pensara que no era el tipo de hombre con el que debía salir su hija, en particular si quería que los tabloides y la prensa se ocuparan de ella, que era lo que Janet quería. Melanie se disculpaba constantemente por el comportamiento de su madre y, poco a poco, empezó a pasar más tiempo en Pasadena cuando no estaba ensayando.

Tom la acompañó a los ensayos dos veces y se quedó totalmente impresionado por lo profesional que era. Su exitosa carrera no era una casualidad. Era brillante en todos los aspectos técnicos, hacía ella misma los arreglos, escribía algunas de las canciones y trabajaba increíblemente duro. Los dos ensayos a los que Tom asistió, para el concierto en el Hollywood Bowl, se prolongaron hasta las dos de la madrugada, hasta que Melanie creyó que todo estaba perfecto. Los técnicos con los que habló mientras vagaba por allí le dijeron que siempre era así. A veces, trabajaban hasta las cuatro o las cinco de la mañana, y luego quería que estuvieran de nuevo allí a las nueve. Les exigía mucho, pero se exigía más todavía a sí misma. Además, Tom pensaba que tenía una voz de ángel.

Melanie le había dicho que el día del concierto podía llegar temprano y que él y Nancy podían quedarse en su camerino, con ella, hasta que empezara. El le tomó la palabra. Cuando llegaron, se encontraron con que Janet estaba allí, con Melanie, yendo arriba y abajo y dando órdenes e instrucciones. Luego bebió champán y la maquillaron. A veces, los fotógrafos querían que ella también posara. No prestó la menor atención ni a Tom ni a Nancy mientras pudo y luego salió disparada para ir a buscar al peluquero de Melanie, que estaba fuera, fumando con algunos de los músicos. Todos conocían a Tom personalmente y opinaban que era un tipo agradable.

La dejaron media hora antes de que empezara el concierto. Tenían que acabar de maquillarla y debía vestirse. Tom pensó que estaba asombrosamente tranquila, considerando que estaba a punto de actuar ante ochenta mil personas. Era lo que mejor hacía. Iba a presentar cuatro canciones nuevas para ver cómo funcionaban. La gira empezaría pronto. Tom le había prometido que iría a verla siempre que pudiera, aunque empezaba a trabajar en julio y estaba entusiasmado. Iba a trabajar con Bechtel, y le habían prometido que viajaría a otros países. Decía que eso lo mantendría ocupado mientras Melanie no estuviera, y que era mucho mejor que el puesto que había conseguido en San Francisco antes del terremoto. Esta oportunidad le había llegado sin buscarla, a través de unas relaciones de su padre, pero encerraba una importante oportunidad profesional para él. Si les gustaba su trabajo, incluso considerarían la posibilidad de pagarle los estudios en la escuela de negocios.

– Buena suerte, Mel -le susurró antes de salir del camerino-. Estarás fantástica.

Les había dado unos asientos en primera fila. Cuando él se fue, Melanie se metió en un vestido ajustado de satén rojo, comprobó el maquillaje y el peinado y se puso unas sandalias plateadas, con una plataforma altísima. Tenía que cambiar seis veces de vestuario, con un único descanso. Iba a trabajar muy duro.

– Cantaré una de las canciones para ti -le murmuró al oído cuando él la besó-. Sabrás cuál es. Acabo de escribirla. Espero que te guste.

– Te quiero -dijo él. A Melanie se le pusieron los ojos como platos. Era la primera vez que se lo decía, y era todavía más asombroso porque aún no habían hecho el amor. Parecía casi irrelevante en esos momentos; todavía se estaban conociendo, aunque era maravilloso pasar el tiempo juntos.

– Yo también te quiero -respondió.

Él se marchó, justo en el momento en el que entraba su madre, como un huracán, recordándole que tenía menos de veinte minutos, que dejara de tontear y que se preparara. La seguían cuatro fotógrafos, que esperaban fotografiar a Melanie.

Janet la ayudó a subirse la cremallera del vestido y Melanie le dio las gracias. Luego, Pam dejó entrar a los fotógrafos. Janet posó con ella para dos de las fotos. Melanie parecía muy pequeña a su lado. Su madre era una mujer grande y su presencia se imponía dondequiera que estuviera.

En ese momento fueron a buscarla. El concierto estaba a punto de empezar. Corrió hacia el escenario, saltando con agilidad por encima de los cables y el equipo, saludó rápidamente a los músicos, se colocó fuera de la vista del público y cerró los ojos. Respiró lenta y profundamente tres veces. Oyó que le daban la entrada y se movió despacio hasta quedar a la vista, en medio del humo. Cuando este se aclaró, allí estaba ella. Miró al público con la sonrisa más sexy que Tom había visto en su vida y ronroneó un saludo. Aquello no se parecía en nada a los ensayos ni ella a la chica que él había llevado a cenar a su casa, en Pasadena. Cuando Melanie conquistaba al público cantando con todo el corazón, haciendo que las vigas del techo casi temblaran, era, en todas y cada una de las fibras de su ser, una estrella. Las luces eran demasiado intensas para que viera a Tom y a su hermana entre el público. Pero, en su corazón, sentía que estaba allí y, esa noche, cantaba para él.

– ¡Guau! -exclamó Nancy tocándole el brazo a su hermano, que se volvió hacia ella con una sonrisa-. ¡Es increíble!

– Sí que lo es -afirmó él, orgulloso.

No pudo apartar los ojos de ella hasta el descanso; entonces corrió hasta su camerino para verla y decirle lo fabulosa que era. Le emocionaba estar allí, con ella, y le entusiasmaba su actuación. Apenas lograba expresar lo maravillosa que le parecía. Melanie pensó que era muy distinto salir con alguien que no fuera del sector del espectáculo. Tom nunca sentía celos. Se besaron rápidamente y él volvió a su asiento. Melanie tenía que cambiarse de nuevo y era un cambio difícil. Pam y su madre la ayudaron a ponerse el ajustadísimo vestido; era incluso más ceñido que los que había llevado hasta entonces. Tenía un aspecto fabuloso cuando salió de nuevo al escenario para la segunda parte del concierto.