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– No… no tenía ni idea -dijo Colin mirándolo fijamente-. Siento mucho la pérdida que ambos habéis sufrido.

– Gracias. Como no le habíamos dicho todavía a nadie que estábamos esperando un bebé, pensamos que no tenía ningún sentido informar sobre el aborto. Habíamos planeado deciros a todos lo del nuevo embarazo cuando estuviese más avanzada. -Luego se dirigió a Alexandra-: Sus habilidades son… formidables, madame -dijo con una mirada muy seria.

– Gracias, pero yo simplemente interpreto lo que las cartas indican.

– Habilidosa y modesta, una combinación formidable -dijo Nathan sonriendo.

A Colin le asaltó un inquietante descubrimiento. Si había acertado con tanta precisión en la lectura de las cartas de Nathan, entonces las graves predicciones que había hecho sobre él podían ser también acertadas. Desde luego, eran un reflejo de los oscuros presentimientos que lo habían estado consumiendo en las últimas semanas.

Se obligó a centrar sus pensamientos de nuevo en la conversación y dirigiéndose a Nathan, le tendió la mano.

– Acepta mis felicitaciones tanto para ti como para Victoria por tu próxima paternidad.

Nathan estrechó fuertemente la mano de su hermano entre las suyas. Y en un breve instante, Colin leyó en los ojos de Nathan tanto alegría como miedo.

– Gracias. Te agradecería que mantuvieses la noticia en secreto por ahora…, tío Colin.

A Colin se le formó un nudo de emoción en la garganta y forzó una tos para hacerlo desaparecer. Ojalá esa terrible y pesada tristeza que sentía que rodeaba su futuro se evaporase y pudiera ver nacer al hijo de Nathan. Y quizá a su propio hijo.

Como si hubiese leído sus pensamientos, su hermano dijo:

– Me encantaría que me devolvieras el favor y me hicieras a mí también tío.

– Para eso estoy aquí. Para encontrar una prometida y hacer que eso ocurra.

Antes de que sea demasiado tarde, pensó.

– Quizá madame Larchmont pueda decirte quién será tu futura novia.

– Le he hecho esa pregunta en particular durante mis dos sesiones anteriores, pero hasta ahora solo ha podido adivinar que la dama aparentemente tiene el cabello oscuro.

– Si hace memoria, milord -dijo ella-, dije que su prometida era una mujer morena solo a petición suya y en beneficio de lady Newtrebble. No he visto nada en las cartas sobre su futura esposa.

– Bueno, quizá la lectura de hoy nos revele todo. Estoy listo en cuanto usted lo esté, madame.

En lugar de coger sus cartas, Alex lo miró fijamente.

– Dada la naturaleza de mis predicciones anteriores, quizá sería mejor si reprogramásemos nuestra cita.

– Agradezco su discreción -dijo Colin negando con la cabeza-, pero prefiero que esté Nathan aquí.

– ¿Hubo algún problema en tus sesiones anteriores? -preguntó Nathan agudizando la mirada.

– Me temo que no estaban llenas de brillantes predicciones sobre mi futuro. Esperamos mejores resultados esta vez. -Y dirigiéndose a Alexandra dijo-: Empecemos.

– Como desee, señor.

Buscó en otro bolsillo y sacó una nueva bajara de cartas, más pequeña. Después de barajar y cortar, las repartió lentamente y las extendió siguiendo una pauta diferente a la que había utilizado en anteriores ocasiones.

Tras estudiar las cartas detenidamente, miró a Colin con unos ojos llenos de preocupación.

– Lo lamento pero veo las mismas cosas que en nuestras dos sesiones previas: la muerte y la traición tienen una presencia aún más fuerte que antes, tanto en su pasado como en su futuro. Parece ser que la traición en su pasado está relacionada con la del futuro.

Alexandra volvió a mirar las cartas y frunció el ceño con más intensidad.

– La lucha interior que he visto antes es ahora más profunda. Está sintiendo una enorme confusión y un gran conflicto, pero hay también una creciente sensación de urgencia, el temor de que hay cosas que no podrá llevar a cabo, responsabilidades no cumplidas.

La exactitud de sus palabras hizo que los músculos de Colin se pusiesen en tensión y sintió todo su cuerpo estremecerse. La intensidad de su voz y de sus ojos lo mantenía hipnotizado.

– ¿Y qué hay de la mujer de cabello oscuro que había visto, madame? -preguntó.

Alexandra dudó y luego señaló las cartas.

– Todavía está ahí, más cerca de usted que antes. De hecho, es su posición lo que más me preocupa.

– ¿Qué quiere decir?

Alzó la vista y sus miradas se encontraron. Vaciló y se mostró claramente alarmada.

– Su carta -dijo finalmente- permanece en el centro del peligro y del engaño, y es la única que se sitúa entre su carta y la carta de la muerte. Lo que significa que o bien le salvará o…

– ¿Me matará? -sugirió Colin manteniendo un tono frívolo.

Pero la expresión de Alexandra permaneció completamente seria.

– Sí.

– ¿Y qué hay de mi futura esposa?

– Como en las sesiones anteriores, lo siento, pero no veo ninguna referencia a ella, milord.

Colin recorrió con su mirada el rostro de Alexandra, deteniéndose en sus ojos serios y en sus carnosos labios, en sus largos y brillantes rizos que caían en espiral hasta llegarle a la altura de los hombros. Eran rizos largos y brillantes de oscuro cabello, y Colin supo de pronto y con una seguridad aplastante algo fuera de toda duda.

Ella era la mujer de oscuro cabello.

Capítulo 12

Alex miró a Colin a través del amplio espacio de su lujoso carruaje y, por duodécima vez desde que habían salido de su casa, se preguntó en qué estaba pensando. Había estado preocupado desde que ella le leyó las cartas y silencioso durante el trayecto en dirección al apartamento donde ella se alojaba.

¿Estaba pensando él, al igual que ella, en el beso que se habían dado? ¿En a qué habría conducido de no haber sido interrumpidos? Deseaba desesperadamente creer que habría recuperado la cordura, que habría emergido del mundo sensual en el que se había perdido sin la necesidad de la llamada a la puerta, pero no tenía sentido alimentar una mentira tan obvia.

Aquella sorprendentemente deliciosa sensación de la mano de él bajo su falda, el calor de la palma de su mano tomándole las nalgas… nunca podría haber imaginado algo tan excitante. Solo pensarlo despertaba aquel insistente latido entre sus piernas.

Los pensamientos de Alex se vieron interrumpidos cuando llegaron al edificio en el que vivía. Colin y su criado la acompañaron arriba. Mientras guardaba sus exiguas pertenencias en una maleta de cuero gastado, llegó Emma. Después de una rápida presentación, explicó el plan a su amiga, cuyos ojos azules lanzaban alternativamente miradas de desconfianza a lord Sutton y miradas de pura admiración al alto y apuesto joven criado.

– Tengo que dejarte -dijo Alexandra a Emma, retorciéndose las manos-, pero si trajera aquí el peligro, a ti, a los niños, nunca podría perdonármelo.

Emma le cogió las manos y se las apretó suavemente para impedir que Alexandra las siguiese moviendo con nerviosismo.

– No te preocupes de nada, Alex, yo me ocuparé de los chiquillos y de la comida. Lo más importante es que tú estés a salvo. -Y lanzando una mirada ceñuda a Colin añadió-: A salvo de todo.

– Mi intención es mantenerla a salvo, señorita Bagwell -dijo Colin con una inclinación de cabeza.

– Estoy segura de ello. -Emma levantó la barbilla-. Simplemente me pregunto si es esa su única intención.

Alex dio un respingo sorprendida ante las insinuaciones inequívocas de su amiga y su tono furioso. Antes de que pudiese decir una palabra, Colin habló:

– No sufrirá ningún daño, señorita Bagwell.

– Procure que así sea -dijo Emma duramente-. Por parte de nadie, incluido usted.

– Emma… -dijo Alex.

– La protegeré con mi vida -dijo Colin despacio, mirando a Emma fijamente-, y le agradezco sus palabras. Admiro la sinceridad. Alexandra es afortunada por tener una amiga tan leal y firme.