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– ¿Qué tipo de detalles? -preguntó con picardía.

– Te los puedes imaginar -Ellie fijó la mirada en la puerta del coche-. Cómo nos enamoramos, cuándo nos dimos el primer beso, qué sentí… Ese tipo de cosas.

– ¿Qué dijiste?

Ella se atrevió a dirigirle una mirada y comprobó que los ojos le brillaban con una sonrisa oculta. Para él era muy fácil verlo como algo gracioso, pensó con resentimiento. No había estado una hora hablando con Lizzy por teléfono, oyendo preguntas a las que no podía responder.

– ¿Sobre qué? -preguntó furiosa.

– Sobre nuestro primer beso.

– Que fue maravilloso, faltaría más. No iba a decirle que no te he besado, ¿verdad?

– No, si quieres que crea que estamos apasionadamente enamorados.

– Me dijo que pensaba venir el próximo fin de semana para verlo con sus propios ojos. Ya ha dicho a mamá y a papá que hay que ir pensando en una fiesta de compromiso. Intenté explicarles que estamos muy ocupados con Waverley, pero creo que fue una pérdida de tiempo: ya están muy ocupados invitando a media provincia. Que a ellos les gusten las fiestas no quiere decir que a mí me gusten. ¿Por qué no pueden dejarnos en paz?

– Pobre Ellie -no pudo evitar reírse al ver su expresión-. Solo quieren que sea algo especial para ti. No será para tanto.

– Sí lo será. Será espantoso. No podré estar tranquila ni un minuto. Irá todo el mundo, y Lizzy nos analizará con microscopio para saber si estamos enamorados o no.

– Tendremos que estar preparados para hacer una representación convincente, ¿no?

– Y eso, ¿cómo se hace? -preguntó, preocupada todavía por el lío de la fiesta.

– Bueno… -Jack fingió meditar sobre el asunto-. Podríamos besarnos -sugirió como sin darle importancia.

– ¿Be… besarnos?

– Suele pasar en las fiestas de compromiso.

– Lo sé… pero.

– No hay inconveniente, ¿verdad?

– No, no… claro… Por lo menos… -era incapaz de explicar a Jack por qué la idea de besarlo la desconcertaba tanto.

– Si lo hay, quizá deberíamos practicar ahora -dijo Jack como si hubiese caído en la cuenta de algo.

– ¿Practicar…?

– En la fiesta tendré que besarte, y en la boda. Estaba pensando que a lo mejor era una buena idea besarte ahora para que no pareciese que nos dábamos el primer beso ese día. ¿A ti qué te parece?

Todo parecía normal y corriente, como si fuese un apretón de manos. La cara de Jack no decía nada, pero las arrugas de los ojos y las comisuras de los labios lo delataban. En ese momento Ellie no sabía si lo quería o lo odiaba por encontrar tan divertida la idea de besarla.

– No sé… -dijo envaradamente.

– Por lo menos, si alguien vuelve a preguntarte por el primer beso, podrás decir algo. No lo haré si tú no quieres.

El corazón de Ellie latía lenta y dolorosamente y su garganta estaba tan seca que apenas podía respirar. Miró a Jack con recelo, tenía miedo a que, después de todo, estuviese burlándose de ella. Estaba deseando besarlo, pero también temía lo que podría revelar si lo hacía. Antes de que respondiera, Jack hizo ademán de alejarse.

– No -dijo ella involuntariamente. Él se paró y levantó las cejas. Había anhelado ese momento durante años. ¿Iba a dejarlo escapar?-. Quiero decir… creo que tienes razón. A lo mejor es una buena idea.

Lo era, pensó ella. Si tenía que hacer el ridículo, era preferible hacerlo sola con Jack en Bushman's Creek que en una fiesta delante de media provincia.

– Sí.

La mirada burlona desapareció de sus ojos. Las palabras de Ellie le habían sonado familiares, la torpeza al hablar sobre la idea del beso le recordó que era la misma Ellie de siempre, no una desconocida con un vestido rojo.

Sin embargo, a la hora de besarla su superioridad se había desvanecido. Se sentía absurdamente nervioso. Había besado a muchas mujeres, pero no como Ellie. Ellie era diferente.

La agarró por la cintura vacilando, como si fuese la primera vez que besaba a una mujer. Podía sentir el calor de su cuerpo y cómo su suave vestido permitía sentir la delicadeza de su piel.

Ellie estaba temblando. El corazón se le salía del pecho, parecía como si sus piernas hubiesen desaparecido, como si lo único que la mantuviesen en pie fuesen la manos de Jack.

Tenía que ayudarlo. Haciendo un gran esfuerzo intentó no perder la calma. Para Jack tenía que ser muy difícil besarla. Había notado sus dudas y sabía que estaría pensando en Pippa, la única mujer a la que quería besar.

Respiró hondo y puso las manos sobre los hombros de Jack. La suave camisa cubría unos músculos poderosos. Lo había amado por su encanto irresistible, por una vaga sensación de peligro que nacía de su buen humor y amabilidad, por la calidez de sus ojos y su sonrisa que lo iluminaba todo, pero en ese momento solo sentía al hombre.

Quería deslizar sus manos por debajo de la camisa, sentir la dureza de su cuerpo y dejarse atrapar por su fuerza. El deseo físico la dominaba, sentía vértigo y el temor a sucumbir hizo que quisiese apartarse, pero Jack la atrajo hacia sí y, en ese momento, desapareció la última esperanza de resistencia.

Con un brazo la rodeaba y con la otra mano separó el pelo de su rostro antes de deslizaría por el cuello. Ellie no se movía, simplemente temblaba cada vez que un dedo acariciaba su mejilla. Sabía que estaba perdida.

– Mírame, Ellie -dijo Jack con una voz tan profunda que pareció atravesarla.

Lentamente y sin ofrecer resistencia, Ellie levantó los ojos. Jack la miraba con una expresión impenetrable, pero acariciaba su pelo y la sujetaba firmemente. La larga espera terminó, Jack inclinó la cabeza y la besó, fue un beso muy ligero, pero sentir aquellos labios hizo que jadeara y que sus dedos se aferraran a la camisa. Cuando Jack se separó, casi inmediatamente, tuvo que reprimir un grito de queja.

Así que eso era todo. Ellie sintió una decepción terrible. Abrió los ojos, pero no le salían las palabras. No conocía ningún truco para hacerle saber cuánto deseaba que la volviera a besar. Solo podía mirarlo atontada.

Jack se proponía dejarla marchar. En realidad ella no quería besarlo. Un leve beso había sido suficiente.

Pero la dulzura de sus labios lo había pillado desprevenido y, en vez de dejarla marchar, como pretendía, bajó las manos y la abrazó con más fuerza. Antes de saber lo que estaba pasando se encontró que la besaba como una chica vestida de rojo merece que la besen.

Una mezcla de placer y tranquilidad se apoderó de Ellie. Y se fundió con él, sin temor a entregarse, sin temor a las complicaciones, sin pensar en nada que no fuese Jack y la maravillosa sensación de estar entre sus brazos. Acariciaba su cuello abandonada a un dulce placer que recorría todas sus venas. La boca de Jack la embriagaba y la fuerza de su brazo la dominaba.

A Ellie no le importaba que no hubiese estrellas ni que el escenario de su primer beso no fuese muy romántico. No le importaba estar en un patio polvoriento, ni que Jack no le hubiese hecho caso durante todo el día, ni que para él ese beso no fuese más que un divertido ensayo. Solo le importaba que era su turno, que sus brazos la rodeaban y que sus labios la besaban.

Ellie no llegó a saber cuánto había durado el beso. Pudo ser un segundo o una hora. Todo lo que llegó a saber fue que había sido demasiado corto. Cuando Jack la soltó, se apoyó temblorosamente en la puerta del coche, insensible a todo lo que la rodeaba. Todo giraba a su alrededor. Jack se repuso primero.

– ¿Crees que habría convencido a Lizzy? -intentó parecer despreocupado, pero la voz le salió entrecortada.

– Espero que sí -contesto Ellie. Casi la había convencido a ella misma. Buscó el tirador de la puerta sin poder mirarlo a los ojos y se subió al coche-. Será… será mejor que me vaya -consiguió balbucir.

Jack observó cómo se sentaba y metía la llave con torpeza. Todavía estaba desconcertado, todavía sentía la dulzura de sus labios y la frescura de su cuerpo. Habría querido besarla otra vez, pero sus ojos tenían una expresión tan dura y se había metido en el coche tan rápidamente que, por primera vez, dudó de que le hubiese gustado el beso. Cerró la puerta y se apartó.