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Ellie, consciente de que la estaba mirando, se puso nerviosa y le costó Dios y ayuda arrancar el coche, pero al final lo consiguió y lo miró convencida de que estaría riéndose de su atolondramiento.

Jack no se reía. La miraba con una expresión ligeramente preocupada, que se disipó cuando ella bajó la ventanilla para despedirse.

– ¿Les comentarás a Gray y Clare lo de la fiesta? -dijo un poco envarada.

– Desde luego -contestó Jack, también tenso. Dudó, le preocupaba la palidez de su rostro y la rigidez con que agarraba el volante-. ¿Te encuentras bien? -preguntó cambiando el tono.

– Sí, perfectamente.

– ¿Te ha importado besarme?

– Claro que no -dijo Ellie con una sonrisa muy poco convincente-. Al fin y al cabo, soy yo quien quiere convencer a mi familia. Es parte del trato.

El trato. El motivo por el que se iban a casar. El motivo por el que ella estaba allí. El motivo que había olvidado mientras la besaba.

– Es verdad, el trato -dijo Jack con una voz inexpresiva. Se apartó y ella se marchó.

CAPÍTULO 5

EL FIN de semana siguiente Jack no quería ir a la fiesta de compromiso. Había estado toda la semana de un humor de perros. Él había sido el culpable del beso. Al principio le había parecido una buena idea, pero no había calculado que pudiera llegar a tenerlo presente en todo momento. Estaba desconcertado porque Ellie se le aparecía en los momentos más inesperados: su vestido rojo, sus piernas esbeltas, la dulzura de sus labios; a veces las manos de Jack sentían su piel a través del vestido. Cuando ocurría eso, intentaba apartar el recuerdo de su mente. Es Ellie, nada más, se intentaba convencer con demasiada frecuencia. Había besado con más pasión a mujeres mucho más hermosas. No había ningún motivo para que ese beso lo hiciera sentirse desasosegado. Ni siquiera parecía que hubiese impresionado mucho a Ellie. Solo era parte del trato.

Jack iba sentado en el asiento de atrás con Alice, mientras Gray y Clare charlaban animadamente camino de la fiesta. Durante la semana había estado a punto de llamar a Ellie varias veces para cancelarlo todo, pero cada vez que descolgaba el teléfono se acordaba de Alice. Alice, la hija de Pippa. Alice necesitaba una madre y por eso se casaba con Ellie. Estaba haciendo lo que tenía que hacer, se dijo a sí mismo mientras miraba a su hija dormida. Solo esperaba no haberlo estropeado todo con el beso.

Jack sabía que, a pesar de todas sus dudas, estaba desando volver a verla. Aunque no tendría por qué hacerlo. Se suponía que Ellie debía ser una amiga amable y poco exigente, una buena compañía, alguien a quien acudir cuando la necesitara, pero no alguien en quien pensar constantemente. Jack asomó la cabeza por la ventanilla. No se esperaba de Ellie que se pusiese vestidos rojos que lo desconcertaran.

Su humor no mejoró cuando llegó a la fiesta y comprobó que volvía a llevar el maldito vestido y estaba todavía más hermosa. Representaba a la perfección el papel de mujer enamorada. Debería estarle agradecido por ello, pero por algún motivo no lo estaba. No le gustaba el brillo de sus ojos mientras hablaba y reía. No le gustaba que los hombres que ella conocía de siempre se apiñaran a su alrededor. No le gustaba la forma en que la miraban.

Jack miraba a Ellie con furia. No hacía falta que le dijeran que el hombre al que amaba estaba ahí. Ese día tenía un brillo especial y, desde luego, no era por él. Se encontró estudiando el rostro de todos los hombres que estaban ahí, y preguntándose cuál era el responsable de que estuviese tan radiante. Debería ser un poco más digna. Le había dicho que no tenía esperanza de que le correspondieran su amor, ¿entonces por qué sonreía de esa forma?, ¿por qué llevaba el vestido rojo?

Desde el otro lado de la habitación, Ellie había visto el gesto de Jack y reprimió un suspiro. Estaba muy nerviosa desde el beso y lo disimulaba con un aire de felicidad exagerada. Era muy importante que Jack no sospechase lo que había significado el beso para ella. Lo horrorizaría saber que desde el beso no había dormido, que había revivido cada segundo de placer.

Desde el momento en el que entró en la fiesta había quedado claro que Jack no sentía lo mismo. Ellie había notado cuánto se arrepentía del beso y estaba segura de que estaba espantado porque a lo mejor ella lo había malinterpretado. «No tiene por qué preocuparse», pensó Ellie con orgullo, «no pienso ponerlo en una situación comprometida». Sonrió a Jack con la intención de tranquilizarlo, pero no recibió respuesta. El sí sonreía a todo el mundo, incluso al grupo de ex novias que lo felicitaban muy cariñosamente. Durante la fiesta Jack la evitó. Ellie empezó a sentirse furiosa. ¡No era culpa de ella si Jack la había besado! Si no quería casarse, que lo hubiese dicho, pero si había ido a la fiesta, podía hacer un esfuerzo por comportarse como un novio. Ellie, por consideración hacia su familia, resistió la tentación de dirigirse a donde estaba Jack, apartar todas las manos femeninas que tenía sobre sus hombros y decirle que si lo único que quería era un ama de llaves gratis que se buscase a otra. Sus padres estaban tan contentos por ella que no podía decepcionarlos. Ellie levantó la cabeza y esbozó una sonrisa maravillosa. Pensaba pasar por una novia inmensamente feliz, aunque le costase la vida.

Conocía a todo el mundo desde que era niña, así que no le iba a costar mucho divertirse; de no ser porque no podía desdeñar a Jack como él la desdeñaba a ella. Cada vez que lo miraba estaba con una chica distinta. Todas eran rubias y guapísimas, y estaba segura que todas sabían lo que se sentía cuando Jack te besa.

De repente se vio desbordada por un sentimiento de desolación. ¿A quién iba a engañar? Cualquiera con dos ojos en la cara se podía dar cuenta de que ella no era su tipo. ¿Iba a creerse alguien que Jack la había elegido a ella entre todas esas chicas? Desde luego que no. La maravillosa sonrisa desapareció de su rostro, se sintió humillada y expuesta a las miradas de todos. Tenía que irse. Balbució una excusa y salió de la habitación. Se fue al porche trasero, protegido por unas frondosas ramas que le daban sombra. Se oían voces en la cocina, donde su madre y familia preparaban ensaladas entre risas y bromas. Ellie se sentó en una de las viejas sillas, disfrutando del silencio y de la tranquilidad de estar sola.

– ¿Qué haces aquí?

Ellie se giró bruscamente al oír la voz de Jack. Avanzaba por el porche hacia ella con un aspecto tremendo. El corazón le dio un vuelco, en parte por el susto y en parte por la furia que sentía por quererlo tanto, incluso cuando era tan desconsiderado.

– ¿Tú que crees…? -contestó, dejando claro su enfado. ¿A santo de qué iba a estar él enfadado?

– ¿Vas a encontrarte con tu famoso enamorado? -dijo Jack con una voz deliberadamente ofensiva.

Ellie se quedó tan impresionada que solo pudo mirarlo fijamente.

– ¿Cómo dices…?

– He visto cómo mirabas alrededor para que nadie te viese salir. Era evidente que ibas a encontrarte con alguien. Creía que me habías dicho que no había nada entre vosotros.

– Y no lo hay -dijo secamente.

– Ya… -Jack no intentaba disimular su incredulidad-. Entonces, ¿por qué te escabullíste así?

– No me he escabullido. Necesitaba aire, solo quería estar sola un rato. No quiero que nadie me siga.

Jack no se dio por aludido. Se sentó en la silla de al lado.

– ¿Por qué no?

– Porque no me gustan las fiestas.

– Casi me engañas, creí que te lo estabas pasando muy bien.

– ¿Por qué iba a estar pasándomelo muy bien, Jack? -preguntó con una tranquilidad reveladora-. Me he pasado el día mintiendo a mi familia y amigos. He tenido que fingir que estaba enamorada de un hombre que no me hacía ningún caso. He tenido que soportar la miradas de lástima de todas tus ex novias, que se preguntan sin disimulo por qué te casas conmigo cuando no te intereso lo más mínimo. ¿Crees que tiene algo de divertido?