Ellie había visto la sonrisa de Jack y se imaginó el esfuerzo que había hecho para fingir que era el día más feliz de su vida. Apenas había sido capaz de besarla. Deseaba consolarlo, decirle que en realidad no tenía que pasar por todo eso, pero era demasiado tarde. Ya estaba hecho. Estaban casados. Lo único que podían hacer era recibir los abrazos y felicitaciones que acabaron por separarlos.
Para Ellie la fiesta fue tan nebulosa como la ceremonia. Todo el mundo le decía lo radiante que estaba, pero ella estaba convencida de que lo decían porque era lo que siempre se decía a una novia. No se sentía radiante. Se sentía sola y distante. Jack tenía a Alice entre sus brazos. Alice, impresionada por la multitud, se agarraba a él y escondía la cara detrás del cuello de su padre. La expresión de Jack, mientras intentaba tranquilizar a su hija, decía todo lo que Ellie necesitaba saber. Alice y él eran un conjunto indivisible. Ellie se giró y se encontró con la mirada comprensiva de Clare. No quería que nadie sintiera lástima por ella y no iba a sentir lástima de sí misma. Sabía perfectamente lo que hacía al casarse con Jack. Había hecho una elección e iba a sacar todo lo mejor de ella. Sonrió a Clare con una sonrisa franca y desafiante; sonrió a los fotógrafos y durante los discursos; y sonrió al cortar la tarta. Sonrió incluso cuando los invitados comentaban que acababan de enterarse de que Alice era la hija de Jack. Estaba segura de que lo decían con cierta lástima y con la tranquilidad de entender por fin el motivo por el que Jack había decidido casarse con ella. Naturalmente, necesitaba una madre para su hija. ¿Qué otro motivo podía haber? Nadie lo mencionó, pero Ellie estaba convencida de que era lo que todos pensaban.
Se encontraba sola y aprovechó la ocasión para retirarse a un rincón y dejar de sonreír. La fiesta seguía al margen de ella y el granero se llenó con el ruido de las risas, la música y el baile. Ellie vio a Clare y Gray en medio de la muchedumbre. Estaban de pie, ni siquiera se tocaban, pero por algún motivo parecían estar unidos, perfectamente equilibrados. Mientras los miraba, Gray pasó una mano por la espalda de Clare. Fue un gesto discreto, pero tan sensual que hizo que sintiese una envidia dolorosa. Había algo tan íntimo que Ellie se ruborizó, como si hubiese estado fisgando en su dormitorio. Apartó la mirada y se encontró con los ojos de Jack. Su corazón pareció detenerse.
Estaba en el otro extremo del granero, la miraba con una expresión grave y, cuando sus ojos se juntaron, la música se desvaneció y las parejas empezaron a bailar en medio de una bruma silenciosa. Estaban solos, mirándose el uno al otro. Jack se acercó sin prisa, sin importarle la gente que los rodeaba. De repente, Ellie se sintió muy cansada. Sabía que debía recomponer la sonrisa y seguir haciendo el papel de la novia feliz y radiante, pero no podía. Jack se paró delante de ella, protegiéndola del resto de invitados.
– Has tenido suficiente… -dijo con amabilidad y alargó una mano-. ¿Nos vamos?
CAPÍTULO 7
ELLIE NO respondió. Asintió con la cabeza y tomó su mano. Fuera, la noche era fría y estrellada. Ellie miró al cielo y suspiró.
– Gracias -dijo después de un rato.
– Vi cómo mirabas a Clare y Gray. Vi tu cara cuando creías que nadie podía verte -dudó al recordar lo vacío de su expresión-. Sé cuánto te ha costado mantener la sonrisa todo el día. Nadie podía imaginarse que no era la boda que querías.
– Tampoco era la boda que tú querías -dijo en voz baja.
– No -dijo después de una pausa.
Todavía sujetaba su mano y Ellie notaba mucho su presencia, era una figura oscura y sólida a la luz de las estrellas. Su camisa blanca brillaba en la oscuridad y, a medida que su visión se iba adaptando, pudo apreciar más detalles: la corbata suelta, el cuello de la camisa desabrochado, la firmeza de su mandíbula. Sus ojos se posaron en su boca y pudo sentir la calidez del beso que le había dado, como si sus manos todavía sujetaran su rostro. Ellie separó la mano y se dirigió hacia la fiesta.
– ¿No… no crees que nos pueden echar de menos? -preguntó con la esperanza de que Jack no se diese cuenta del tono agitado de su voz.
Negó con la cabeza mientras avanzaban juntos.
– La fiesta está en su mejor momento. A nadie le parecerá extraño, aunque nos hayan visto salir. Estamos casados.
– Así es. Todavía no me lo puedo creer.
– Me lo imagino. Les dije a Gray y Kevin que no quería jaleo, así que espero que nos ahorren todas las típicas bromas. Con un poco de suerte, si alguien nos ha visto salir, pensará que estamos deseando irnos a la cama.
– Seguro…
Había tal desolación en la voz de Ellie que Jack se arrepintió de no haber pensado un poco lo que iba a decir. Ellie estaba en el último escalón del porche y Jack la detuvo.
– No tienes que preocuparte, Ellie -dijo bruscamente.
– ¿De que…?
– De dormir juntos. Hoy tendremos que compartir el dormitorio. Pero solo será por una noche -su sonrisa brillaba en la oscuridad con un gesto extraño-. No te tocaré. Y mañana, cuando se haya ido todo el mundo, me pasaré al dormitorio que hay al lado del de Alice.
– Entiendo.
– Supongo que deberíamos haber hablado de esto antes -Jack parecía desanimado por la falta de respuesta-. Simplemente me imaginaba que no querrías dormir conmigo.
Su afirmación no daba lugar a una respuesta. ¿Qué quería que dijese? «Oh, no Jack quiero que me hagas el amor toda la noche, todas las noches. Quiero estar en la cama a tu lado y acariciar tu cuerpo. Quiero besarte hasta que me quede sin respiración y entonces quiero que me beses tú», ¿eso quería que dijese? No podía decir la verdad, pero si no decía algo a lo mejor no volvía a tener la oportunidad.
– Bueno yo…
– Sé que te resulta difícil -dijo Jack rápidamente al notar que no sabía qué responder-. Estás enamorada de otro hombre y, naturalmente, no querrás meterte en la cama conmigo. No quiero que pienses que alguna vez he creído lo contrario.
– Nunca lo pensé -Ellie se recogió la falda y volvió a subir los escalones para alejarse de la presencia de Jack y de la tentación de no resistir y decirle la verdad. El esfuerzo por parecer tranquila hizo que su voz sonase fría-. Nunca pensé que quisieras acostarte conmigo.
– ¿No?
Lo seco de la réplica la detuvo en el segundo escalón, se giró lentamente, casi con temor, y lo miró. Estaba al pie de la escalera, aparentemente tranquilo. Tenía la chaqueta echada sobre los hombros y una expresión burlona que la desconcertó.
– No… bueno… quiero decir… quedamos en que seríamos amigos…
Jack la miró. Ella se mantenía sobre los escalones como en equilibrio, con una mano sujetaba su vestido de novia que caía en delicados pliegues. La seda se reflejaba sobre su piel dándole un tono parecido al de las estrellas y sus ojos eran como dos profundos estanques en su pálido rostro.
– En efecto, eso es lo que dijimos, ¿no? -dijo con media sonrisa-. Y eso es lo que seremos -Ellie lo miró sin saber qué pensar. ¿No quería que fuesen amigos? Dudó, pero antes de que pudiera preguntarle por el tono de su voz, Jack había subido las escaleras y la esperaba con la puerta de la casa abierta de par en par, como si no hubiese nada más que comentar-. Lizzy quería saber dónde íbamos a dormir -Jack siguió en tono seco e impersonal-. Sabe que todavía no nos hemos mudado del todo y creo que quería estar segura de que el dormitorio te iba a gustar.
Abrió la puerta del dormitorio principal e hizo un gesto a Ellie para que entrara. Se podría decir que ella entró dando un rodeo, en un intento exagerado de no rozarlo ni hacer nada que se pudiera interpretar como una sugerencia no deseada. Era una de la últimas habitaciones que habían decorado juntos. Ellie se acordaba de cuando la pintaron y de que ella se preguntaba si alguna vez sería la habitación que compartirían. Pues bien, lo iba a ser, aunque fuese por una noche. Además, Lizzy había puesto algo de su parte para crear un ambiente romántico. Había flores sobre la cómoda, una lámpara iluminaba levemente la cama y un camisón de encaje esperaba sugerente sobre la almohada.