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– Vaya… -dijo Ellie débilmente.

– Nadie podrá acusar a Lizzy de no hacer todo lo posible por ti -Jack intentó hacer una broma y Ellie lo miró.

– No -dijo, emocionada.

Se hizo el silencio y el camisón parecía burlarse de ellos desde la cama. Ellie, incapaz de seguir mirándolo, lo tomó con una expresión inconscientemente melancólica. Era precioso, era como un suspiro de seda y encaje, y debía haberle costado a Lizzy una fortuna. Era perfecto para una novia.

Para una novia de verdad.

Pudo notar que le brotaban las lágrimas y se las enjugó con furia mientras doblaba el camisón y lo metía en el cajón superior de la cómoda. Se aclaró la voz.

– Es precioso -dijo queriendo parecer indiferente-, pero no es el tipo de prenda que se pone una para dormir con un amigo.

– No -concedió Jack. Y se giró bruscamente sobre sus talones-. Voy a ver qué tal está Alice.

Una vez sola, Ellie deambuló por la habitación. Su cuerpo vibraba por la tensión y su cerebro estaba nublado por el cansancio, pero sabía que esa noche no podría dormir. Cómo iba a dormir si Jack estaría a su lado, tentador, al alcance de la mano. ¿Y si hablaba dormida?, ¿y si se giraba sobre él?, ¿cómo iba a evitar aferrarse a él y rogarle que le hiciera el amor?, ¿cómo iba a soportar ser su amiga? Se paró en seco y decidió que tendría que hacerlo. Solo era una noche. Se estaba poniendo nerviosa por nada. Porque no iba a pasar nada. Sería fácil, solo tenía que encontrar la vieja camiseta que usaba para dormir, lavarse la cara y acostarse. Cuando llegara Jack, le daría las buenas noches y se dormiría. En ese momento, Ellie se encontró con el primer escollo: no podía soltar el seguro de la cremallera del vestido. Se retorció y estiró los brazos todo lo que daban de sí, pero era imposible. Al final se rindió y se fue al cuarto de baño para lavarse la cara; acabaría encontrando una solución para eso.

La puerta del cuarto de Alice estaba entreabierta. Seguramente Jack seguía dentro, estaría esperando a que ella se pudiese cambiar sin prisas. Se sentía mejor después de lavarse los dientes y quitarse el maquillaje. Volvió a recorrer el pasillo camino del dormitorio con la cabeza bien alta. No iba a estropearlo todo haciendo una tontería. Al pasar por delante del cuarto de Alice, un movimiento captó su atención. La luz del pasillo entraba en la habitación justo hasta donde estaba la cuna y donde Jack, de pie, miraba una foto que tenía entre sus manos. En ese momento Jack levantó la cabeza y Ellie pudo ver, a pesar de la penumbra, que su expresión era de una tristeza tal que se le partió el corazón. No hacía falta ver la foto para saber que era la de Pippa, que siempre estaba junto a la cuna de Alice. Se miraron en silencio. Ellie se limitó a mirarlo con impotencia y deseando poder hacer algo para consolarlo. Se volvió y se alejó sin ruido, lo único que podía hacer por él era dejarlo solo con su pena y su hija.

Sus sentimientos eran tan frivolos comparados con los de Jack… Debía de haber sido un día terrible para él. Tenía que haber sido Pippa la que estuviera en su lugar. ¿Cómo había podido siquiera mirarla?, se preguntó Ellie, ¿cómo había podido siquiera sonreír? Ellie suspiró sentada en el borde de la cama. Pobre Jack, pobre Pippa, tanto amor y alegría, y ya nada.

– ¿Piensas dormir vestida así? -Jack estaba en el umbral de la puerta. Intentaba por todos los medios parecer natural.

– No -Ellie se levantó. Quiso seguir su tono y fingir que todo era normal-. No puedo bajar la cremallera, nada más…

– Ven, lo intentaré yo.

Jack entró en el cuarto y Ellie le dio la espalda, como si se colocará en el borde de un abismo. No podía fingir que todo era normal cuando Jack estaba sufriendo tanto.

– Oh, Jack… -dijo temblorosa-, lo siento… -él se paró. No dijo nada. Solo abrió los brazos y Ellie se dejó abrazar. Parecía que era ella la que necesitaba consuelo-. Ha tenido que ser un día horrible para ti -sus brazos rodeaban la espalda de Jack, su rostro se apoyaba en el hombro y podía oler su cuerpo cálido y masculino. Él se movió con una agilidad casi perezosa, pero era como una roca a la que podía aferrarse, su cuerpo era firme y sólido, y extrañamente protector.

– Y para ti -Jack apoyó su mejilla sobre el pelo de Ellie.

Se había fijado en la foto de Pippa al inclinarse sobre la cuna de Alice. Pippa le sonreía y Jack sintió un gran dolor por su pérdida al recordar su gracia y su belleza. Durante todo el día había pensado mucho en Pippa. Le había explicado a la fotografía el motivo de su boda, pero mientras estaba al borde de la cuna sus recuerdos se confundían con la presencia borrosa de Ellie. Con la tristeza de sus ojos mientras se acercaba a él. Con la melancolía con la que observaba a Clare y Gray. Con la forma en que miraba a las estrellas vestida de novia.

En ese momento, Jack la tenía entre sus brazos y sentía su suavidad y esbeltez. Podía oler su perfume, ligero y volátil, y sintió la seda del vestido al acariciarle delicadamente la espalda, como se acaricia a un animalito asustado.

Poco a poco el cuerpo de Ellie fue perdiendo la tensión. Se abandonó en brazos de Jack con un leve suspiro, el único estorbo eran los pasadores del pelo que se clavaban en su mejilla. El le quitó primero uno y luego el otro y su pelo cayó alrededor del rostro.

Ellie no protestó, aunque se separó un poco por la sorpresa, y se encontró con los ojos de Jack que miraban los suyos. Comprendieron que mientras durase el silencio, la sensación de consuelo iba dejando su lugar a algo mucho más perturbador, a algo que flotaba persistentemente en el aire y que se filtraba en sus cuerpos. Jack, lentamente, abrió las manos y dejó caer los pasadores al suelo, pero Ellie no reaccionó. Seguía quieta, sin dejar de mirar a Jack. Él metió los dedos en la melena de Ellie.

– Ellie… -dijo Jack con una voz profunda-, ¿no crees que aunque solo sea esta noche podríamos ser algo más que amigos?

Ellie lo miró muda. El corazón se le salía del pecho. Sabía lo que quería Jack. Quería olvidar su dolor, quería dejar de pensar y recordar, alejar por un momento su pasado. Ella no podía recuperar a Pippa, pero sí podía hacer eso por él.

– ¿Serviría de algo? -preguntó suavemente.

– Creo que sí -dijo gravemente mientras los dedos recorrían su piel desde la mejilla hasta el cuello- No quiero decir que todo se vaya a solucionar, pero a lo mejor nos viene bien superar esta noche, ¿tú que crees? -hablaba tan bajo que la voz parecía deslizarse sobre la piel de Ellie.

– Yo… creo que también -tenía la boca seca y todos sus sentidos esperaban el gesto más leve para reaccionar.

La mano de Jack le acariciaba la nuca por debajo del pelo.

– No quiero obligarte, Ellie. Puedes negarte. Lo sabes, ¿verdad?

– Sí, lo se.

Jack la atrajo lentamente. Tenía los labios sobre su sien, fueron bajando por su mejilla, cálidos, casi apremiantes, hasta detenerse en el borde de la boca.

– Solo es esta noche… -repitió él.

– Lo sé.

– Tú también necesitas consuelo, ¿verdad?

Notaba su aliento sobre los labios y cerró los ojos luchando contra el deseo.

– Sí -dijo como pudo-. Sí, también lo necesito.

– ¿No quieres decir no?

– No. Te quiero a ti -su voz era un suspiro, pero las palabras resonaban por toda la habitación. «Te quiero a ti. Te quiero a ti». Era verdad, pero Ellie no tenía intención de decírselo a Jack-. Solo por esta noche -añadió rápidamente.