Выбрать главу

– Solo por esta noche -dijo Jack. Sus labios se apoderaron de los de Ellie, quien jadeaba con una mezcla de alivio y excitación y tenía la extraña sensación de haber llegado a casa por fin. Rodeó su cuello con los brazos y se entregó a la embriagadora experiencia de ser besada por Jack, como siempre lo había deseado. Sabía que no era real, que no era para siempre, pero se conformaba con estar esa noche entre sus brazos y poder responder a sus besos. Al día siguiente volverían a fingir, pero en ese momento… no había necesidad de contenerse, ni temor a que Jack adivinase la verdad. Se consolaban el uno al otro. Jack la atrajo firmemente contra sí, sus manos le recorrían toda la espalda y Ellie se sentía derretida sobre su cuerpo, incapaz de pensar en nada que no fuese el cuerpo de Jack y la necesidad que crecía dentro de ella con cada beso y cada caricia-. ¿No querías que te desabrochara el vestido? -murmuró seductoramente.

– Sí -dijo sin respiración y con un escalofrío al sentir la sonrisa sobre su cuello.

– Veré lo que puedo hacer.

Sus manos se deslizaron sobre los hombros hasta alcanzar el cierre de la cremallera. Le costó desabrocharlo, porque Ellie no paraba de besarle el cuello y manipular los botones de la camisa. Se encontraba torpe y apresurado, hasta que por fin, de un tirón, consiguió soltarlo. Jack bajó la cremallera lujuriosamente hasta el final de la espalda mientras le besaba el cuello hasta alcanzar la delicada curva de los hombros. Volvió a subir las manos hasta la nuca y la acarició hasta que Ellie sintió que iba a deshacerse en un placer enloquecedor. Se estrechó contra Jack con un murmullo a medias entre una queja y un ruego. Él dejó caer el vestido, que quedó en el suelo como un sueño de seda, y la rodeó para soltar el sujetador, que fue a parar junto al vestido.

– Ellie… -contuvo la respiración, no esperaba la forma en que ella lo miraba. Estaba delante de él, esbelta, con un cuerpo suavemente curvado y su piel brillaba a la luz de la lámpara. Jack sentía como si una poderosa fuerza lo hubiese golpeado y lo hubiese dejado tambaleándose e indefenso-. Ellie… -repitió con la voz quebrada.

La incredulidad de Jack era tan evidente que ella se dio cuenta de su poder. Permaneció quieta y sonriente hasta que él la abrazó con sus temblorosas manos y ella perdió el sentido del tiempo. Él la volvió a estrechar contra sí con impaciencia. Entre besos frenéticos se deshicieron de la ropa de Jack y, una vez desnudos, se tumbaron sobre la cama. Las manos de Jack acariciaban posesivamente su cuerpo, eran fuertes y seguras, la exploraban maravilladas, se deslizaban sobre su piel sin olvidar un rincón, sus labios le seguían dejando rastros de placer hasta que ella se arqueó, jadeando su nombre.

Era tan sólido, tan excitante. Ellie recorrió con sus manos todo su cuerpo, como si algo se fuese a acabar. Nada era suficiente, ni los besos, ni las caricias. Se colocó encima de él, disfrutando de su cuerpo fuerte y flexible, del sabor y textura de su piel y de los músculos que buscaban sus dedos anhelantes. Ellie se dejó dominar por el placer sin tiempo, por el placer que le proporcionaban los labios de Jack, que iban descubriendo sus secretos más íntimos, que le abrían el camino para volar sin ataduras. Nunca había sentido nada tan intenso; era extasiante, electrizante. Clavó los dedos en la espalda de Jack mientras decía su nombre y se movían con un ritmo irresistible que los elevó hasta alturas desconocidas, antes de terminar con una explosión liberadora.

Tardaron mucho en dormirse. No querían desaprovechar la noche que tenían, yacieron abrazados, explorándose otra vez, y volvieron a hacer el amor, lentamente, como hechizados. No hablaron. La palabras podrían haber roto el hechizo. Solo se abrazaron y, al final, Ellie se durmió con la cara sobre el pecho de Jack.

A la mañana siguiente, los rayos del sol despertaron a Ellie. Se quedó un rato somnolienta, con los ojos cerrados, como resistiéndose a despertar y a que llegase el día. El día significaba el final de una dulce y larga noche. Dio la espalda a la ventana, seguía con los ojos cerrados, pero no sirvió para nada. Estaba despierta y la magia se había disipado con la noche. «Solo por esta noche» había dicho Jack, y ella había prometido lo mismo. Y la noche había terminado. A Ellie la torturaba el recuerdo del placer que habían compartido. Nunca lo olvidaría, ni se arrepentiría de ello, pero tenía que aceptar que no volvería a ocurrir.

Se abrió la puerta y entraron Jack y Alice. Vestía vaqueros y camiseta y llevaba una taza. Se sentó al lado de la cama y Ellie se incorporó, tapándose con las sábanas.

– ¡Vaya, te has despertado! -dijo como si no hubiese pasado nada-. Te he traído una taza de té.

– Gracias -Ellie se sentía ridiculamente tímida a la luz del día y agradeció que Alice se subiera a la cama. Por lo menos podía sonreír y jugar con ella.

Jack se retiró bruscamente y abrió las contraventanas.

– No se oye un alma.

– Estarán todos dormidos -dijo ella haciendo un esfuerzo por adoptar el mismo tono natural.

– Ha debido de ser una noche muy tranquila.

Ellie se concentraba en Alice, la sujetaba de las manos para que pudiera mantenerse de pie.

– Seguramente -su voz carecía de expresividad.

Jack se había quedado junto a la ventana, pero en ese momento se acercó y se sentó en el borde de la cama.

– También ha sido una noche muy tranquila para nosotros -su aliento abrasó la garganta de Ellie.

– Sí…

Sin preocuparse por Alice, tomó la mano de Ellie.

– No sé cómo agradecerte…

Sus dedos eran fuertes y cálidos. Esa noche los había tenido sobre sus pechos. Ellie tragó saliva y miró a otro lado.

– No tienes que agradecerme nada, Jack.

– Yo creo que sí. Anoche… -dudó, quería encontrar las palabras precisas que dijeran lo que había significado para él.

– Lo sé -contestó rápidamente, antes de que le recordara que no era nada serio-. Anoche nos consolamos el uno al otro -retiró la mano y, cuando Jack intentó retenerla, levantó orgullosamente la frente. No iba a rogarle nada que él no pudiera dar-. Yo también te estoy muy agradecida, Jack. Sin ti la noche habría sido muy larga y solitaria, pero no tienes por qué preocuparte. No voy a darle mayor importancia. Los dos sabemos dónde estamos, ¿no?

– Sí -dijo Jack desanimado por su postura. Le habría gustado que la situación le resultara tan clara como parecía resultarle a ella. Había sido tan embriagadora… Todavía podía sentir su piel sedosa y la pasión que los había arrebatado. Él había dicho que quería consuelo, pero por algún motivo el consuelo se había transformado en placer, el placer en pasión y la pasión, a su vez, en algo más arrebatador y apremiante, algo con un poder indescriptible-. Claro que lo sabemos -repitió con más firmeza, por si Ellie sospechaba que no lo sabía.

Estaba claro que para ella la noche anterior había sido una excepción y que se sentiría incómoda si decía algo en ese momento, y eso era lo último que él quería.

– Una noche es una noche -siguió Ellie dispuesta a que Jack comprendiera que no iba a incomodarlo malinterpretando lo que había pasado.

No podía dirigirle la mirada y le resultaba más fácil concentrarse en Alice, que seguía feliz y al margen del extraño ambiente que se había creado.

– Sí -volvió a decir Jack, que no podía pasar por alto los desnudos hombros de Ellie y el cuerpo también desnudo que se ocultaba bajo las sábanas.

Ellie bajó la vista y se fijó en el anillo de boda que tenía en el dedo.

– No… no es que yo… -¡Dios mío!, cómo podía explicarle lo maravilloso que había sido sin que pareciese que le estaba pidiendo más-. Quiero decir…, a mí me pareció muy bien -dijo entrecortadamente y arrepentida de lo impropio de las palabras-. Pero creo que lo mejor es dejarlo así, tal y como acordamos.