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– Por cierto, ¿querías algo? -consiguió preguntar.

– ¡Es verdad! -recordó Jack-. Estoy pensando en reunir el resto de ganado la semana que viene. Está en una zona muy difícil y solo se puede ir a caballo. Sería muy difícil para nosotros cuatro. He hablado con Gray y está dispuesto a echarnos una mano, pero seguiríamos siendo pocos, él sugirió que podría venir con Clare para que se hiciese cargo de Alice y que tú vinieses con nosotros -Jack dudó un instante-. Nos vendría muy bien tu ayuda, pero no te sientas obligada.

– Me encantaría -estaba tan emocionada ante la idea de salir al campo que no se quejó de que no la considerara esencial. Habría preferido que no fuese Gray quien sugiriese que podía hacer algo fuera de la cocina, pero por lo menos saldría, conocería Waverley y haría el trabajo que adoraba. Si consiguiese demostrar a Jack lo útil que podía ser, a lo mejor la dejaría participar más en los asuntos de la finca. Podrían hablar del campo y rellenar esos silencios que se producían cuando estaban solos. Poco a poco todo sería como antes. Quizá, incluso llegara a necesitarla. De repente la vida estaba llena de posibilidades. Se volvió a Jack con una sonrisa-. ¿Cuándo vamos?

Jack parpadeó ante tanta alegría. Los ojos de Ellie brillaban y su rostro estaba tan radiante que parecía que le había ofrecido la luna en vez de la posibilidad de cabalgar durante horas bajo un sol abrasador y tener que dormir en el suelo. Sintió que la garganta se le secaba. Ellie tenía la frente manchada y las uñas llenas de tierra. El sombrero estaba machacado y la camisa deformada, pero cuando sonreía así uno no se fijaba en esas cosas. «No es guapa», pensó Jack, su mirada recorrió sus mejillas y terminó en el hueco de la base del cuello, donde se podía notar un leve latido. Al verlo, Jack recordó lo que había sentido al besarlo. «No es guapa», se repitió. Tan solo era Ellie. Había tardado semanas en apartar el recuerdo de la noche de bodas. Quería ser su amigo, pero le resultaba muy difícil si se producían esas situaciones que él no podía prever. Antes de la boda se imaginaba que se sentarían por las tardes hablando de cómo había transcurrido el día y de los planes que tenían para Waverley, pero eso no había ocurrido ni una vez. En cambio, se había encontrado dándose cuenta de pequeños detalles sobre Ellie que no conocía: la ternura de su rostro cuando daba las buenas noches a Alice, lo recta que era su espalda, la forma en que se colocaba el pelo detrás de la oreja. Hubo un momento en que pensó que Ellie era una persona que transmitía tranquilidad y sosiego, pero ya no pensaba lo mismo. Lo incomodaba y lo irritaba ligeramente. No era culpa de ella, Jack lo sabía. Ellie era estupenda. Era alegre y amigable, como siempre, pero no daba señales de que la noche de bodas hubiese cambiado nada entre ellos. Eso debería hacerlo sentirse mejor, pero, al contrario, se sentía peor. Durante el día se podía distraer con el trabajo físico o con Alice. Pero por la noche… Jack se tumbaba en la cama mirando el techo, deseando olvidarse de la forma exacta del cuerpo que había acariciado desde los pechos hasta la cintura y las caderas. Intentaba tratarla como siempre, pero le resultaba difícil.

Después de unas semanas, la sensación de intranquilidad había desaparecido y había empezado a pensar que exageraba. Todo marchaba bien. Alice estaba feliz, Ellie parecía contenta y a los hombres les encantaba su comida. La sugerencia de Gray para que Ellie se uniera al grupo llegó justo en el momento en que Jack se estaba preguntando cómo recuperar la relación. Parecía una solución perfecta y no habría habido problemas si Ellie no hubiera sonreído de esa forma. ¿Qué era lo que le resultaba tan turbador? Jack tenía la sensación de no poder bajar la guardia, también se sintió ridículo por pensar eso de alguien que nunca había pretendido ser nada más que una amiga.

Estaba preocupado mientras bañaba a Alice esa noche. La niña estaba muy excitada por sus nuevas habilidades y no había forma de tranquilizarla. Se quedó un rato junto a la cuna, recordando la cara que había puesto cuando se dio cuenta de que podía andar y recordando la sonrisa de Ellie cuando la soltó. Jack frunció el ceño. No quería pensar en Ellie. Su mirada se detuvo en la fotografía de Pippa y la tomó con tristeza. En ese momento sabía bien lo que quería. Quería a Pippa, con su belleza y su pasión. Pippa lo había llevado a los extremos: de felicidad, de ira y de amargo arrepentimiento cuando se fue. Pero incluso en los momentos más negros sabía exactamente lo que sentía. No sentía la confusión y la duda que lo dominaban en esos momentos. Jack ni siquiera sabía de qué dudaba. Lo único que tenía claro era que no sabía si reunirse con ella en la cocina. Cuando entró, Ellie estaba cocinando.

– ¿Qué pasa? -preguntó ella después de una rápida mirada.

Jack había echo un gran esfuerzo por recomponer sus facciones en un gesto de indiferencia y lo molestó comprobar que había sido una pérdida de tiempo.

– Nada -respondió con tono cortante.

Ellie no dijo nada. Solo lo miró con sus ojos verdes y Jack sintió que la irritación que había sentido se le escapaba como el aire de un globo pinchado. Se sentó en la mesa mirándose las manos.

– Pensaba en Pippa -dijo en otro tono.

Ellie volvió a mirar lo que estaba cocinando.

– La echas de menos, ¿verdad?

– Echo de menos lo que pudo haber sido -dijo con un suspiro-. Echo de menos que no haya oído a Alice decir sus primeras palabras, que no haya estado hoy para verla dar sus primeros pasos. No debería haber muerto.

– No, no debería haber muerto. No fue justo.

Jack se levantó, incapaz de estarse quieto.

– Pensé que sería más fácil lejos de Bushman's Creek -dijo Jack mientras daba vueltas por la cocina-. En Waverley no hay recuerdos suyos, pero por algún motivo eso es peor. Pippa habría sido feliz aquí. Habría sido muy feliz con Alice y conmigo. Hay veces que me lo imagino tan claramente que puedo oír su risa -miró a Ellie casi a la defensiva-. Te parecerá estúpido.

– No, Jack. Significa que la amabas y que sufres por ella.

Jack se agarró al respaldo de la silla con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Ellie ni siquiera estaba segura de que la hubiese oído.

– Lo que siento es… -buscó las palabras precisas. Quería explicar a Ellie que el eco de la risa de Pippa estaba desapareciendo, que su imagen se estaba borrando, que se tenía que aferrar a su memoria porque se sentía culpable de que se estuviera marchando. Pippa le había dado a Alice y él estaba obligado a mantener su recuerdo tan vivo y diáfano como el día que se fue-. Siento como si ella debiera estar aquí, disfrutando de todo. Pero cuando miro, no está. Tú estás ahí…

Jack no pudo seguir, era incapaz de explicar lo que sentía hacia ella, que todo lo que había dado por supuesto, de repente, no estaba nada claro.

Ellie seguía cocinando. Qué estúpida había sido al pensar que el recuerdo de Pippa terminaría por desvanecerse. Deseaba tanto ayudar a reunir el ganado… Estaba convencida de que podría haber significado el principio de un cambio en su relación, de que podría acabar sustituyendo a Pippa. ¡Qué necedad pensar que él iba a olvidar a alguien como Pippa! El día de la boda buscó consuelo, pero nada más que consuelo. Era algo que ya sabía, pero no podía evitar sentirse herida, porque desde entonces la había apartado. El fantasma de Pippa estaba presente en todo momento.

– Lo siento, Jack -fue todo lo que pudo decir, sabía que no podía hacer nada para ayudarlo-. Me gustaría que todo fuese distinto. De verdad.

Los rizos le cubrían la cara, pero Jack pudo notar la tristeza en su voz y se acordó de que tenía sus propias penas que soportar. Durante todo el tiempo que Jack había estado preocupado por el efecto turbador que Ellie tenía en él, ella habría estado pensando en otro hombre y deseando, como él, que las cosas hubiesen sido de otra forma. Jack se alegraba de no haberle dicho cuánto pensaba en ella. Lo habría complicado todo mucho.