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– Siento llegar tarde -dijo con un hilo de voz.

– No importa -dijo Jack impresionado por su estado. Su mirada le recordaba a sí mismo cuando se fue Pippa. ¿Había sentido lo mismo Ellie al ver marchar a Scott? Si era así, debía quererlo más de lo que él podía haberse imaginado. O más de lo que él quería imaginarse-. Lo has pasado… mal -dijo intentando demostrar comprensión.

Ellie se miró las manos. «Mal» era una palabra curiosa para definir la desolación que la había atrapado al darse cuenta de lo poco que importaba en la vida de Jack

– Estoy cansada, eso es todo.

Mientras, Alice, al margen de la tensión que flotaba en el ambiente, chapoteaba en la bañera y daba grititos salpicando a todos. Jack, con un suspiro, intentó hacer todo lo posible para ayudar a Ellie.

– Siento lo de anoche -dijo mirándola.

– No, fue culpa mía -dijo Ellie evitando su mirada-. Los dos conocíamos la situación cuando nos casamos. Yo pensé que todo sería perfecto…, pero no lo es, ¿verdad, Jack?

Él dudó y negó con la cabeza. No tenía sentido fingir que todo era perfecto.

– No, no es perfecto.

Ellie tomó aire y deseó ser capaz de decir todo lo que tenía que decir sin romper a llorar.

– Jack, ¿te acuerdas del trato que hicimos antes de casarnos? -¿recordarlo?, ¿cómo se iba a olvidar?, pensó con amargura, pero asintió con la cabeza y esperó a que siguiese-. Me hiciste prometer que si alguna vez me quería ir te lo diría -hizo una pausa-. Me quiero ir, Jack.

Todo se oscureció para Jack, que tenía la mirada perdida.

– ¿Por qué ahora? -dijo con una voz que no parecía la suya- Nada ha cambiado.

– Yo he cambiado -Ellie se detuvo para elegir las palabras que le hicieran comprender por qué se tenía que ir sin decirle la verdad, que solo complicaría más las cosas-. Pensé que podría soportarlo, pero no puedo.

– Podríamos hacer algunos cambios -dijo Jack con cierta desesperación-. Ya sé que no te he hecho participar de Waverley tanto como debería, pero lo intentaré -no podía creerse que Ellie estuviera ahí, tan tranquila, diciendo que iba a dejarlo. ¿Qué podía hacer sin ella?-. Contrataré a un ama de llaves. A alguien que pueda ayudar en la cocina y con Alice para que tú puedas estar más tiempo fuera. Eso estaría mejor, ¿no?

– Oh, Jack… -Ellie lo miró sintiéndose impotente-. Ya sé que me he quejado de estar encerrada en casa, pero ese no es el verdadero problema.

– Entonces… ¿cuál es?

– Son… mis sentimientos.

Se hizo un silencio agobiante. Jack sacó a Alice de la bañera y la cubrió con una toalla. No miró a Ellie.

– Todavía estás enamorada de él, ¿verdad?

Lo repentino de su voz la asustó.

– ¿Enamorada de quién?

Jack no podía pronunciar el nombre de Scott.

– Me dijiste que siempre habías querido a alguien. Que no tenías esperanzas y que por eso estabas preparada para casarte conmigo.

– Sí.

– ¿Todavía estás enamorada de él?

Ellie miró a Jack, podía dibujar su cara con los ojos cerrados, sabía cuántas arrugas tenía en la frente, conocía todas la canas de sus sienes y la longitud exacta de la pequeña cicatriz que tenía en la mandíbula. Formaban parte de ella de una forma inexplicable.

– Sí -dijo ella.

– ¿Y ese es el motivo por el que te quieres ir?.

– Sí -dijo con un suspiro. Ella estaba deseando poder decirle que era por él. La verdad le rondaba los labios, pero no pudo formar las palabras. Solo pensar en la expresión de incredulidad que pondría si le decía que lo quería a él hizo que se acobardara. Sería mejor dejarlo con la idea de que quería a otra persona-. Yo pensé que sería más fácil si los dos estábamos en la misma situación -siguió con cautela-, pero no. Lo único que conseguimos es que todo sea el doble de malo para ambos, y solo puede empeorar. Yo nunca seré Pippa y tampoco tendré nunca lo que quiero realmente. Cuanto más tiempo me quede, más nos vamos a amargar y más daño nos vamos a hacer -miró a Jack pero estaba frío y hermético. ¿No lo entendía?-. Lo siento.

¿Sentirlo?, ¿de qué servía sentirlo?, pensó Jack amargamente.

– ¿Qué va a pasar con Alice? -no era justo usar a Alice como chantaje, pero en ese momento no se sentía muy justo.

Ellie se mordió el labio.

– No me iré inmediatamente. Esperaré a que encuentres a alguien que se ocupe de ella.

– Gracias.

La ironía de su voz la hizo daño.

– Hago esto también por ti, Jack. Será mejor para los dos.

– ¿Y Alice?

– También será mejor para ella. No creo que le haga ningún bien crecer en una casa desgraciada.

– No tiene por qué ser desgraciada -insistió.

– Es lo que ha sido -dijo Ellie haciendo un esfuerzo por no llorar-. Y es lo que será. No soy la mujer que te conviene. Me prometiste que me dejarías marchar si te lo pedía.

Jack secaba mecánicamente los pies de Alice.

– Es verdad. Y te puedes ir si es lo que quieres.

* * *

No era lo que quería, pero era lo que necesitaban los dos. Se lo tuvo que recordar una y otra vez durante los diez días siguientes. Cada poro de su cuerpo le pedía que se olvidara de su orgullo, que le dijese la verdad a Jack y que le rogase que la dejara quedarse, pero sabía que no podía hacer eso. Era mejor romper de una vez que dejar que la situación siguiera eternamente. Daba igual lo que dijese Jack, acabaría encontrando a alguien a quien querer tanto como quería a Pippa, y Ellie no podía soportar la idea de estar ahí en ese momento.

No, era mejor irse en ese momento. Era mejor, pero muy difícil. Tan difícil…

Jack no intentó que cambiara de opinión. La trataba con una cortesía distante que le dolía más que su furia. Había llamado a una agencia de Darwin al día siguiente y les había pedido que enviaran a un ama de llaves lo antes posible.

– En este momento no tienen a nadie adecuado -le comentó a Ellie cuando le contó lo que había hecho-. Mientras tanto sugiero que sigamos como siempre -dijo fríamente.

– Claro -dijo Ellie con tranquilidad, pero cómo podía comportarse normalmente si tenía un peso en su interior que le impedía hacer nada; si respirar era un esfuerzo; si se movía lenta y pesadamente como una anciana quebrada por el dolor.

Hizo todo lo posible. Cocinó, limpió y comprobó cómo Alice andaba mejor cada día. La oyó decir palabras nuevas y se entristecía al pensar que algún día ese bebé sería una muchacha y ella no estaría ahí para verlo. Alguien ocuparía su lugar, para todo.

Cada vez que sonaba el teléfono se preparaba para oír que ya había un ama de llaves. Todos los días temía el momento en que Jack le dijese que ya no la necesitaba y que podía irse. Pero los días pasaban y no ocurría nada, y ella empezaba a anhelar que todo terminara. La espera, sin saber cuándo tendría que afrontar la situación, era un tormento. Estaba aterrada de pensar que si se quedaba más tiempo, su decisión no se cumpliría, y rezaba para que la agencia encontrase a alguien que la liberase de ese sufrimiento.

Sin embargo, cuando ocurrió tampoco estaba preparada. Estaba pelando unas patatas para la cena cuando entró Jack.

– Acabo de hablar con la agencia -dijo sin preámbulos-. Han encontrado un ama de llaves. Tiene unos cincuenta años, pero dice que le gustan los niños y tiene buenas referencias como cocinera.

Ellie se quedó mirando las patatas. Había llegado el momento y lo único que quería hacer era gritar que todavía era pronto. Tenía el corazón en un puño y se lo estaba exprimiendo, tuvo que hacer un esfuerzo enorme para reprimir las lágrimas.