– ¿Scott…? -dijo Ellie con una voz muy extraña-. ¿Crees que estoy enamorada de Scott?
Entonces el sorprendido fue Jack.
– ¿Quieres decir que no?
– Claro que no.
Él estaba seguro de que era Scott. Tendría que recomponer todas sus ideas.
– ¿Estás enamorada de otro? -Ellie asintió con la cabeza y con una sonrisa temblorosa. El alivió que había sentido Jack al saber que no era Scott se evaporó. Podría ser alguien que no estuviese casado y que un día descubriera lo hermosa y maravillosa que era, como le había pasado a él-. Dijiste que no tenías ninguna esperanza. ¿Por qué no te quedas? Te haré feliz. Me pasaré el resto de mi vida intentando conseguir que lo olvides.
– Eso no ocurrirá nunca, Jack -dijo con una sonrisa vacilante.
– Podrías intentarlo, podrías aprender a amar otra vez -había un tono de desesperación en la voz de Jack-. Podrías cambiar de idea.
– No, no podría. Siempre lo querré a él.
Sus ojos estaban iluminados por el amor y Jack se retiró con el corazón destrozado de pensar que no era por él. Por lo menos lo había intentado. Debería haber sabido que Ellie no cambiaría de idea, que siempre sería fiel.
– Entiendo -dijo apesadumbrado. Apoyó las manos sobre la mesa intentando recobrarse después de una decepción tan amarga-. Está bien, no puedo hacer nada más. Será mejor que vayas a hacer la maleta -notó la mano de Ellie sobre su hombro, pero no se volvió. Era incapaz de soportar la cara de lástima que tendría ella-. Vete -dijo con un hilo de voz.
– Jack… -dijo con ternura-. Eres tú.
Jack no comprendía lo que acababa de oír. Se frotó la cara del cansancio.
– ¿Cómo?
– Mírame, Jack -él levantó la cabeza y la miró desconcertado-. Eres tú -Ellie sonreía. Su mano se deslizó hasta juntarse con la de Jack-. Siempre has sido tú.
– ¿Yo?
– Te he querido toda mi vida. Nunca podré querer a otro.
– ¿Me quieres a mí? -preguntó sin podérselo creer.
Ella sonreía, por fin podía decir la verdad.
– Siempre te he querido y siempre te querré.
– Repítelo -la atrajo contra él y escondió la cabeza entre su pelo-. Por Dios, Ellie, repítelo.
– Te quiero, Jack -dijo, con la voz quebrada por las lágrimas.
Jack levantó la cara de Ellie entre sus manos y la miró a los ojos.
– Una vez más.
– ¡Te quiero!, ¡te quiero! -dijo entre risas y sollozos.
Jack la besó, sus labios buscaban anhelantes los de Ellie. Se besaron con la pasión que produce pensar que habían estado a punto de perderse el uno al otro. Ellie lo abrazó y se entregó al indescriptible placer de saber que la quería tanto como ella a él.
– ¿Por qué no me habías dicho nada? -preguntó Jack mientras besaba sus mejillas, su nariz, su boca y sus ojos.
– No podía, estaba segura de que nunca querrías a nadie que no fuese Pippa. Cada vez que hablabas de ella parecía tan maravillosa… y tan distinta a mí. Pensaba que si te lo decía te sentirías violento y todo se estropearía. Me había convencido de que me conformaba con estar casada contigo, con estar cerca de ti. Eso era todo lo que había deseado siempre.
– Entonces… ¿por qué te ibas a marchar? -Jack sujetaba la cara de Ellie entre las manos y acariciaba sus mejillas con el pulgar.
– Porque comprendí que no era suficiente. Al principio todo iba bien, pero cuanto más tiempo estaba contigo, más te quería y más me dolía que no me correspondieses.
– ¡Y yo, celoso de Scott! -Jack sacudió la cabeza y sonrió, con la misma sonrisa que Ellie había adorado durante tantos años-. ¿Quieres decir que durante todo este tiempo he estado celoso de mí mismo?
Ellie se rio y se abrazó a él, por fin podía besarlo y sentirlo cerca. Era un sueño, un sueño maravilloso, una felicidad tan intensa que no parecía real.
– Creía que era evidente lo mucho que te quería. No podía creerme que alguna vez me fueses a corresponder -se apartó un poco para poder mirarlo a los ojos-. Y todavía no me lo puedo creer.
Jack sonrió y salió de la cocina con ella.
– Entonces tendré que demostrártelo.
– ¿Me crees ahora?
Ellie temblaba de placer al sentir las manos de Jack recorrer todo su cuerpo. Él estaba inclinado sobre ella y la miraba con una expresión de ternura tal que hacía que el corazón se le derritiera de felicidad y placer.
– Te creo -tomó su cara y la acercó para besarlo-. Lo que no quiere decir que no vaya a necesitar que me lo recuerdes de vez en cuando.
– Ahora no hay tiempo, tenemos mucho trabajo -dijo Jack con una firmeza fingida.
– Sí. Será mejor que mañana por la mañana llamemos a la agencia para decirles que ya no necesitamos un ama de llaves.
Jack le acariciaba el pelo.
– Tengo una idea mejor. Dejaremos que venga para ayudar en la casa, y tú tendrás tiempo para trabajar en el campo conmigo. Pero seguimos teniendo mucho trabajo, Ellie, solo que ahora lo haremos juntos.
– Ahora lo haremos bien -dijo con un suspiro.
Jessica Hart