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– ¿Estás intentando decirme que ya no me necesitas?

Simon la miró. Tenía los ojos más azules que nunca y reflejaban una expresión algo dolida. Las gotas de agua le relucían en los hombros y se deslizaban suavemente hasta el escote. Simon apartó los ojos y se concentró en su copa. Lo último que quería en aquellos momentos era ver la suave y generosa curva de sus labios y la sugerente textura de su piel.

– No es que no te necesite. Te necesito, pero no me parece justo tenerte aquí sólo por un estúpido trato que hicimos si lo que realmente quieres es estar con Philippe. Sé que soy muy aburrido comparado con él y hasta ahora no te lo he puesto fácil regañándote constantemente. Así que, puedes tomar el dinero e ir a divertirte con él. Sé que eso es lo que quieres. Pero ten cuidado -añadió él, tras una pausa-. No me gustaría que te hiciera daño.

– No pienso aceptar tu dinero -replicó ella, sin saber exactamente por qué-. No tengo mucho orgullo -explicó, sentándose al lado de él-, pero no podría aceptar el dinero sólo para irme de vacaciones. Sé que probablemente sólo te ofreciste a pagarme por ser tu prometida como una manera de darme el dinero sin herir mis sentimientos, pero lo menos que puedo hacer es ganarlo. ¡Ya sabes que siempre intento terminar mis contratos! Si quieres que me vaya, vas a tener que despedirme, como Martine Sterne. Además, me estoy divirtiendo. ¿Qué otra persona podría ofrecerme un trabajo en el que me llevan a comer y a cenar, me compran todas las flores que quiero y me dejan que me pase la tarde en la piscina?

– En casa de Philippe.

– Eso no lo sé. Como tú mismo me dijiste, no lo conozco muy bien. Sé que me he pasado el día gruñendo -explicó ella, sin saber lo que decir para convencer a Simon de que quería quedarse-, pero no tengo prisa por irme. En lo que a mí respecta, la situación es perfecta. Estoy en una casa preciosa y me divierto durante dos semanas y, al final tengo el dinero suficiente para ser independiente. Después, sería divertido ir a visitar a Philippe, pero dos semanas no me supone mucho. Si al final no consigo nada, por lo menos me parecerá que me he ganado mi dinero. ¡Si me lo prestas, me veré obligada a hacer algo sensato con él, y no quiero!

– No me gustaría pensar que el actuar como mi prometida te va a poner en una situación incómoda.

– No será así. Bueno, es cierto que ha sido un poco raro y que algunas partes no han sido tan fáciles como yo había imaginado. Por ejemplo, anoche me sentí muy nerviosa al dormir contigo -confesó Polly.

– Yo también.

– ¿De verdad?

– Sí.

– Es una tontería, ¿verdad? Somos amigos y simular que estamos prometidos no debería ser tan difícil. Deberíamos relajarnos y disfrutar. ¡Será muy divertido!

Simon pensó que el compartir una cama con Polly durante las siguientes dos semanas no iba a ser muy divertido. Al ver la expresión de su rostro, Polly creyó que él estaba pensando en Helena.

– Con esto no haremos daño a nadie. No es como si la relación fuera de verdad.

– No, no es como si fuera de verdad.

– Además, es una tontería desperdiciar este anillo después de haber pasado tanto tiempo eligiéndolo. ¡Ya me estoy acostumbrando a tenerlo en la mano!

– ¿Estás segura, Polly? No quiero aprovecharme de ti.

– Segura.

De repente, Polly se sintió aliviada por saber que podría quedarse en vez de poder ir donde ella quisiera y hacer lo que quisiera con el dinero que él quería darle.

– Si de verdad quieres quedarte, te estaría muy agradecido. Esto significa mucho para mí.

– Bien, pues trato hecho, entonces. Por cierto, siento haber sido tan desagradable antes. Voy a intentar ser un poco más ordenada.

– Si tú lo haces, yo trataré de ser algo más tolerante -prometió Simon-. Supongo que estoy un poco obsesionado por organizar las cosas, pero creo que me viene porque soy el mayor de la familia, y todos eran tan relajados que no se hacía nada a menos que lo hiciera yo. Ya sabes cómo es mi madre, y Charlie y Emily son por el estilo.

Polly se dio cuenta de que era cierto. Ella siempre había adorado a la madre de Simon, pero no se podía negar que dependía totalmente de Simon para solucionar sus asuntos.

Sentada al borde de la piscina, se preguntó por primera vez lo que habría significado para Simon perder a su padre, lo que le había dejado a cargo de una familia algo errática, con sólo catorce años. Recordó cómo Charlie y Emily se quejaban de lo mucho que él protestaba y se burlaban de él por intentar crear orden en el caos de aquella familia. Los padres de Polly habían sido los únicos que le habían ayudado y él nunca lo había olvidado.

– La próxima vez que vayamos de compras -prometió ella-, te prometo que haré una lista.

– Trato hecho -respondió Simon, con una sonrisa.

Entonces se produjo una pausa. Aquel era el momento en el que ella debía haberse levantado para sentarse en su hamaca, pero no se movió. Simon le tomó un mechón de pelo y se lo colocó detrás de la oreja.

– ¿Crees que éste es un buen momento para nuestro beso diario? -preguntó él.

– ¿Por qué no? -respondió Polly, intentando mantener la calma.

Aquello había sido idea de ella y, cuando antes empezara a pensar en ello como un ejercicio, mejor. Sin embargo, no pudo evitar sentir un embarazoso sentimiento de anticipación y el miedo revoloteándole en la boca del estómago.

– De acuerdo -dijo Simon, esperando sonar alegre y decidido.

Él se inclinó torpemente sobre ella, haciendo que las narices se chocaran cuando Polly se inclinó al mismo tiempo. Ambos se echaron a reír.

– ¡Tenías razón! -afirmó él-. ¡Necesitamos practicar!

– Fue más fácil ayer, cuando no estábamos esforzándonos -respondió ella sin pensar.

Enseguida se arrepintió de aquellas palabras. Se suponía que no tenían que disfrutar con aquellos besos, tal y como lo hacía Simon, sino que tenía que ser una rutina diaria.

– Probemos otra vez -dijo Simon, inclinándose más cuidadosamente.

Polly se inclinó también hasta que sus labios se encontraron. Se besaron suavemente, una, dos, tres veces para luego apartarse y mirarse a los ojos. Durante un momento, dudaron. Lo más fácil hubiera sido dejarlo allí, pero una fuerte atracción parecía atraerlos con una fuerza que ninguno de los dos podía resistir. Los labios de Polly se separaron instintivamente y la boca de Simon tomó la de ella. Se besaron una vez más, profunda, dulcemente hasta que la pasión de hizo la dueña con una velocidad aterradora.

Polly apoyó las manos en los hombros de Simon para sujetarse, como si se sintiera arrastrada por una fuerza incontenible. Se suponía que aquel beso no tenía que ser tan bueno, deberían parar… pero, ¿cómo iban a poder parar cuando todos los sentidos la animaban a que se acercara más a él?

Simon, como si hubiera escuchado sus pensamientos, la estrechó con más fuerza entre sus brazos. Polly se dejó llevar, rodeándole el cuello con los brazos, abandonándose al placer gozoso que surgía entre ellos. ¿Cómo podría ella pensar cuando Simon le había retirado la toalla y le acariciaba la espalda, las caderas y los muslos de un modo que la hacía temblar?

Poco a poco, aquella situación se estaba escapando a su control. De mala gana, Simon se obligó a levantar la cabeza, aunque la mano se negó a moverse de donde estaba. Polly estuvo a punto de murmurar una protesta. Algo mareada, dejó caer los brazos de los hombros de él y se reclinó en la hamaca.

– Creo… creo que se nos va dando mejor, ¿no te parece? -se obligó ella a decir.

Simon forzó una sonrisa. Él también parecía estar teniendo problemas con su respiración.

– Creo que tenemos que trabajar en el principio -dijo él-. Pero lo demás no parece ser un problema.