Cuando Simon la soltó, se reclinó en el sofá, medio aliviada y medio desilusionada porque el beso hubiera sido tan breve. Había sido de lo más natural y, a juzgar por las caras de Chantal y Julien, había merecido la pena.
– Contadnos cómo os conocisteis -quiso saber Chantal-. ¡Quiero saberlo todo!
– Nos conocemos desde siempre -respondió Polly, repitiendo lo que había decidido que dirían cuando la pregunta surgiera: la verdad-. De niños, solíamos pasar las vacaciones juntos, pero cuando Simon dejó de vivir con su madre, nuestras vidas se separaron. Durante los últimos años, casi no nos hemos visto hasta que, recientemente, volvimos a encontrarnos.
– Así que, ¿fuisteis novios en la infancia? -preguntó Chantal, encantada.
– No exactamente -respondió Simon, tomando la mano de Polly-. Aunque Polly sí que quería casarse conmigo cuando tenía cuatro años.
– A decir verdad, nunca nos llevamos nada bien -explicó Polly, para evitar que él hablara de aquella parte de la historia-. A mí Simon me parecía terriblemente aburrido y yo a él le parecía una tonta, ¿no es cierto, cariño? -añadió ella, obligándose a mirar a Simon.
– Pero ahora he cambiado de opinión -replicó Simon, mirándola de una manera que la hizo enrojecer.
– ¿Y qué te hizo cambiar a ti de opinión? -preguntó Chantal, con una sonrisa.
– No sé -respondió Polly, consciente de que Simon seguía teniéndola de la mano-. Un minuto Simon era el irritante amigo de familia y al otro…
– ¿Y al siguiente te diste cuenta de que estabas enamorada de él? -sugirió Chantal, acabando la frase por ella.
A Polly le dio un vuelco el corazón. Se sentía como si estuviera al borde de un abismo, sabiendo que un paso en falso le haría caer a lo desconocido. El sentimiento era tan fuerte que lo único que podía hacer era mirar a Chantal con los ojos muy abiertos, mientras, mentalmente, se iba apartando del borde del abismo. ¡Claro que no estaba enamorada de Simon! Únicamente se estaba dejando llevar por aquella farsa. ¿No era así?
– ¿Polly? -preguntaron todos, mirándola con curiosidad.
– Sí -replicó ella-. Así fue como fue.
– ¿Te pasó a ti lo mismo, Simon? -insistió Chantal.
– Creo que me enamoré de ella en el momento que volví a verla -dijo él, levantando la mano de Polly para besarla en la palma. Aquel beso mandó una serie de sensaciones por el brazo de Polly que le hicieron temblar.
– ¡Te lo estás inventando! -exclamó Polly, como si estuviera bromeando. Sin embargo, Simon le devolvió la mirada con una perturbadora expresión.
– No, es cierto. Cuando abriste la puerta, tenías un aspecto muy diferente al que yo recordaba de ti. Me sentí como si nunca te hubiera visto, intenté seguir pensando en ti como lo hacía antes, pero no puede. Cuando me di cuenta de lo que había pasado, ya estaba perdidamente enamorado de ti y era demasiado tarde para dar marcha atrás.
Los ojos de Simon desprendían un afecto que Polly nunca había visto. Intentó recordarse que él estaba solamente disimulando, pero le resultó imposible apartar la vista de él, como si no hubiera nadie más en la habitación.
– Nunca me habías dicho eso -dijo al final Polly, diciéndose a duras penas que aquello era sólo una mentira.
– No quería hacerlo hasta que estuviera seguro de que me amabas también… y así es, ¿no es verdad?
– Sí -afirmó Polly, dándose cuenta de que, a pesar de que era lo que se esperaba que ella dijera, la respuesta había acudido sin tener que pensarla-. Así es.
Y entonces, como si lo hubieran ensayado, se acercaron el uno al otro y se besaron de un modo tan dulce que, cuando se separaron, Polly se dio cuenta, horrorizada, que tenía lágrimas en los ojos.
Sin embargo, nada de aquello extrañó a Chantal y a Julien. Ambos estaban sonriendo y Julien levantó la copa para hacer otro brindis.
– ¡Por el amor! -dijo él.
La mano de Polly estaba temblando, pero, consciente de que Simon la estaba mirando, tomó la copa con valentía.
– ¡Por el amor! -repitió Polly, obligándose a mirar a Simon como si de verdad estuvieran enamorados.
Pero Simon tenía una extraña expresión en los ojos. Por fin, levantó la copa y le devolvió el brindis.
– Por el amor -dijo Simon.
Simon puso un gesto horrorizado al ver el estado en el que estaba la cocina, pero tuvo que admitir, que de ese caos, Polly había creado una cena deliciosa. Después del vino y del champán, Julien y él habían podido relajarse y divertirse mucho más de lo que ninguno de ellos había esperado al principio de la tarde.
Cuando cerraron la puerta del dormitorio aquella noche, Simon estaba sonriendo y fue a abrazar a Polly.
– ¡Lo hemos conseguido! -exclamó con júbilo.
– ¡No me irás a decir que Julien ha accedido a la fusión tan pronto! -replicó Polly, riendo.
– Todavía no, pero nos llevamos bien y sé que va a considerar nuestra propuesta muy seriamente -explicó Simon, sonriendo-. Resulta evidente que Julien está muy relajado y dispuesto a divertirse mientras esté aquí y eso es gracias a ti, Polly. ¡Estuviste fantástica!
– Tú tampoco estuviste mal -respondió ella, sin poder dejar de ignorar las manos de él en la cintura.
– Julien se pasó toda la noche diciéndome la suerte que tengo de tenerte.
– Chantal me ha estado diciendo lo mismo sobre ti. No tienen ni idea de que, de verdad, no estamos enamorados.
– No -dijo él, lentamente-. Hemos resultado bastante convincentes, ¿verdad?
– Debemos de ser actores natos -sugirió Polly, algo incómoda al oír que le temblaba la voz.
– Debe de ser.
Sin pensarlo, Simon la abrazó aún más fuerte, pero el tacto de seda del vestido que ella llevaba hizo despertar sus sentidos más de lo que él hubiera deseado. De repente, se dio cuenta de lo cerca que ella estaba, de la calidez de su cuerpo, del aroma de su perfume y de lo fácil que sería dejarse llevar… Entonces, casi bruscamente, se apartó de ella y se produjo un incómodo silencio.
– Bueno -dijo él, por fin-. Es mejor que nos vayamos a la cama. Ha sido un día muy largo.
– Sí -respondió Polly, aclarándose la garganta-. Voy… voy a lavarme los dientes.
Ella salió corriendo hacia el cuarto de baño y se sintió horrorizada al ver que las manos le temblaban mientras empezaba a quitarse el maquillaje. Durante un momento, había estado completamente segura de que Simon iba a tomarla entre sus brazos y se había quedado atónita con la desilusión de ver que no había sido así.
El día había ido perfectamente y Polly había logrado convencerse de que podía relajarse y divertirse hasta que Simon la había abrazado. Todo era culpa de él. Si no la hubiera abrazado de aquella manera, si lo hubiera sonreído, ella no estaría preguntándose lo que sentiría si estuvieran verdaderamente enamorados, cómo sería si ella supiera que, cuando saliera del cuarto de baño, él la estaría esperando con los brazos abiertos…
Polly se echó a temblar mientras se salpicaba la cara con agua fría. Ya iba siendo hora de que dejara de preguntarse. Aquella actitud sólo podría complicar las cosas. Ella tenía que representar el papel de estar enamorada de Simon y lo haría, tal y como lo habían acordado. Sin embargo, era mejor que ella no se olvidara de que era sólo eso, un papel.
Después, cuando miraba hacia atrás en el tiempo y recordaba los días pasados en Provenza, los recuerdos eran maravillosos. Ella solía llenar la casa de flores, y se pasaba horas en la cocina, haciendo las comidas, que comían afuera, en la terraza, a la sombra de la parra. Luego, mientras recogía la cocina, intentaba que los comentarios de Simon con respecto al orden no la afectaran. Poco a poco, las protestas eran cada vez más débiles, tanto que a Polly casi le parecían ruidos de fondo.