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– Era viejo -insistió su padre-. Podría haber sido mi propio padre. Nunca me he perdonado mi parte de culpa en los acontecimientos que te llevaron a actuar de una forma tan impulsiva como para casarte con él, Hannah. No hice nada para impedírtelo. Supongo que en su momento me pareció una solución fácil a un problema desagradable. Mis dos hijas querían al mismo hombre, y yo quería que las dos fueran felices. Pensaba que tú te recuperarías antes y que encontrarías la felicidad con otra persona porque todos los jóvenes te preferían a ti, de modo que me puse de parte de Dawn. Fui muy corto de miras, ¿verdad? Te casaste con un anciano a quien no conocías de nada, te marchaste de casa y nunca volviste ni escribiste ni… En fin, yo tampoco tuve el valor de escribirte, ¿verdad?

– Casarme con el duque fue lo mejor que he hecho en la vida -replicó Hannah-. Y a juzgar por lo que he visto durante el té, casarse con Colin fue lo mejor que ha hecho Dawn en su vida.

– Parecen bastante felices -reconoció su padre-. Y mis nietos son mi vida. Tal vez… -Se interrumpió.

– Sí, tal vez -convino-. Solo tengo treinta años, papá. Y lo único que necesito es un hijo para que mi felicidad sea completa.

– Gracias -dijo su padre con cierta incomodidad-, por invitarnos a tu boda, Hannah.

– Constantine no tiene hermanos, pero tiene primos de ambas ramas familiares -explicó-. Y todos mantienen una relación muy estrecha. Diría que todos son cariñosos y muy agradables. Han abierto sus vidas y sus corazones para incluirme. Seguro que has podido comprobarlo durante el té, con Elliott y Vanessa, los duques de Moreland, y con su madre y sus hermanas. Ellos me han hecho ver la importancia de la familia. Y Constantine me convenció para que me pusiera en contacto con vosotros de nuevo. No estaba segura de que vinieseis. Creo que esperaba que no lo hicierais.

Su padre soltó un suspiro sentido.

– Lloré al recibir tu carta -confesó-. Vaya, no me creía capaz de admitirlo delante de nadie. Me siento… perdonado.

Hannah dio un paso al frente y apoyó la cabeza en el hombro de su padre. Sintió que él le rodeaba la cintura con las manos y la abrazaba.

No tuvo oportunidad de hablar con Dawn hasta la mañana siguiente… el mismo día de su boda. Estaba en su vestidor, con la cabeza muy quieta para que Adele domara un rizo rebelde sobre su sien hasta dejarlo como ella quería.

Llevaba un vestido de color rosa claro, un tono que no se había imaginado escoger para su boda. Pero cuando fue de compras en busca de la tela, se enamoró de esa tonalidad en concreto. Se pondría un bonete de paja a juego, adornado con capullos de rosa, ramitas verdes y cintas rosas un poco más oscuras que el vestido.

El cielo, según veía por la ventana, estaba despejado. No había ni una sola nube en el horizonte.

Y en ese momento los invitados fueron a verla antes de marcharse a la iglesia. Vanessa, junto con Averil y Jessica, las hermanas de Elliott, exclamaron encantadas al verla, le sonrieron y afirmaron que no la abrazaban para no arrugarle el vestido ni estropearle el peinado. Todas coincidieron en que Cecily, la hermana pequeña de Elliott que estaba a punto de dar a luz, se iba a tirar de los pelos por perderse la ceremonia. La señora Leavensworth se llevó las manos al pecho y declaró que no había sido más feliz en toda su vida, aunque seguramente lo sería todavía más en cuestión de tres semanas, cuando Barbara se casase.

A Barbara le importó muy poco arrugarle el vestido o despeinarla. La abrazó con fuerza y sin decir nada durante un minuto entero. Después se apartó y la miró con detenimiento.

– Llevaba mucho tiempo esperando esto, Hannah -dijo-. Incluso he rezado para que sucediera. Ríete si quieres. Hay demasiado amor en tu interior como para que lo malgastes con un simple coqueteo. Y el señor Huxtable… bueno, el conde de Ainsley es el hombre adecuado. Lo pensé cuando estábamos en Copeland Manor. Estaba casi segura cuando te subió a lomos de su caballo en el parque. Y cuando os vi anoche en la cena… en fin, no me quedó la menor duda. Y ahora que te he soltado este sermón, será mejor que me vaya a la iglesia con mis padres, no vaya a ser que la novia llegue antes. -Se echó a reír.

– Babs -dijo y la abrazó de nuevo-, ¿qué habría sido de mí si no te hubiera tenido todos estos años?

– Lo mismo que habría sido de mí de no haberte tenido a ti, supongo -contestó su amiga-. Ah, Dawn, aquí estás. Mi madre y yo ya nos vamos, así que tendrás más espacio.

Y todos se fueron a excepción de Dawn, que permanecía de pie con expresión incómoda junto a la puerta.

– Ya estoy lista, Adele -dijo Hannah-. Me pondré el bonete yo misma antes de irme.

Su doncella se marchó de la estancia.

– No sé cómo lo haces, Hannah -le soltó Dawn casi enfadada-, pero estás más guapa ahora de lo que lo estabas hace once años.

– Estoy enamorada -replicó con una sonrisa- y es el día de mi boda. Es fácil estar guapa en estas circunstancias.

– No es solo eso -repuso Dawn-. Antes pensaba que solo era tu aspecto. Pero siempre ha sido lo que tenías dentro. Y ahora hay todavía más. El conde de Ainsley es guapísimo, ¿verdad? Aunque es una pena lo de la nariz. Supongo que debería llamarlo Constantine, como anoche me pidió que hiciera, pero me resulta presuntuoso hacerlo. Te ha ido muy bien, aunque seguro que te pareció que el viejo duque iba a vivir eternamente. Debió de ser una tortura para ti.

– Supongo que eso es lo que cree la gente -dijo Hannah-. No es verdad, pero me da igual que no lo sepa nadie, salvo yo… y Constantine. Y ahora voy a casarme con un hombre a quien quiero con toda el alma. Si alguna vez echas la vista atrás y sientes una punzada de culpabilidad, Dawn, no lo hagas. Todas las cosas suceden por un motivo… en ocasiones por un motivo más importante de lo que creemos en su momento. Lo que sucedió me llevó hasta el duque y disfruté de diez años de sorprendente felicidad. Y casarme con el duque me ha traído poco a poco hasta este día.

– No me siento culpable -aseguró Dawn-. Podrías haber tenido a cualquiera que se te antojara. Elegiste a Colin y él estuvo embelesado por tu belleza durante un tiempo, como les pasa a todos los hombres cuando te ven. Pero me quería a mí, y yo le quería a él. Tenemos un buen matrimonio y también unos hijos sanos y estupendos… que es más de lo que tú tienes. No me siento culpable.

Sonrió al escuchar a su hermana.

– Me alegro de que seas feliz -replicó al tiempo que daba un paso hacia ella-. Y tus hijos son maravillosos. Espero poder conocerlos mejor con el tiempo. Iré a Markle para asistir a la boda de Barbara. Vamos a quedarnos en casa de papá.

– Barbara causará sensación -dijo Dawn- al tener a unos condes por invitados. No se hablará de otra cosa en un mes.

Hannah dio otro paso al frente y abrazó a su hermana. Era una especie de reconciliación, pensó cuando Dawn le devolvió el abrazo. Seguramente su relación fraternal nunca sería muy estrecha. Tal vez Dawn le guardara un poco de rencor aunque al final se quedara con Colin, a quien parecía querer de verdad. Y tenía cinco hijos, que eran muy dulces y estaban bien educados.

Pero al menos habían hecho las paces. Al menos podían empezar a construir una nueva relación a partir de ese momento. Tenían todo el futuro por delante. Siempre había lugar para la esperanza.

– Será mejor que me vaya -dijo Dawn-. Colin y los niños me estarán esperando.

Hannah la vio alejarse antes de cerrar la puerta del vestidor. Todavía le quedaba una cosa por hacer antes de colocarse el bonete y bajar las escaleras para reunirse con su padre.

Buscó en el lateral de su bolsa de viaje y sacó un pequeño estuche cuadrado. Lo abrió y lo dejó en el tocador mientras contemplaba la alianza que tenía en el dedo y se la quitaba. La sostuvo un momento y se la llevó a los labios.