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Me gustaría que Diamanté y Sadie se conocieran. Estoy segura de que congeniarían. Tienen mucho en común, aunque seguramente las dos se horrorizarían ante la mera idea.

- Lara. -Papá se acerca. Parece incómodo y no cesa de echarle miraditas a mamá-. Queríamos hablar contigo de la tía Sadie.. . -Carraspea.

- ¿Sobre qué?

- Sobre el funeral -precisa mamá, bajando la voz.

- Exacto -confirma papá-. Teníamos intención de sacar el tema hace días. Obviamente, una vez que la policía se ha asegurado de que la pobre no fue.. .

- .. . asesinada -lo ayuda mamá.

- Eso es. Una vez cerrado el caso, la policía la ha.. . liberado.. . es decir.. .

- Los restos -susurra mamá.

- ¿No lo habréis hecho ya? -Siento un acceso de pánico-. Decidme por favor que no habéis celebrado el funeral.. .

- ¡No, no! En principio estaba previsto para este viernes. Pensábamos decírtelo en algún momento.. .

Ya, vale.

- Pero eso era antes -añade mamá.

- Exacto. Evidentemente, la situación ha cambiado -prosigue él-. Así que si quieres participar en el modo de organizarlo.. .

- Sí, me gustaría participar -digo con firmeza-. De hecho, creo que voy a encargarme de todo.

- Bien. -Papá le echa una mirada a mamá-. Fantástico. Perfecto. Creo que sería lo lógico, dado lo mucho que has.. . investigado sobre su vida.

- Pensamos que eres un prodigio, Lara -me dice mamá con repentino fervor-. Descubrir todo eso.. . ¿Quién lo habría averiguado de no ser por ti? ¡Quizá nunca habría salido a la luz! ¡Nos habríamos muerto todos sin saber la verdad!

Sólo a ella se le ocurriría mezclar todas nuestras muertes en el asunto.

- Aquí tienes los detalles de la funeraria.

Papá me da un folleto justo cuando suena el interfono. Miro la pantallita y veo una imagen en blanco y negro llena de granulado. Parece un hombre, pero la imagen es tan mala que podría ser igualmente un elefante.

- ¿Sí?

- Soy Gareth Birch, de Print Please -dice el tipo-. Le traigo las tarjetas.

- Estupendo. Suba.

Bueno. Ahora sí que somos una empresa de verdad. ¡Ya tengo tarjetas!

Hago a pasar a Birch, abro la caja y reparto tarjetas a todos. «Lara Lington - Consultoría Mágica», ponen; debajo, la imagen de una varita mágica en relieve.

- ¿Cómo es que ha venido a traerlas personalmente? -le digo mientras firmo el albarán-. Vamos, es muy amable de su parte, pero.. . ¿ustedes no están en Hackney? ¿No iban a mandarlas por correo?

- He pensado que estaría bien -responde él con mirada vidriosa-. Aprecio mucho el encargo que me ha hecho, es lo mínimo que podía hacer.

- ¿Cómo? -Lo miro sin entender.

- Aprecio mucho su encargo -repite como un robot-. Es lo mínimo que podía hacer.

Ay, Dios. Sadie.

- Bueno.. . muchas gracias -le digo con apuro-. Se lo agradezco. ¡Y lo recomendaré a todos mis amigos!

El hombre se retira y yo me entretengo desempaquetando las cajas, consciente de que mamá y papá me miran sin dar crédito a lo que ven.

- ¿Te las ha traído él mismo desde Hackney? -exclama papá.

- Eso parece -digo, como si eso fuera normalísimo. Por suerte, suena el teléfono y me apresuro a responder.

- Consultoría Mágica.

- Con Lara Lington, por favor. -Es una mujer, pero no reconozco su voz.

- Yo misma -digo, sentándome en una de las sillas giratorias nuevas. Espero que no haya oído el crujido del plástico-. ¿En qué puedo ayudarla?

- Me llamo Pauline Reed. Soy la directora de recursos humanos de Wheeler Foods. Nos interesaría que se pasara por aquí para conocernos. He oído grandes cosas sobre usted.

- Muy amable. -Sonrío muy ufana-. ¿Quién le ha hablado de mí, si no es indiscreción? ¿Janet Grady?

Se hace un silencio.

- No recuerdo bien -dice al cabo-. Pero tiene usted una fama excelente en la selección de ejecutivos y me gustaría conocerla. Algo me dice que podría ser muy útil para nuestra empresa.

Sadie.

- De acuerdo. -Procuro concentrarme-. Déjeme ver mi agenda.. . -La abro y anota la cita.

Cuando cuelgo, mamá y papá me observan ansiosos.

- ¿Buenas noticias, cariño?

- Pse.. . la jefa de recursos humanos de Wheeler Foods -digo, como si nada-. Quiere que nos veamos.

- Wheeler Foods.. . ¿no son los de las galletas de avena? -dice mamá, asombrada.

- Sí. -Se me escapa una sonrisa-. Parece que mi ángel de la guardia está cuidando de mí.. .

- ¡Tachán! -Es la voz alegre de Kate, que entra con un gran ramo de flores-. ¡Mira lo que acaban de traer! ¡Hola, señor y señora Lington! -añade, educada-. ¿Les gusta el nuevo despacho? ¿A que está muy bien?

Cojo las flores y saco la tarjeta del sobrecito.

- «Para el personal de Consultaría Mágica -leo en voz alta-. Confiamos en llegar a conocerlos como clientes y como amigos. Atentamente, Brian Chalmers. Jefe de recursos humanos de Dwyer Dunbar.» Y nos deja su número directo.

- ¡Increíble! -Kate abre unos ojos como platos-. ¿Lo conoces?

- No.

- Pero conocerás a alguien de Dwyer Dunbar.. .

- Pues no.

Mamá y papá han vuelto a quedarse sin habla. Será mejor que los saque de aquí antes de que sigan ocurriendo locuras.

- Vamos a almorzar a la pizzería -le digo a Kate-. ¿Vienes?

- En un minuto. -Sonríe-. Antes tengo que terminar unas cosas.

Me llevo a mis padres, bajamos las escaleras y salimos a la calle. En la acera, justo delante del portal, hay un viejo párroco con alzacuello y sotana que parece un poco perdido. Me acerco.

- Hola. ¿Sabe dónde está? ¿Necesita orientarse?

- Bueno.. . sí, no soy de esta zona. Busco el número cincuenta y nueve.

- Es este edificio, mire -digo, señalando nuestro portal, en cuyo cristal hay estampado un 59.

- ¡Vaya, es aquí! -Su expresión se ilumina y se acerca. Pero no entra; sólo alza la mano y empieza a hacer la señal de la cruz-. Señor, te ruego que bendigas a todos los que trabajan en este edificio -dice con voz temblorosa-. Bendice todos sus esfuerzos y todas sus empresas, muy en particular a la Consultoría.. .

No puede ser.

- ¡Vamos! -Cojo del brazo a mamá y papá-. Venga, hora de comernos una pizza.

- Lara -musita papá mientras prácticamente lo arrastro por la calle-. ¿Me he vuelto loco o ese párroco estaba.. . ?

- Yo tomaré una Cuatro Estaciones -digo, haciéndome la sorda-.¿Y vosotros?

Creo que mis padres se han dado por vencidos. Simplemente se dejan llevar. Pero en cuanto bebemos una copa de vino Valpolicella, sonreímos y cesan las preguntas embarazosas. Hemos pedido las pizzas y entretanto devoramos bollitos con ajo y perejil. Me siento de maravilla.

Incluso cuando aparece Tonya no me pongo tensa. Ha sido idea de mamá y papá decirle que viniera. Aunque a veces me saque de quicio, no deja de ser parte de la familia. Ahora empiezo a valorar lo que eso significa.

- ¡Oh, Dios mío! -exclama nada más llegar. Unas veinte cabezas se vuelven para mirarnos-. ¡Oh, Dios mío! ¿Podéis creerlo? ¡Todas esas historias sobre el tío Bill!

Obviamente, esperaba una reacción más aparatosa por nuestra parte.

- Hola, Tonya -digo-. ¿Qué tal los chicos? ¿Cómo está Clive?

- ¿Podéis creerlo? -insiste-. ¿Habéis leído los periódicos? O sea.. . no puede ser. Es todo basura. Ha de ser una maniobra.

- Creo que es verdad -la corrige papá suavemente-. Él mismo lo reconoce.

- Pero ¿no habéis visto las cosas que dicen?

- Sí. -Mamá se sirve más Valpolicella-. Lo hemos visto. ¿Vino, querida?

- Pero.. . -Tonya se desploma en una silla y nos mira desconcertada, incluso algo ofendida. Debía de creer que nos encontraría en pie de guerra en defensa del tío Bill. Y no alimentándonos alegremente.