– No cambia nada, Bobby -arguyó-. Como tú bien has dicho, estoy aquí como un simple asesor. Ningún abogado podrá usarme eso como tecnicismo.
– Ese cabrón era contrabandista de droga -interrumpió Claverhouse- y tenía que tener socios que deberíamos detener. Pero si quienquiera que sea consigue un buen abogado…
– Claverhouse -dijo Rebus hastiado-, haznos un favor y ¡cierra el pico! -añadió gritando.
Claverhouse dio un paso hacia él sin que Rebus se inmutara, pero Hogan se interpuso pese a que sabía que de poco podía servir.
Ormiston se mantuvo a la expectativa. De ningún modo iba a intervenir, a menos que las cosas se pusieran feas para su compañero.
– Inspector Rebus, le llaman al teléfono -dijo una voz desde la puerta. Era Siobhan-. Es urgente. Creo que son los de Expedientes.
Claverhouse retrocedió para dejar paso a Rebus. Incluso hizo un ademán irónico con el brazo, indicando «usted primero». Volvía a sonreír. Hogan le soltó y Rebus fue hacia la puerta. Rebus miró la mano de Bobby Hogan que le asía de la chaqueta.
– ¿Prefieres contestar fuera? -sugirió Siobhan.
Rebus asintió con la cabeza y alargó la mano para coger el móvil, pero ella echó a andar hasta salir del colegio. Miró a los dos lados, vio que no había nadie y le dio el teléfono.
– Haz como que hablas -dijo.
Rebus se acercó el aparato al oído. No se oía nada.
– ¿No me llama nadie? -preguntó.
Siobhan negó con la cabeza.
– Pensé que era el momento de rescatarte -dijo ella.
Él sonrió sin apartar el teléfono del oído.
– Bobby se ha enterado de lo de los Renshaw -dijo.
– Lo sé. Lo oí.
– ¿Otra vez estabas espiándome?
– No había nada interesante en el aula de geografía -contestó ella cerca de la caseta prefabricada-. ¿Qué hacemos ahora?
– No lo sé, pero será mejor que nos vayamos de aquí para dar tiempo a Bobby a serenarse -dijo él volviendo la cabeza hacia el colegio.
Desde la puerta tres siluetas les observaban.
– ¿Y a que Claverhouse y Ormiston vuelvan a su madriguera?
– Me lees el pensamiento. A ver, ¿qué estoy pensando ahora? -añadió tras una pausa.
– Que podíamos tomar algo.
– Es extraordinario.
– Y también estás pensando en invitarme como agradecimiento por haberte salvado.
– Respuesta equivocada, pero, en fin, como solía decir Meat Loaf, dos de tres no está mal -dijo Rebus devolviéndole el móvil antes de subir al coche.
Capítulo 15
– Así que si no han aparecido sumas de dinero en los extractos bancarios de Herdman, podemos descartarlo como asesino a sueldo -dijo Siobhan.
– A menos que convirtiera el dinero en drogas -replicó Rebus por llevarle la contraria.
Estaban en el Boatman's tomando una copa rodeados de la clientela de última hora de la tarde. Oficinistas y trabajadores que habían terminado la última jornada. Al ver a Rod McAllister otra vez detrás de la barra, Rebus le preguntó en broma si era parte de la decoración.
– La camarera tiene el día libre -dijo McAllister sin sonreír.
– Usted da empaque al local -comentó Rebus recogiendo el cambio.
Luego se sentó, con media pinta y lo que quedaba de un whisky, mientras Siobhan bebía un combinado de color llamativo de zumo de lima y soda.
– ¿De verdad crees que han sido Whiteread y Simms quienes han puesto las drogas?
Rebus se encogió de hombros.
– No me extrañarían muchas cosas de gente como Whiteread.
– ¿Basándote en qué? -Él la miró-. Lo digo porque tú nunca has sido muy explícito sobre tus años en el Ejército.
– No fueron los más felices de mi vida -dijo él-. Vi a tíos destrozados por el sistema. Yo mismo a duras penas conservé la integridad mental. Cuando salí sufrí una crisis nerviosa. -Rebus se guardó otra vez los recuerdos. Recurrió a los estereotipos de rigor: lo hecho, hecho está… hay que olvidar el pasado…-. Un tío, un compañero con quien tenía amistad, se desmoronó durante el entrenamiento y le plantaron en la calle sin desconcentrarle… -Su voz volvió a apagarse.
– ¿Y qué pasó?
– Que me echó a mí la culpa y quiso vengarse. Eso fue antes de que tú nacieras, Siobhan.
– ¿Por eso entiendes que Herdman perdiera la cabeza?
– Puede.
– Pero no estás convencido, ¿verdad?
– Generalmente hay signos de aviso. Herdman no era el arquetipo de individuo solitario. En casa no tenía ningún arsenal, sólo una pistola… -Hizo una pausa-. Nos vendría bien saber cuándo la consiguió.
– ¿La pistola?
– Así sabríamos si la compró con un determinado propósito.
– Es muy posible que si hacía contrabando de droga sintiera cierta necesidad de protección. Tal vez eso explique que tuviera un Mac IO en el cobertizo del puerto.
Siobhan miró a una joven rubia que acababa de entrar en el bar y se dirigía a la barra. McAllister debía de conocerla porque comenzó a servirle un Bacardi con coca cola y sin hielo antes de que ella pidiera nada.
– ¿En los interrogatorios no han averiguado nada? -preguntó Rebus.
Siobhan negó con la cabeza. Rebus se refería a la gente del hampa e intermediarios de armas de fuego.
– La Brocock no era un último modelo. Creemos que la trajo cuando se vino a vivir aquí. En cuanto al fusil, a saber.
Mientras Rebus reflexionaba, Siobhan vio cómo Rod McAllister apoyaba los codos en la barra y entablaba animada conversación con la rubia, una rubia que ella conocía de algo. Nunca le había visto tan contento. Ladeaba la cabeza, mirándola, mientras la mujer fumaba y expulsaba el humo hacia el techo.
– Hazme un favor -dijo Rebus de pronto-. Llama tú a Bobby Hogan.
– ¿Por qué?
– Porque seguramente en este momento no querrá hablar conmigo.
– ¿Y para qué tengo que llamarle? -preguntó Siobhan sacando el móvil del bolsillo.
– Para preguntarle si Whiteread le dejó ver el expediente militar de Herdman. Probablemente te dirá que no, en cuyo caso lo habrá pedido directamente al Ejército, y quiero saber si ha llegado.
Siobhan asintió con la cabeza, comenzó a marcar y habló con Hogan.
– Inspector Hogan, soy Siobhan Clarke… -Escuchó y miró a Rebus-. No, no sé por qué… Creo que le convocaron en Fettes -añadió abriendo los ojos y la boca con gesto inquisitivo mirando a Rebus, que aprobó con una inclinación de cabeza-. Le llamaba para saber si le había pedido a Whiteread el expediente de Herdman. -Escuchó la respuesta de Hogan-. John lo mencionó y quería verificarlo… -Volvió a escuchar apretando los párpados-. No, no está aquí escuchando. -Volvió a abrir los ojos y Rebus le hizo un guiño para decirle que lo estaba haciendo bien-. Mmm… mmm… -Escuchaba a Hogan-. No parece que esté cooperando tanto como pensábamos… Sí, apuesta a que se lo dijo. -Sonrisa-. ¿Y qué le dijo a ella? -Siguió escuchando-. ¿Y siguió su consejo? ¿Y qué le dijeron en el cuartel general de Hereford? Ah, ¿no permiten consultar esos documentos? Sí, ya sabe que a veces se pone insoportable -comentó Siobhan mirando otra vez a Rebus. Hogan, pensó, estaría explicándole que le habría dicho todo aquello a él personalmente si no hubiera provocado la escena en el colegio-. No tenía ni idea de que fuera familia suya. -Siobhan hizo una O con la boca-. No, no me constaba y a eso me atendré. -Le guiñó el ojo a Rebus, quien le hizo señal de que cortara, pero ella comenzaba a divertirse-. Seguro que tiene usted buenas anécdotas sobre él. Sí, claro que lo es. -Una carcajada-. No, no; tiene usted toda la razón. Dios, menos mal que no está aquí… -Rebus hizo amago de arrebatarle el móvil pero ella giró y se puso de espaldas a él-. ¿En serio? No, eso no… Sí, sí, me gustaría. Bueno, tal vez…sí, después de que todo esto haya… con mucho gusto. Adiós, Bobby.