– ¿Qué dices? No podríamos divorciarnos.
– Tal vez no, pero discutiríamos el asunto. Tenlo por seguro.
Y como final, pensó Bird, tras sentenciarlo como pusilánime en quien no se puede confiar, se lo tipificaba como hombre inservible para esposo. En este instante, en una sala brutalmente iluminada el bebé está debilitándose y a punto de morir. Y yo tan sólo espero a que ocurra. Y mi esposa apuesta el futuro de nuestro matrimonio a que yo asuma la responsabilidad de recuperar al bebé… El juego está perdido de antemano. Sin embargo, de momento no podía hacer más que cumplir con su obligación.
– El bebé no morirá -dijo confundido.
Entonces entró la suegra con el té. Como ninguno de los tres quería revelar las relaciones particulares entre ellos, durante el té hablaron intrascendencias. Bird incluso intentó dar un toque de humor negro y relató lo del hombrecillo y su bebé sin hígado.
Bird se dio la vuelta y comprobó que todas las ventanas del hospital quedaban ocultas tras los árboles. Luego se acercó al coche. Himiko dormía profundamente sobre un asiento. Bird se inclinó para despertarla y de pronto sintió que acababa de escapar de un círculo de extraños y ahora regresaba a casa. Echó un nuevo vistazo atrás.
– ¡Hola, Bird!
Himiko lo saludó desde el MG como si fuera una estudiante. Luego se incorporó y le abrió la portezuela. Bird entró rápidamente.
– ¿Te importaría pasar primero por mi apartamento y luego por el banco, antes de ir al hospital? Sólo será un momento -dijo.
Himiko encendió el motor y aceleró brutalmente. Bird perdió el equilibrio y apenas pudo darle las señas del apartamento. Himiko conducía endiabladamente.
– ¿Seguro que estás despierta? ¿O crees que volamos en sueños por una autopista?
– ¡Claro que estoy despierta! Hoy he soñado que follaba contigo.
– ¿Nunca piensas en otra cosa? -preguntó Bird sorprendido.
– No, después de un viaje como el de anoche. No ocurre con frecuencia de esa manera, e incluso contigo no durará para siempre. ¿No sería fantástico saber cómo prolongar para siempre coitos tan maravillosos? En un santiamén ya no seremos capaces de reprimir los bostezos al vernos desnudos, pronto lo comprobarás.
¡Pero si acabamos de empezar!, iba a decir Bird, pero la frenética conducción de Himiko ya había alcanzado el acceso a la casa en donde Bird alquilaba un apartamento.
– Vuelvo en cinco minutos. Esta vez procura mantenerte despierta. ¡No lograrás soñar un buen coito en cinco minutos!
Arriba, en su habitación, Bird reunió lo poco que necesitaría para quedarse en casa de Himiko. Lo arregló dándole la espalda a la cuna del bebé, que parecía un pequeño ataúd blanco. Cogió una novela escrita en inglés por un profesor africano. Quitó de la pared sus mapas de África y, tras doblarlos cuidadosamente, se los metió en el bolsillo de la chaqueta.
– ¿Son mapas de carretera? -preguntó Himiko en cuanto los vio.
Ya estaban otra vez en camino, rumbo al banco.
– Sí, son mapas de carretera muy prácticos.
– Entonces veré si puedo encontrar un atajo para llegar al hospital mientras tú estás en el banco.
– Te costaría lo suyo. Estos mapas son de África -dijo Bird-, los primeros mapas verdaderos que tengo en mi vida.
– ¿Piensas usarlos alguna vez? -dijo Himiko con aire burlón.
Mientras Himiko esperaba sentada al volante, Bird fue a tramitar lo necesario para la hospitalización del bebé. Pero tuvo problemas porque el bebé carecía de nombre. Tras responder a las numerosas preguntas que le formuló una recepcionista, finalmente no pudo contenerse:
– Oiga, mi hijo se está muriendo. Tal vez en este momento ya esté muerto. ¿Le importaría decirme por qué estoy obligado a ponerle un nombre?
Sorprendida por la reacción de Bird, la chica no puso más reparos. Pero en ese instante Bird tuvo la sensación de que el bebé había muerto. Incluso preguntó alguna cosa sobre la autopsia y la cremación.
En la sala de cuidados intensivos, el doctor que le recibió dijo:
– ¿Por qué se impacienta tanto? La hospitalización no es muy cara, ¿sabe usted? Además, imagino que tendrá algún tipo de seguro médico. En cualquier caso, efectivamente su hijo se está debilitando, pero todavía vive. Así que, ¿por qué no se relaja y empieza a comportarse más normalmente?
Bird le anotó al médico el número telefónico de Himiko y le pidió que telefoneara en caso de que ocurriese algo definitivo. Sentía que allí todos le trataban como a un ser despreciable y regresó directamente al coche, sin siquiera echar un vistazo a la incubadora donde estaba su bebé.
Esta vez Himiko también se había dormido. Ambos sudaban. La chica encendió el coche y partieron a toda velocidad. Iban a casa de Himiko, donde yacerían desnudos, en esa tarde calurosa, a la espera de la llamada que anunciara la muerte del bebé.
Y durante toda la tarde, su atención estuvo concentrada en el teléfono. Bird permaneció en casa incluso a la hora de ir a comprar la cena. Después de cenar, escucharon un programa radiofónico en el que tocaba un famoso pianista ruso, pero siempre atentos al teléfono, tensos, nerviosos. Finalmente, Bird se durmió. Una campanilla que sonaba en su sueño le despertó varias veces. Más de una vez el sueño se prolongaba hasta coger el auricular y oír la voz del médico anunciando la muerte del bebé. En medio de la noche, Bird sintió la misma incertidumbre del condenado a muerte durante el aplazamiento de la ejecución. Y fue consciente de que la compañía de Himiko le daba ánimos y fuerzas para sobreponerse. Nunca, siendo adulto, había necesitado tanto a otra persona. Era la primera vez.
CAPÍTULO IX
A la mañana siguiente, Bird fue a la academia conduciendo el coche de Himiko. Aparcado en el patio lleno de alumnos, el MG escarlata despedía un vago olor a escándalo, pero Bird no lo advirtió hasta que se guardó las llaves en el bolsillo. Desde que comenzara el problema del bebé, la agilidad de su conciencia se había ido deteriorando.
Bird se abrió paso entre la multitud de alumnos que daban vueltas en torno al coche. En la sala de profesores, el jefe de su departamento, un hombrecillo que vestía una chaqueta corta, ostentosa y estridente a la manera de un nisei [denominación aplicada a los japoneses nacidos en el extranjero, hijos de padres emigrantes. (N. de la T.)], le informó que el director quería verlo. Bird apenas le escuchó.
– Bird, realmente eres…, no se cómo expresarlo -dijo el jefe de departamento en tono afable y divertido, al mismo tiempo que examinaba a Bird con ojos perspicaces-. No sé si eres valiente o simplemente descarado; pero sin duda eres osado.
No pudo evitar sentirse intimidado cuando entró en la gran aula donde lo esperaban sus alumnos. Se trataba de otra clase, por lo que era muy probable que la mayoría desconociera el vergonzoso incidente del día anterior, pensó para darse ánimos. En el transcurso de la clase, sin embargo, advirtió que algunos chicos parecían estar al tanto de lo ocurrido, pero procedían de colegios secundarios de la ciudad, cosmopolitas y frívolos. Para ellos, el suceso no era más que un hecho ridículo y hasta un poco heroico. Cuando sus miradas encontraban la de Bird, incluso le sonreían burlona y afectuosamente. Desde luego, Bird los ignoraba por completo.
Cuando la clase terminó, un joven estaba esperando a Bird en lo alto de la escalera de caracol. Era el mismo del día anterior, el alumno que lo había defendido durante el incidente en clase. Le esperaba a pleno sol y tenía la cara sudorosa.
– Hola.
– Hola -respondió Bird.
– Apuesto a que el director lo ha llamado. Ese imbécil le fue con el cuento. Incluso tomó la fotografía del vómito, ¡con una cámara en miniatura! -Sonrió con afectación, dejando al descubierto una dentadura grande y cuidada.
Bird también sonrió. ¿Era posible que aquel alumno llevara consigo una cámara en miniatura para coger a Bird en falta, y luego llevarlo a los tribunales?
– Dijo que usted vino a clase con resaca, pero cinco o seis de nosotros estamos dispuestos a testificar que usted sufrió una indigestión. Pensamos que lo mejor sería ponernos de acuerdo con usted para que luego las versiones coincidan -dijo astutamente.
– En realidad, era una resaca. De modo que sois vosotros los que estáis equivocados. Según ese chico puritano, soy culpable. Y es cierto.
Bird comenzó a descender por la escalera.
– Pero, profesor -insistió el chico y comenzó a bajar detrás de Bird-, si lo confiesa lo despedirán. El director es el presidente de la liga local antialcohólica, ¿no lo sabía?