– Quédate -le pidió-. Quiero que te quedes.
Cada célula de su cuerpo le pedía a gritos que se quedara, que se dejara llevar, y volviera a sumergirse en las peligrosas aguas de la vida en pareja. Pero no podía hacerlo de aquella manera. Necesitaba tener más control de sí misma. Su decisión no debía estar motivada por su desesperada necesidad de ser abrazada y amada. Esta vez lo tenía que hacer bien.
– Patrick…
La besó, pero no en los labios, sino en la frente, y se levantó de la cama, poniendo distancia entre ellos antes de que Jessie pudiera protestar, o lamentarlo.
– ¡Patrick! -él se volvió ya en la puerta. Jessie se levantó, y le puso la mano en el brazo-. Gracias, por todo esto.
– De nada.
– En cuanto a quedarme…
– Todo el tiempo que necesites -la interrumpió-. Si puedo hacer algo para ayudarte con la búsqueda de piso, o si necesitas un abogado, házmelo saber.
A Jessie le pareció distante, y dejó caer la mano.
– Tardaré bastante en encontrar algo como esto -le dijo, dándose la vuelta bruscamente para mirar hacia el jardín. Después, sin mirarlo todavía a los ojos, dijo-: Será mejor que traslade aquí la cuna, para que puedas tener tu habitación para ti solo otra vez.
Patrick pensó que no le importaba mucho la habitación, que lo importante era con quién la compartieras, pero no dijo nada. Tenía mucho tiempo. Tal vez el cuerpo le estuviera pidiendo a gritos que recuperara el tiempo perdido durante aquellos diez años que se había pasado sumido en los recuerdos, pero tenía que hacerla sentirse segura de él, de sus buenas intenciones.
– Déjala donde se encuentra. Bertie está todavía dormido, y tú tienes mucho trabajo. O al menos es lo que me dices constantemente. Ya me ocuparé de eso luego.
Capítulo 9
Jessie entró en el estudio, y cerró la puerta para que no distraerse cada vez que viera pasar a Patrick, pero no le resultó fácil concentrarse. Lo oía moverse por la planta de arriba, por el trastero; cambiar objetos de lugar. Bajó varias veces a la planta en que se encontraba ella, y no pudo evitar pensar que si había decidido ponerse a limpiar, podía haber escogido otro momento.
Al final se dio por vencida, y dejó de trabajar. Pero para no salir a ver qué estaba haciendo Patrick, para dejar de pensar en él, se puso a llamar por teléfono.
Patrick se frotó la barbilla contra el hombro, y trató de analizar lo que sentía en aquel momento. Sobre todo era pena por una vida no vivida.
Pasó la mano por la cuna pintada de blanco, y trató de recordar lo que había sentido al traer a Bella y la hija de ambos del hospitaclass="underline" estaba tan orgulloso que se sentía invencible.
Sonó el timbre de la puerta.
Si hubiera ido con ella aquel día, en vez de quedarse trabajando en aquel informe nuevo. Si se hubiera llevado a Grady con ella…
El timbre volvió a sonar, y Patrick dejó que los recuerdos se desvanecieran. No podía hacer nada para cambiar las cosas. Lo único que podía hacer por Bella y Mary Louise era vivir su propia vida bien. Volver a empezar, sin lamentar nada.
Jessie abrió la puerta del estudio cuando él pasaba delante.
– Oh, oí el timbre -dijo ella. Enrojeció un poco, como si la hubieran pillado esperando a su amante secreto, y Patrick sintió un repentino ataque de celos-, y no estaba segura de que lo hubieras oído tú.
– ¿Estás esperando a alguien?
– No, solo que pensé que no lo habías oído. Cómo estabas trabajando…
– Ya he terminado. Iré yo. ¿No estabas muy ocupada?
– Sí, bueno. Además será para ti…
Los timbrazos se hicieron más insistentes.
– ¡Vaya prisas! ¡Ya voy! -gritó, y bajó corriendo las escaleras-. ¿Qué desea? -preguntó, tras abrir la puerta.
– Eh, nada. Es… estaba buscando a Jessie.
– ¿A Jessie?
La sorpresa le hizo dar un paso atrás, y el recién llegado lo tomó como una invitación a pasar. Entró en el vestíbulo, y miró a su alrededor cómo buscándola.
– En el mensaje que dejó en mi contestador decía que se había mudado aquí. Hemos estado fuera, ¿sabe? Soy el padre de Bertie. Supongo que Jessie está un poco enfadada conmigo.
Patrick no era un hombre violento. Ejerciendo su profesión, había visto demasiadas veces el dolor que causaba tal actitud, pero aun así, sin hacer caso de la mano que le tendía Kevin, lo tomó por las solapas de la chaqueta, y lo levantó del suelo, poniéndolo después contra la pared.
– ¿Un poco enfadada dice? ¿Usted cree que después de lo que le ha hecho está solo un poco enfadada? ¿Qué tipo de hombre es usted? -la pregunta era solo retórica, porque a Patrick no le interesaban las excusas de Kevin-. No es más que un aprovechado y un mentiroso, pero no se crea que va a poder volver a entrar en la vida de Jessie como si nada, y hacerla daño de nuevo. Ahora vive en mi casa, y nadie… nadie… ¿Me ha oído? -su víctima se limitó a asentir con rapidez-. Ahora está viviendo en mi casa, y nadie va a aprovecharse de su bondad, o volver a abusar de su cariño.
– Perdone, pero creo…
– No me interesan sus disculpas. Lo que quiero es que salga de la vida de Jessie para siempre.
– ¡Patrick! -gritó Jessie antes de echar a correr escaleras abajo hacia ellos. Al notar tanta angustia en su voz, a Patrick le dio un vuelco el corazón-. ¡Déjalo en el suelo! ¿Qué demonios te crees que estás haciendo?
Patrick miró al hombre que tenía contra la pared, y después a Jessie. Podía querer hacerle creer que ya no lo quería, pero la angustia que se veía reflejada en su rostro la delataba. Por muy mal que se hubiera portado Graeme con ella, nunca lo olvidaría.
– ¿El ridículo? -sugirió con amargura. Después soltó a Kevin, y dio un paso atrás, golpeándose contra la mesa del vestíbulo. Al irse a sujetar en ella, se encontró con el contrato que con tanta ilusión había hecho para Jessie, y lo rompió-. No se admiten parejas -dijo, mientras Jessie lo miraba boquiabierta.
– ¿Te has vuelto loco, o qué?
– Ya veo que vas a recibir al hijo pródigo con los brazos abiertos.
– Por supuesto que lo voy a recibir con los brazos abiertos. Lo he estado llamando toda la semana. Ha venido a recoger a Bertie, Patrick -le dijo, cautelosa-, para llevárselo a casa -después, volviéndose hacia su hermano, le dijo-. ¿No está Faye contigo?
Kevin se aclaró la garganta.
– Está buscando aparcamiento. Además, se está tomando su tiempo, porque no estábamos muy seguros de cómo nos ibas a recibir.
– ¡Ven aquí, idiota! -le dijo Jessie, abrazándolo-. ¿Habéis descansado bien?
– No hemos salido de la cama en tres días. ¿Quién es ese gorila? -le preguntó casi al oído.
– ¿Gorila? -de repente le vino a la cabeza la imagen de un gorila con toga, y sonrió-. El gorila es Patrick, Patrick Dalton. Me mudé con él, cuando me echaron de mi apartamento -Jessie se dio cuenta de que debía haber sonado un poco raro lo que acababa de decir, pero ya habría tiempo para las explicaciones. -¿Patrick? -estaba pálido, y todavía miraba a Kevin cómo si lo quisiera destrozar con sus propias manos-. Patrick, este es Kevin -Patrick no se movió-. Mi hermano Kevin.
– ¿Tu hermano? -ahora que se lo había dicho, se daba cuenta del parecido. -Pero… dijo que era el padre de Bertie.
– Bueno, sí. El portero te lo dijo… -Jessie titubeó-. Dijiste que te lo había dicho.
– Me dijo que habías tenido que irte de Taplow Towers, cuando llegó el bebé. Que el padre del niño había tenido que irse de repente, con su esposa.
– Sí, Kevin y Faye… -miró a Kevin-. Será mejor que salgas a decirle que puede entrar.
– ¿Estás segura? -dijo, mirando a Patrick.