– ¡Tráelo! -La orden casi pilla al sabueso por sorpresa, pero salió corriendo y Darcy continuó su camino, apurando el paso. Alcanzó a los demás justo cuando el animal regresó, llevando su tesoro con orgullo, fuertemente apretado entre los dientes.
– Vaya, Darcy, su perro debe de ser de una utilidad increíble para usted. El mío sólo trae la presa, ¡mientras que el suyo también se preocupa por conseguir la leña para cocinarla! -señaló jocosamente uno de los caballeros que estaba con Bingley. El grupo se rió de buen grado y Darcy los acompañó.
– Caballeros, ésta ha sido una mañana muy agradable -dijo Bingley y esperó un momento con satisfacción, pues fue interrumpido por varios gestos de aprobación-. Gracias… ha sido un placer. -Inclinó la cabeza para agradecer los comentarios-. Yo, por mi parte, encuentro que me ha despertado un considerable apetito. ¿Qué tal si regresamos y vemos qué ha elegido mi cocinero para alimentar a unos caballeros que vuelven de una exitosa mañana de cacería?
Levantando el arma por encima del hombro, Darcy llamó a su perro para que abandonara la búsqueda del preciado palo y dio media vuelta para dirigirse a Netherfield. Un golpe en su otro hombro le hizo girar la cabeza rápidamente, pero se relajó de inmediato cuando se dio cuenta de que era Bingley, que venía detrás.
– ¿Qué opinas? -le preguntó su amigo en voz baja, mientras se quedaban un poco rezagados-. ¿Puedo informar a mis hermanas de que he cumplido con mi misión?
– Sin duda alguna -le aseguró Darcy y añadió con una sonrisa irónica-: Procura no presentarte a un escaño en el Parlamento en la próxima elección, ¡porque seguro que ganarías si continúas en esta dirección!
Bingley soltó una carcajada de felicidad y luego se inclinó hacia Darcy con gesto conspirador.
– Según una fuente fidedigna, la familia de cierta jovencita también ha aceptado una invitación a cenar en la casa del squire mañana por la noche. Y -continuó, sin ver el brillo peligroso que apareció en los ojos de Darcy al enterarse de aquella noticia- aunque es probable que las encontremos en casa de los King, también es seguro que estarán en la cena del coronel, porque la hija más joven, según he sabido, es muy amiga de la esposa del coronel.
– Te has olvidado de mencionar la reunión en casa de sir William. Me pregunto por qué. -Darcy decidió que la creciente excitación de Bingley podía soportar un poco de ironía.
– Ah, sabía que ellas estarían invitadas a esa reunión -contestó Bingley, sin percatarse de las segundas intenciones de la pregunta-. ¡Yo me pregunto cómo es posible que no notaras que la señorita Elizabeth Bennet y la señorita Lucas son buenas amigas! Con frecuencia están juntas. -Bingley sacudió la cabeza en señal de incredulidad y miró a Darcy-. De verdad, Darcy, normalmente eres más observador.
Darcy soltó un resoplido al percibir la ingenuidad de Bingley, pero se abstuvo de corregirlo. Entonces, señorita Elizabeth, ¿parece que estamos destinados a encontrarnos continuamente?, pensó. Me pregunto cuál será su próxima táctica. Bingley se alejó para reunirse con los otros caballeros y dejó a su amigo pensando en las fuerzas que necesitaría desplegar para el compromiso del día siguiente.
Hacia el final de la velada en casa del squire Justin, Darcy supo que estaba totalmente derrotado. Nada había salido como esperaba. Después de evitar cualquier tipo de bebida fuerte ese día para asegurarse de tener suficiente claridad mental, había venido preparado para esquivar las frases ingeniosas y los dardos de su inquietante adversaria. Si la oportunidad se presentaba y todo salía bien, también tenía intención de ofrecerle una disculpa. Pero no ocurrió ninguna de las dos cosas.
Al intentar rememorar los acontecimientos, Darcy ya fue consciente de que una velada que había comenzado de una forma tan poco propicia nunca podría mejorar. Llegaron a la casa del squire con un retraso mucho mayor del que se consideraba elegante, debido a cierto detalle del vestido de la señorita Bingley que le disgustó en el último minuto. Y la tardanza resultó ser mayor todavía a causa de la desafortunada pérdida de una herradura por parte del caballo principal del carruaje, lo que los obligó a atravesar el campo a una velocidad menor de la habitual. El aroma almizclado del perfume de la señora Hurst, que parecía invadir el coche, estuvo a punto de levantarle dolor de cabeza, así que cuando finalmente llegaron al salón de su anfitrión, Darcy apenas podía contener su irritación.
Tras insistir en ser el último del grupo en presentar sus respetos al anfitrión, Darcy se detuvo un momento en la puerta para aclarar sus ideas y recuperar el equilibrio. La señorita Bingley fue cordialmente recibida por el squire, y éste le dejó paso con solemnidad para que saludara a su esposa, que le devolvió la inclinación con las hijas de la casa, en medio de un silencio reverencial. Visiblemente complacida con el efecto causado por su entrada, la señorita Bingley accedió a la cortesía de preguntarles por su salud y poco después se sintió feliz al convertirse en el centro de atención, ante la envidia que despertó su traje en la mayor parte de las damas y la manera en que los caballeros admiraron la caída de la tela. Luego siguieron los Hurst y enseguida Bingley, quien presentó sus respetos y recibió también un gran apretón de manos por parte del squire, que se disculpó por la urgencia de sus ocupaciones, que lo habían privado del placer de acompañarlo durante la partida de caza del día anterior en Netherfield.
– Tendrá que contarme qué le parece su nueva escopeta, señor Bingley. He estado considerando comprar una de ese mismo modelo.
– Tendré mucho gusto en contárselo todo, señor, pero ¿no cree que una demostración vale más que mil palabras? Debe venir a Netherfield tan pronto le sea posible y probarla usted mismo -propuso generosamente Bingley, ofreciendo una invitación que consolidaba aún más su aprobación entre los residentes de Hertfordshire. Luego avanzó para presentarle sus respetos a la esposa del squire, siendo recibido con aparente regocijo por la buena mujer y sus hijas.
Por último, Darcy se presentó ante el anfitrión.
– Señor Darcy -comenzó a decir el squire-, he oído que tiene usted un sabueso impresionante. ¡Se dice que después de traer la presa, busca leña para el fuego, deshace su morral de caza y luego prepara la presa al estilo italiano para la cena! -El pequeño grupo de caballeros que estaban cerca se rieron con entusiasmo-. Señor, ¡dígame cuánto vale! ¡Yo tengo que tener esa maravilla!
– Mis disculpas, squire, pero creo que usted ha sido muy mal informado -respondió Darcy, torciendo un poco el labio inferior, pero sin dejar de mirar a su anfitrión con gran seriedad-. El sabueso todavía es muy joven y necesita mucho entrenamiento. Lamento decir que el estilo italiano aún está más allá de sus capacidades, pero como el perro insiste en añadirle ajo a todo, la confusión de su informante es comprensible. -Durante un momento, el humor velado de Darcy fue recibido con un silencio sepulcral, pero luego el squire soltó una carcajada y los demás lo siguieron.
– ¡Bien hecho, señor Darcy! Veo que en ese cerebro hay más cosas de las que revela su rostro. ¿Me permite presentarle a mi esposa? -El squire hizo las presentaciones necesarias y Darcy pronto se encontró libre para unirse al grupo de invitados que quisiera. La señorita Bingley y la señora Hurst estaban bastante ocupadas con sus admiradores. El señor Hurst discutía sobre los méritos de Gentleman’s Pride frente a Gray Shadow en la última carrera. Bingley estaba atrapado en una conversación sobre caza de la cual era evidente que quería escapar, pues, a cada poco, giraba la cabeza para mirar alrededor del largo salón.