— Es toda una responsabilidad, para alguien de la edad de usted — comentó Ambrose—. ¿No será que secretamente es una mujer sin sentimientos?
— No es ningún secreto — las exquisitas facciones de Prudence adoptaron un aire impersonal, como las de un robot hermoso pero tremendamente funcional—. Tal vez tendríamos que dejar en claro que he sido yo quien me lo he 'ligado' a usted hace unos minutos. Y no a la inversa.
Ambrose pestañeó.
— ¿Quién ha hablado de 'ligar'?
— ¿Y cómo prefiere llamarlo? ¿Cuál es el modismo que corresponde, en Estados Unidos?
— De acuerdo… Pero, ¿se puede saber para qué me ha 'ligado'?
— Necesito un hombre que me escolte hasta Barandi, para ahorrarme el problema de tener que esquivar tantas compañías indeseables. Y le he elegido a usted — bebió un sorbo, los ojos grises brillando con firmeza por encima del borde de la copa.
— Gracias — Ambrose consideró las palabras de Prudence y descubrió una migaja de consuelo—. Es bueno saber que no soy una compañía indeseable.
— Oh, es usted muy deseable… Mucho más que un científico ordinario.
Ambrose se sintió culpable de una especie de engaño.
— Suponiendo que exista un espécimen tal como el científico ordinario — dijo—, ¿qué le hace pensar que no soy uno de ellos?
— En primer lugar, tiene un reloj pulsera por el que ha pagado no menos de tres mil dólares. ¿Prosigo?
— No se moleste — Ambrose, pillado por sorpresa, no pudo evitar una frase pomposa—. Me interesa el valor de las cosas, no el precio.
— Wilde.
Ambrose titubeó un instante; pensó simplemente que ella había soltado una interjección admirativa, y de pronto comprendió.
— ¿Eso lo dijo Oscar Wilde?
Prudence cabeceó.
— Algo por el estilo. En El abanico de lady Windermere.
— Qué lástima… Hace años que lo vengo diciendo como si fuese una ocurrencia propia — sonrió amargamente—. Dios sabrá a cuántos he convencido que poseo cierta cultura literaria.
— No se preocupe… Estoy segura de que posee muchas otras cualidades — Prudence se inclinó hacia adelante y, sin necesidad, le tocó el dorso de la mano—. Me gusta su sentido del humor.
Ambrose la miró de hito en hito y decidió ser cauto ante la persona decidida y mordaz que habitaba aquel cuerpo tan esencialmente femenino. El rostro de Prudence no se había alterado, pero él descubrió que ahora podía verlo de dos maneras diferentes que revelaban dos caracteres diferentes, como un cuadro op art donde los cambios de percepción transforman lo alto en profundo. Estaba intrigado, impresionado y fascinado al mismo tiempo, y por esa razón la idea de que se lo 'ligaran', le utilizaran y lo descartaran lo irritaba más que nunca.
— ¿Qué ocurriría si yo me negara a acompañarla hasta Barandi?
— ¿Por qué iba a negarse?
— Porque usted no me necesita.
— Pero acabo de explicarle que sí le necesito… Para ahuyentar a los indeseables. Es la función de una escolta.
— Lo sé, pero…
— ¿Abandonaría usted a cualquier otra muchacha en la misma situación?
— No, pero…
— Entonces, ¿por qué a mí?
— Porque… — Ambrose sacudió la cabeza, desorientado.
— Le diré porqué, doctor Ambrose — la voz de Prudence era baja pero firme—. Porque yo no me presto al juego. Usted sabe a qué juego me refiero. Cada vez que una mujer indefensa acepta las cortesías de un caballero existe siempre el sobreentendido, aun si rara vez se lo toma en serio, de que si todo funciona favorablemente ella le recompensará poniéndose a su disposición. Ahora bien; usted me gusta, y es posible que si estamos en Barandi el tiempo suficiente, y si usted es sagaz, terminemos por acostarnos juntos… Pero no sería para agradecerle que me haya abierto la puerta o llevado la maleta hasta el avión. ¿Soy clara?
— Clara como la ginebra — Ambrose bebió un largo sorbo—. Es esa una expresión británica, ¿verdad?
— De acuerdo… La igualdad no es grata — Prudence sacó otro cigarrillo y aceptó que se lo encendieran—. Cuénteme qué hará con esos fantasmas. ¿Exorcizarlos?
— En este caso no hay exorcismo posible — dijo serenamente Ambrose.
— ¿De veras? ¿Tiene una teoría?
— Sí… He venido aquí para comprobarla.
Prudence se estremeció con un entusiasmo que a Ambrose le resultó gratificante.
— ¿Explica por qué sólo pueden ser vistos con esas gafas especiales? ¿Y por qué se elevan y vuelven a hundirse en el suelo?
— ¡Vaya! Ha prestado atención a las noticias.
— ¡Desde luego! Vamos… No me tenga sobre ascuas.
Ambrose se refrescó las yemas de los dedos en el rocío que perlaba la copa.
— Es un poco difícil. Usted sabe que a los artistas no les gusta mostrar un cuadro hasta que está terminado. Bien, los científicos son iguales en lo que respecta a sus pequeñas teorías. No les gusta presentarlas al público hasta que han atado todos los cabos sueltos.
— Lo comprendo — Prudence fue imprevistamente dócil—. Esperaré ansiosamente a que la transmitan por radio.
— Ah, demonios — dijo Ambrose—. ¿Cuál es la diferencia? Sé que estoy en lo cierto. Es algo complicado, pero si quiere, intentaré explicárselo.
— Por favor — Prudence se adelantó en la silla hasta que sus rodillas tocaron las de Ambrose.
— ¿Se acuerda del Planeta de Thornton? — dijo él, tratando de ignorar la distracción—. ¿Aquel presunto mundo fantasma que se acercó a la Tierra hace tres años?
— Recuerdo los tumultos… En esa época yo estaba en Ecuador.
— Todos recuerdan los tumultos, pero lo que realmente tiene a los físicos despistados es que el Planeta de Thornton fuera capturado por el sol. Está compuesto de materia anti-neutrínica y por lo tanto debió atravesar el sistema solar en línea recta sin volver jamás. El hecho de que adoptara una órbita ha desconcertado a muchos, y todavía se afanan imaginando nuevos conjuntos de interrelaciones para explicar el hecho. Pero la explicación más simple es que dentro de nuestro sol existe otro, compuesto del mismo tipo de materia que el Planeta de Thornton. Un sol de antineutrinos dentro de nuestro sol hadrónico.
Prudence frunció el ceño.
— Por debajo de las grandes palabras, parece que usted está diciendo que dos cosas pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo. ¿Es eso posible?
— En la física nuclear, sí. Si en un campo hay un rebaño de ovejas, ¿le impide eso llevar allí un rebaño de vacas?