— No hay inconveniente en moldear formas de lentes con magniluct. Serían utilísimas si sólo se las empleara como amplificadores de luz, pero no sirven de nada si se trata de obtener una imagen magnificada del Planeta de Thornton.
— No entiendo — dijo Ambrose desesperado, decidiendo confesar su ignorancia—. Soy director de un planetario y se supone que debo ser instantáneamente un experto en todo cuanto ocurra allá arriba, pero ahora no sé de qué demonios me habla. Los periodistas han empezado a llamarme todos los días, y no sé qué decirles.
— No se preocupe… Hay muchos presuntos expertos que tienen el mismo problema — Collins esbozó una sonrisa que ablandó sus toscas facciones. Sacó dos cigarros del bolsillo de su camisa blanca y deslizó uno en el escritorio para Ambrose—. Si tiene tiempo, le hago un rápido resumen de lo poco que sé.
Agradeciendo el tacto de Collins, Ambrose cabeceó mientras desenvolvía el cigarro que en realidad no quería fumar.
— Tengo tiempo de sobra.
— Muy bien — Collins encendió ambos cigarros y se reclinó haciendo crujir la silla estrepitosamente—. En primer lugar, lo que le decía de las lentes de magniluct no eran pamplinas…
— No pensé que usted…
Collins alzó la mano amplia y sonrosada para exigir silencio.
— Sobrevolaré rápidamente el aspecto físico porque para mí todo es nuevo y sólo lo conozco de aquí, pero no de aquí — se señaló la frente y el pecho sucesivamente, y empezó a declamar— : El magniluct es un material transparente con una elevada densidad de átomos de hidrógeno.
«Hace poco se informó que podía ser útil como una superespecie de contador de escintilación para detectar neutrinos, pero por lo que sé nadie se interesó demasiado en ese aspecto hasta que el Planeta de Thornton irrumpió en el sistema solar. El planeta no está irradiando en ninguno de los espectros energéticos conocidos y por eso no se lo puede ver a simple vista, pero lanza un bombardeo de neutrinos al espacio cuatro-pi. Cuando un neutrino entra en la lente de unas gafas de magniluct, interactúa con los protones y produce neutrones y partículas más-beta que actúan sobre otros átomos del material y a la vez producen emisiones en el espectro visible.
«Por eso no se puede focalizar la radiación y obtener una imagen amplificada: los neutrinos avanzan en línea recta. En realidad, es sólo gracias a esas partículas esparcidas hacia adelante que al menos se llega a ver esa imagen ligeramente turbia del planeta. ¿Qué tal lo he explicado? — Collins puso cara de escolar que espera elogios.
— Muy bien — dijo Ambrose—, especialmente si la física de partículas no es su especialidad.
— No lo es.
Ambrose decidió no mencionar que la nucleónica había sido su propia especialidad, por si se notaba demasiado que él sabía menos de lo que razonablemente cabía esperar. Sacudió el primer anillo de ceniza del cigarro y reflexionó concienzudamente sobre lo que acababa de oír.
— Esta emisión… que sólo consiste en neutrinos — dijo lentamente—, supongo que es el fundamento para llegar a la conclusión de que el Planeta de Thornton está compuesto de materia antineutrínica.
— Eso me han dicho.
— Lo que significa que es una especie de mundo-fantasma. En lo que a nosotros respecta, casi no existe.
— Correcto.
— Vaya suerte la mía — dijo Ambrose con una sonrisa amarga—. ¿Cómo lo representaré en el planetario?
— Afortunadamente para mí, ese problema es suyo y no mío — Collins empleó un tono cordial que contrastaba con el giro que había elegido—. ¿Le gustaría ver dónde se halla actualmente el intruso?
— Por favor.
Ambrose chupó suavemente el cigarro mientras Collins tecleaba una orden en la terminal de computadora del escritorio para obtener un diagrama astronómico en la pantalla de la pared. Cuando apareció la imagen, Ambrose notó que el hombretón le observaba con velado interés, como a la espera de alguna reacción. Ambrose estudió la pantalla, que mostraba dos líneas de puntos verdes designadas como las órbitas de Júpiter y Marte y atravesadas por una línea roja continua que representaba el itinerario del Planeta de Thornton. El diagrama concordaba bastante con lo que él esperaba ver, y sin embargo se olía un error, algo relacionado con el conjunto de datos que acababan de suministrarle.
— Esta es una visión panorámica corregida, de acuerdo con el plano de la eclíptica — dijo Collins, fijando los ojos en la cara de Ambrose—. Hemos obtenido datos posicionales del planeta por triangulación, y son bastante precisos porque estuvimos utilizando la colonia lunar como el otro extremo de nuestra línea de base. La longitud efectiva sigue cambiando, desde luego, pero…
— Un momento — exclamó Ambrose, advirtiendo de repente el error en el diagrama—. ¡La línea roja es curva!
— ¿Y bien?
— Bueno, un mundo antineutrínico no sería afectado por la gravedad del sol. Atravesaría el sistema solar en una línea recta inalterable.
— Ha caído en ello con bastante rapidez — dijo Collins—. Felicitaciones.
El cumplido no halagó a Ambrose.
— ¿Pero qué significa? El diagrama sugiere que el Planeta de Thornton es atraído por el sol, pero por lo que sabemos acerca del planeta, eso es imposible. ¿Están seguros de que es un mundo antineutrínico?
Collins titubeó.
— Si hay alguna duda en ese aspecto, quedará resuelta dentro de pocos meses.
— Lo afirma con mucho aplomo — dijo Ambrose—. ¿Y cómo puede estar tan seguro?
— Es muy simple — dijo serenamente Collins—. Por lo que hemos podido determinar hasta ahora, hay muchísimas posibilidades de que el Planeta de Thornton pase directamente a través de la Tierra.
Capítulo 2
La mañana del 25 de marzo de 1993, Gilbert Snook — el neutrino humano— estaba sentado en un bar, disfrutando tranquilamente de un cigarrillo y de una ginebra con agua bien helada. Era un hombre delgado de estatura mediana, con pelo negro cortado al rape y rasgos atractivos y duros. El contorno inusitadamente definido de los músculos, aun de los que le rodeaban la boca, sugería fuerza física, pero por lo demás nada en él llamaba la atención.
Su satisfacción derivaba de una combinación de factores, y uno de ellos era que gozaba del primer día de ocio en dos semanas. Con las temperaturas diurnas del sur de la península arábiga, el mantenimiento de aviones ligeros era una ocupación que inducía a apreciar cabalmente pequeños lujos como el de estar al fresco. Dentro del casco de un avión el calor era insoportable: las superficies metálicas tenían que ser cubiertas con trapos para no quemarse al tocarlas, y el aceite de la máquina se aligeraba tanto que los mecánicos expertos desechaban las instrucciones de fábrica sobre viscosidad y elegían lubricantes que en circunstancias normales se habrían comportado como melaza.
Las condiciones de trabajo en Malaq disuadían a casi todos los técnicos extranjeros de quedarse mucho tiempo, pero se avenían con el temperamento de Snook. Era uno de los tantos estados minúsculos que se habían formado después de la fragmentación del ex sultanato de Omán, y atraía a Snook principalmente porque contenía sólo alrededor de dos personas por kilómetro cuadrado. Las presiones mentales que le disgustaban en zonas densamente pobladas casi no existían en Malaq. Hasta le era posible evitar periódicos, reproducciones facsimilares y emisiones radiofónicas. Todo cuanto se le exigía era colaborar para que la pequeña flota de transportes militares y viejos cazas del sultán siguiera remontando vuelo, a cambio de lo cual se alojaba en el único hotel del país y recibía un generoso sueldo libre de impuestos. Habitualmente, enviaba casi todo el dinero a un banco de su nativa Ontario.