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— Se te ha preparado un cuarto de baño — Felleth señaló una segunda puerta gesticulando con la mano membranosa—. Está aislado… y por lo tanto no es de lo mejor… Pero es sólo por un período breve.

Snook se sintió desconcertado un instante, y luego comprendió.

— Claro — dijo—. Estoy en cuarentena.

— Sólo por un período breve.

Snook cayó en la cuenta de que en su urgencia por salir con vida de Barandi había aceptado irreflexivamente muchas cosas acerca de las condiciones de Averno. La atmósfera, por ejemplo, podría haber sido de una rareza totalmente inaceptable para los seres humanos, y los microorganismos ya le podrían estar sembrando los pulmones de colonias letales. Presumiblemente él podría representar un riesgo para la salud de los avernianos, lo cual tal vez explicaba por qué el edificio donde estaba producía aquella sensación de asepsia.

— No te habría traído aquí… sin tener la seguridad de que vivirías — dijo Felleth respondiendo a sus pensamientos—. En todo caso, te habría provisto de… gas para respirar, y una máscara.

— Piensas en todo — Snook recordó que Felleth era el equivalente averniano de un filósofo-científico a cargo del gobierno.

— En todo no. Hay asuntos importantes que debemos discutir… mientras comes.

Después que Snook hizo uso de los receptáculos y la provisión de agua que le ofrecieron en un cubículo de metal pulido, se unió a Felleth en otro cuarto que contenía una mesa y un taburete sencillo que parecía recientemente fabricado con una madera fibrosa. Sobre la mesa había fuentes de cerámica con verduras, cereales y frutas, además de una jarra de agua. Snook se apresuró a sentarse, recordando de golpe que hacía tiempo que no comía, y probó la comida. Los sabores eran extraños, aunque no desagradables, y la principal objeción de Snook fue que todo, hasta las frutas y hortalizas, tenían un regusto de yodo y sal.

— Debo avisarte, Igual Gil, que al traerte cometí algunos errores de cálculos, y no tuve en cuenta otros factores…

— No parece muy propio de ti, Felleth — Snook había considerado la posibilidad de limitarse a pensar las respuestas a las observaciones de los avernianos, pero descubrió que hablar en voz alta le exigía menos esfuerzo mental.

— Actualmente no estoy en buenas relaciones con… los otros Reactivos… ni con el Pueblo, pues les he aconsejado en un asunto importante… sin investigar todas las evidencias disponibles.

— No comprendo.

— Por ejemplo… Acepté acríticamente todo cuanto aprendí de astronomía… de tu mente.

Snook alzó los ojos ante aquella enigmática figura.

— No me parece un error tan serio. Después de todo, te acabas de enterar de que existía esa ciencia, y en la Tierra hace miles de años que se estudia astronomía.

— En la Tierra… Ese es precisamente el problema… Vuestros astrónomos estudian un universo diferente.

— Todavía no entiendo — Snook dejó la comida a un lado, presintiendo que le dirían algo importante.

— La imagen que presentaron de mi universo contenía sólo… aquellos elementos que ellos habían percibido… Un sol, este mundo… Y el mundo errante que llamáis Planeta de Thornton.

— ¿Entonces?

— La órbita que calcularon para el Planeta de Thornton se basaba… en esta imagen simplificada del universo.

— Lo siento, Felleth. No soy astrónomo y todavía no entiendo adonde quieres llegar.

Felleth se acercó más a la mesa.

— No eres astrónomo… Pero entiendes que todos los cuerpos de un sistema planetario se mueven… influidos por todos los otros cuerpos… de ese sistema.

— Eso es elemental — dijo Snook—. Pero si no hay otros cuerpos en el… — se interrumpió cuando comprendió cabalmente todo lo implicado en las palabras de Felleth—. ¿Han iniciado las observaciones?

— Han diseñado un radiotelescopio… Y se construirán no menos de veinte.

— Pero eso está bien — Snook se incorporó para encarar a Felleth—. Os da una esperanza, ¿verdad? Es decir, si pudierais descubrir cerca otro planeta, quizá fuera factible desviar al Planeta de Thornton de su trayectoria actual…

— Eso es lo que debí haber deducido… en el acto.

— ¿Y cómo podrías haberlo hecho?

— El Pueblo exige una actuación intachable de sus Reactivos. Es su derecho.

— Pero…

— Igual Gil, tu memoria es imperfecta de acuerdo con nuestros criterios… Pero puede contener datos que me permitirían ofrecer una reparación a mi Pueblo… por mi error. Por favor, permíteme establecer contacto contigo.

Snook titubeó apenas un instante antes de acercarse a Felleth. Inclinó la cabeza hacia adelante y mantuvo los ojos abiertos mientras Felleth se le aproximaba y ambas frentes se tocaban. El contacto duró apenas un segundo, y después Felleth retrocedió.

— Gracias — dijo Felleth—. La evidencia es valiosa.

— No he sentido nada… ¿Qué evidencia?

— Cuando oíste hablar por primera vez del Planeta de Thornton, se suponía que pasaría… a través de tu mundo. Pero erró por muchos diámetros planetarios, y la divergencia respecto del curso preanunciado… fue atribuida a un error de observación.

— Creo recordar algo acerca de… Esa es una evidencia, ¿verdad? — el entusiasmo de Snook aumentó—. Demuestra que hay otros planetas en vuestro sistema.

— No es concluyente.

— A mí me parece que lo es.

— La única conclusión inequívoca — dijo Felleth— es que soy indigno de la confianza del Pueblo.

— Eso es ridículo — dijo Snook, casi gritando—. Ellos te lo deben todo.

La larga ranura de la boca de Felleth ondeó en un signo emocional que Snook no pudo interpretar.

— El Pueblo tiene atributos mentales diferentes de los de tu raza… pero no es superior, como crees. Hemos logrado liberarnos de las grandes pasiones destructivas… pero es más difícil erradicar lo trivial y lo mezquino… el hecho de que estés empleando las palabras indica que yo también… — interrumpió la dolorosa articulación de sonidos de lenguaje y fijó los ojos pálidos en Snook, exhibiendo una impotencia curiosamente humana. Snook le miró en silencio, y ciertas ideas empezaron a cristalizar y disolverse en el fondo de su conciencia.

— Felleth, tienes algo que decirme, ¿verdad? — preguntó Snook.

Cada día parecía un mes. Y cada mes, un año.

Snook descubrió que la pequeña isla que le habían asignado bastaba para sus necesidades, siempre que trabajara duramente con las sencillas herramientas agrícolas que le habían suministrado y recorriera regularmente los bajíos en busca de plantas marinas comestibles. No tenía tabaco ni alcohol — los procesos de fermentación no eran utilizados en Averno fuera de los laboratorios científicos— pero había aprendido a prescindir de ellos. Sabía que los mismos avernianos inhalaban los vapores emanados por las vainas de ciertas plantas marinas, pues aseguraban que tenían la virtud de elevar el espíritu y enriquecer la visión. En un principio Snook había experimentado con las vainas, pero siempre con resultados negativos, y había llegado a la conclusión de que algo no funcionaba en su metabolismo. «Tal vez sea una ley universal — había escrito en un papel—, que sólo puedes emborracharte en casa.»

Cuando no se ocupaba de la obtención de alimentos, Snook disponía de bastantes tareas de otra clase para matar el tiempo. Había que mantener en condiciones la única casa de la isla, especialmente el techo. Y además, tenía que remendarse las ropas y el calzado. La calefacción no era un problema, pues las lozas de piedra del suelo se entibiaban durante la noche, al parecer espontáneamente. Snook casi deseaba que la calefacción fuera de índole más primitiva: un leño le habría brindado una especie de compañía. Lo habría apreciado especialmente en las noches oscuras en que cometía la imprudencia de ponerse a pensar en Prudence, y las luces de las otras islas le recordaban que la vida del planeta continuaba al margen de él.