Jamás había experimentado nada parecido.
Su comportamiento hasta entonces había hecho que en más de una ocasión tuviera que explicar que no era homosexual ni frígida porque nunca había deseado verdaderamente hacer el amor.
Así que, ¿por qué se refugiaba en la tinada como si se avergonzara de sí misma o no estuviera segura? Ni siquiera podía quedarse embarazada, puesto que tomaba la píldora para regularizar sus periodos. Y aunque llevaba algún día sin tomarla, suponía que el efecto duraría. Alzó la barbilla. No había jugado con Raja porque no era su estilo y no quería que Raja creyera que lo era. Dándose impulso, se puso en pie.
Encontró a Raja mirando a las brasas de la hoguera, tan inmóvil y hermoso que parecía una escultura.
– No estaba jugando -dijo Ruby en un susurro.
Él la miró con expresión ardiente y dijo:
– Te deseo tanto que me estoy volviendo loco.
La confesión atravesó a Ruby como una corriente eléctrica y la dejó muda.
– No me sentía así desde que era un adolescente -continuó Raja, poniéndose en pie con la elegancia de un felino-. Eres tan hermosa…
También lo era él, pero Ruby era demasiado orgullosa como para admitir que su perturbadora belleza se había prendido en su alma desde el primer momento, y que apartar la mirada de él representaba un ejercicio de voluntad. Sin pensarlo, dio un paso hacia él y Raja agachó la cabeza hasta adueñarse de sus labios y besarla con una pasión que hizo que se le encogieran los dedos de los pies. Ruby lo rodeó por la cintura y alzó las manos hacia su cabello, animándolo a continuar. Él apretó su cuerpo contra el de ella, acoplándose a sus curvas.
Ruby tuvo que separar su boca para respirar, pero volvió a buscar la de él al instante, continuando sus caricias torpes y ansiosas. Él la soltó una fracción de segundo para quitarse la túnica y el pareo que Ruby llevaba puesto cayó al suelo, aunque ni siquiera le dio tiempo a notarlo porque él, dejando un rastro de besos en su cuello, la hizo echarse sobre las mantas.
Ruby se revolvió de placer, sintiendo que este aumentaba exponencialmente cuando él le mordisqueó la piel. El calor que sentía en la pelvis amenazaba con quemarla. El sujetador desapareció. Raja tomó en sus manos uno de sus senos y agachó la cabeza para mordisquear su rosada punta, logrando con ello que Ruby se arqueara contra él. Ella le tomó la cabeza para obligarle a subir y besarlo mientras le acariciaba el torso. Él le tomó la mano y se la llevó a su sexo erecto. Un escalofrío lo recorrió cuando ella aceptó la invitación y deslizó su mano arriba y abajo. Colocó a Ruby debajo de sí y volvió a mordisquear sus pezones hasta que ella gimió de placer.
– Preciosa y apasionada -musitó él.
El pulsante dolor que Ruby sentía en la entrepierna le hacía mecer las caderas. Él le acarició la delicada piel en ese punto y ella se estremeció violentamente. Raja la penetró con los dedos y sentir su húmedo calor le hizo gemir. Capturó su boca y recorrió su interior con la lengua, logrando que la sangre se le acelerara hasta que Ruby temió que le estallaran las venas. Raja volvió a acariciar su núcleo de placer y ella se retorció.
– ¡No pares! -suplicó-. ¡No pares!
El príncipe la miró con expresión ardiente.
– Si sigo, no habrá vuelta atrás -dijo él, al tiempo que le separaba las piernas y la tomaba por las caderas para impulsarlas hacia sí.
Cuando la penetró, Ruby sintió un agudo dolor y gritó.
– ¿Qué sucede? -preguntó él, desconcertado.
– Nada importante. Sigue -dijo ella, que nunca había imaginado que perder la virginidad pudiera ser doloroso.
Al ver que Raja seguía mirándola, confesó-: Es mi primera vez.
Raja abrió los ojos como si para él sí tuviera importancia. Con un escalofrío, intentó controlar cada fibra de su cuerpo para reprimir el impulso de penetrarla profundamente.
– Sigue. No pasa nada -susurró Ruby, avergonzada.
Raja la besó con delicadeza y por primera vez pensó en ella como su esposa, lo que representaba un salto cualitativo para un hombre tan acostumbrado a negar cualquier emoción. Se movió lentamente y Ruby sintió que su interior se transformaba en miel caliente.
– Ahh -gimió con los labios entreabiertos y los ojos cerrados.
– Quiero que sea maravilloso -dijo él.
Ruby lo miró, electrizada.
– Lo está siendo.
Raja continuó meciéndose lentamente, enseñándole a acompañar su ritmo a la vez que gozaba de su aterciopelado y estrecho conducto. Poco a poco aumentó el recorrido y la velocidad, excitándola hasta que, en pleno delirio, Ruby se arqueó sacudida por violentas oleadas de placer que la arrastraron a un explosivo clímax.
Después, Raja la abrazó con fuerza mientras la atravesaban suaves ráfagas de placer.
– Siento haberte hecho daño. De haberlo sabido habría sido más cuidadoso.
Ruby, que se sentía en las nubes, lo miró con expresión extraviada.
– Quizá no habría sido tan excitante.
Riendo, Raja se levantó, se puso los calzoncillos y salió de la tienda. Ruby estaba demasiado exhausta como para plantearse qué estaría haciendo, y solo le quedó una leve inquietud por haber roto el acuerdo platónico al que habían llegado. Su excusa era que se encontraban en una situación excepcional en la que no regían las normas.
Raja entró y se arrodilló a su lado. Nada más verlo, Ruby sintió que se le contraía el vientre. Su sonrisa la dejó sin aliento. Él se inclinó y le estiró las piernas, que tenía encogidas en posición fetal.
– ¿Qué haces? -preguntó, desconcertada.
En lugar de contestar, Raja la lavó delicadamente con la toalla, que había humedecido en el agua, refrescándola y revitalizándola, y a Ruby le emocionó que fuera tan considerado.
Luego comieron algo bajo el toldo de la tienda.
– No creo que pasemos aquí mucho tiempo -dijo él-. En cuanto se anuncie que estamos casados, no tendrá sentido que nos mantengan aislados.
– ¿Y quién va a admitir que nos retiene?
– Pueden hacer llegar la información sin delatar la fuente.
Cuando Ruby se puso en pie, él la imitó y la atrajo hacia sí. Mirándola con expresión ardiente, hundió los dedos en su cabello y, haciéndole inclinar la cabeza, la besó con voracidad al tiempo que con la otra mano le pellizcaba los pezones tras retirarle el pareo. Un cosquilleo húmedo vibró entre los muslos de Ruby, que se asió a él, anhelante y enfebrecida, deseándolo aún más que la primera vez.
Capítulo 6
RAJA sacudió a Ruby bruscamente.
– ¡Vístete! -dijo en cuanto entreabrió los ojos-. Nos han localizado y nos vamos.
Siguiéndolo al exterior con la mirada, Ruby vio un par de helicópteros de aspecto militar. Se vistió precipitadamente con unos pantalones, una camiseta y una camisa de gasa y se cepilló el cabello mientras recordaba los acontecimientos de las horas precedentes con un profundo sentimiento de vergüenza.
Ella, que jamás actuaba alocadamente, que era reflexiva y cautelosa, había hecho trizas el acuerdo al que había llegado con Raja. ¿Cómo iban a redefinir su relación habiendo permitido que el sexo interfiriera?
Tenía que ser sincera y admitir que el príncipe najarí la fascinaba y que lo encontraba increíblemente atractivo; que era el primer hombre con el que había querido descubrir por qué otras mujeres sentían interés por el sexo.
Y debía reconocer que en la cama, su príncipe perdía toda frialdad y se convertía en pura e irresistible pasión.
Cuando salió de la tienda lo vio hablando con un grupo de hombres uniformados, que en cuanto la vieron, se inclinaron y murmuraron un saludo respetuoso. Raja la tomó de la mano para presentarla a los jefes de la aviación antes de ayudarla a subir al helicóptero más próximo.