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– Desayunaremos en Najar…

– Debería quedarme en Ashur tal y como habías planeado inicialmente -dijo Ruby quedamente.

Raja la miró dubitativo.

– Es lógico que vayas a ver a tu padre para tranquilizarlo -añadió ella-. No te preocupes por mí.

Raja le miró la mano.

– ¿Dónde está la alianza?

– ¡Vaya, no me había fijado! -dijo ella, mirándose el dedo-. Me quedaba grande y ha debido caérseme.

– Te compraré otra -dijo él. Y con ojos chispeantes, añadió-. Nos veremos esta noche.

– ¿Esta noche? -preguntó ella, que había asumido que la separación duraría algo más y le daría tiempo a reflexionar.

– Hasta esta noche -confirmó él, antes de subir en el segundo helicóptero.

Durante el vuelo, Ruby respiró profundamente para aligerar la tensión que le causaba imaginar las expectativas que su llegada a Simis, la capital, habría despertado, y tuvo que recordarse que era razonablemente inteligente y sensata, además de tener la mejor actitud posible.

La terminal del aeropuerto no era más que un hangar y verla rodeada de soldados y policía le puso nerviosa.

Wajid Sulieman la recibió y ya en el coche le preguntó sobre sus días de secuestro en el desierto.

– Tuve suerte de tener al príncipe a mi lado -dijo ella, tras referir lo ocurrido-. ¿Cómo nos han encontrado?

– Por una llamada anónima a la prensa. Desde el momento en que se anunció el secuestro, el pueblo acudió a las puertas del palacio para seguir los acontecimientos.

Pronto surgieron rumores que acusaban a los najarís y se produjeron algunas revueltas. Hubo momentos muy tensos.

– Supongo que pasó lo mismo en Najar -dijo Ruby.

– Claro, allí su marido es un héroe de guerra -tras una pausa, Wajid añadió-: Tengo entendido que se reunirá con usted en breve.

– Sí -contestó Ruby, al tiempo que observaba las aceras, repletas de gente que esperaba ver pasar el coche-. ¿Están esperándome? -susurró, incrédula.

– Su llegada ha despertado una enorme curiosidad. Es la primera vez que pasa algo bueno en muchos años -explicó él-. En los próximos días acudirá a numerosos sitios para darse a conocer. La fotografía que enviaron tras la boda tuvo mucho éxito. El príncipe fue muy considerado organizándola por nosotros.

– Raja piensa en todo -dijo Ruby, recordando las quemaduras del sol, los escorpiones, el sexo… Una oleada de calor la recorrió con solo pensarlo.

En su única visita a Ashur de adolescente, solo había visto el imponente edificio del palacio desde la verja de entrada. En aquella ocasión, por el contrario, entró por una puerta lateral con Wajid, donde un grupo de sirvientes la recibieron con una profunda reverencia. A continuación, fue escoltada al primer piso.

– Su tío, el fallecido rey Tamim y su familia usaban el ala este, pero he pensado que usted preferiría la suite del ala más moderna del palacio.

Ruby sonrió para sí al ver que para Wajid una decoración de los años sesenta era «moderna»

– ¿Cómo era mi tío?

– Tenía ideas muy firmes, igual que su hija, la princesa Bariah.

– Mi prima.

– Una mujer excepcional, destinada a casarse con el príncipe Raja de no haber sufrido tan dramático accidente -dijo el anciano, sin darse cuenta de que Ruby se paraba en seco y lo miraba con desmayo.

Aunque le pareció lógico, era la primera vez que Ruby era consciente de que su prima había estado destinada a Raja, y saberlo la atravesó como un cuchillo al recordarle que no había nada personal en su relación con el futuro rey de Najar y que este había estado igualmente dispuesto a casarse con su prima.

¿Qué habría sentido por ella? Era lógico pensar que habría estado igualmente dispuesto a compartir su cama con ella. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida como para caer en tal grado de intimidad con él? El deseo no podía ser justificación suficiente.

Al cruzar una puerta oyó ladrar un perro antes de ver a Hermione correr hacia ella moviendo la cola frenéticamente. Ruby se arrodilló para tomarla en brazos y acariciarla mientras Wajid mencionaba la ceremonia de reconciliación que tendría lugar aquella tarde en la catedral, así como una recepción nocturna en la que conocería a mucha gente importante. Ruby contuvo un gemido confiando en que el traje rojo fuera apropiado, ya que no contaba con otro vestuario.

Llamaron a la puerta y entró una mujer joven.

– Alteza, esta es Zuhrah, que la ayudará en todo lo que necesite -explicó Wajid-. Habla inglés perfectamente.

Wajid se fue y la bonita joven mostró a Ruby las espaciosas habitaciones que le habían sido asignadas.

Durante un liviano almuerzo que se sirvió en el comedor, Ruby mencionó su traje y Zuhrah se apresuró a localizarlo.

En cuanto terminó de comer, Ruby se dio una prolongada ducha. Después de secarse el pelo, salió en albornoz y al ver a Zuhrah le preguntó si habían encontrado su bolso.

Ruby recordó entonces que tendría que ver a un médico si quería tomar la píldora, aunque pensó que no la necesitaría como método anticonceptivo puesto que no pensaba volver a acostarse con Raja. De hecho, ya se había arriesgado bastante manteniendo relaciones sin tomarla.

¿Qué haría si se quedaba embarazada? Un escalofrío le recorrió la espalda al imaginar el conflicto que representaría para acabar con una relación que solo lo era sobre el papel. ¿O acaso Raja le dejaría volver a Inglaterra con su heredero?

La ceremonia en la catedral no exigió de ella más que su presencia, mientras que la celebración de palacio fue agotadora y la obligó a contestar preguntas que habría preferido evitar. Afortunadamente, en cierto momento llegó Raja y la atención se centró en él. Wajid se disculpó para ir a recibirlo, al tiempo que todas las cabezas se giraban hacia la puerta y un rumor recorría la sala.

«Ahí viene un verdadero miembro de la familia real.

¡Cómo se nota la diferencia!». Oyó murmurar Ruby a alguien, y se ruborizó. ¿Tan mal lo había hecho? Había intentado comportarse con dignidad y educación, evitando temas controvertidos, tal y como le había aconsejado Wajid, pero ¿qué esperaban de ella? Después de todo, no era más que una chica normal, que había crecido en un ambiente normal.

Vestido con un traje gris, su marido estaba espectacular… ¿Por qué pensaba en él como su marido cuando no lo era? Una mujer elegía a su marido con el corazón, y ese no había sido el caso entre Raja y ella, se dijo, mientras observaba el rostro que tanto le gustaba, obligándose a no sentir nada.

Raja circuló entre los asistentes con la destreza de un profesional, haciendo comentarios amables, bromeando con unos, charlando con más solemnidad con otros. A su lado, Wajid parecía un niño el día de Navidad.

Cuando se sirvió un refrigerio, Raja pudo finalmente reunirse con Ruby. Con un brillo metálico en sus ojos ámbar, posó la mano en la parte baja de su espalda y ella se tensó, rechazando esa familiaridad al pensar simultáneamente en que Bariah, al contrario que ella, se habría sentido en su medio en una reunión como aquella.

– A mi familia le ha desilusionado mucho no conocerte -dijo él quedamente.

– En cambio aquí les ha desilusionado que no sea una princesa de verdad -dijo ella con aspereza, aunque se arrepintió al instante de dar esa prueba de inseguridad.

– Eso son imaginaciones tuyas. Una mujer hermosa y elegante es siempre mejor recibida que un hombre -replicó él.

Wajid los presentó a una pareja madura que representaba a una ONG con un orfanato a las afueras de Simis que, aparentemente, Ruby iba a visitar al día siguiente. Al recibir la noticia, fue consciente por primera vez de hasta qué punto había perdido la libertad de hacer sus propios planes. Desde entonces, su tiempo ya no le pertenecía a ella, sino a sus deberes, responsabilidades y obligaciones, entre las que se incluía la de aprender la lengua para poder prescindir de un intérprete lo antes posible.