Tuvo que recordarse que aquel era su castigo por haberla engañado y que debía darle tiempo para adaptarse a su nuevo papel.
– Haré lo que pueda -dijo finalmente con resignación.
Ruby percibió la rabia que irradiaba y se dio cuenta de que intentar meterse en su cabeza y adivinar lo que pasaba por ella se había convertido en un hábito. ¿Le molestaba no poder hacer el amor con ella porque pensaba que era su derecho como esposo o la deseaba por sí misma? Y si en el fondo ella no estaba interesada en mantener una relación de verdad con él ¿qué diferencia había entre una cosa u otra, o por qué había de importarle?
Más tarde, Raja subió la cremallera del vestido azul, que envolvió a Ruby como un guante, además de contrastar perfectamente con la palidez de su piel. Cuando se sentó ante el espejo para retocarse el cabello, Raja le presentó una caja de joyas.
– Toma, un pequeño detalle.
Ruby la abrió y contempló boquiabierta el diamante en forma de lágrima que colgaba de una cadena. Aunque no tenía ni idea del valor de algo así, tuvo la seguridad de que costaba una fortuna.
– Gracias -balbuceó.
– Permíteme.
Mientras Ruby se retiraba el cabello de la nuca, Raja le abrochó el colgante y ella se estremeció al sentir el roce de sus dedos, además de una palpitante sensación en el vientre.
– Te habría regalado unos pendientes, pero no tienes perforadas las orejas -comentó él.
– No. Una vez fui con una amiga a que se hiciera los agujeros y además de sangrar, se desmayó, así que se me quitaron las ganas -dijo ella precipitadamente, ansiosa por llenar el incómodo silencio.
Mirándola en el espejo, Raja posó una mano en su hombro.
– Ruby…
– Mi madre solía decir que mi padre eligió mi nombre -siguió ella bruscamente-. Para él una mujer virtuosa era más valiosa que los rubíes. Es una vergüenza que solo concibiera mi futuro como esposa de alguien.
– Yo me alegro de tenerte por esposa.
– Solo porque gracias a mí has podido firmar el tratado de paz -dijo Ruby, impasible -. Ya sabes, soy una especie de botín de guerra.
Dos semanas más tarde, la noche anterior a la primera visita de Ruby a Najar, Raja soñaba despierto en su limusina con que, un siglo antes, de haber obtenido a Ruby como botín de guerra, habría sido suya plenamente. Era una agradable fantasía masculina con la que entretenerse mientras lo llevaban al orfanato que su mujer había visitado a diario desde su llegada.
No había sido ella, sino Wajid, quien le había proporcionado esa información. Ruby se comunicaba lo mínimo con él y lo evitaba en los escasos periodos de tiempo libre que disfrutaban. Era otra de las maneras con la que su esposa, que solo lo era en nombre, demostraba que había perdido su confianza. Aunque compartieran la cama. Ruby había colocado una almohada entre ellos, algo que le había hecho reír la primera noche, pero a lo que había dejado de verle la gracia muy pronto.
Sonó la entrada de un mensaje en el móvil y Raja frunció el ceño al ver que se trataba de una fotografía que le enviaba Chloe, sexy y sonriente. Quizá Ruby no tenía unos rasgos tan perfectos. Tenía la nariz levemente respingona y un encantador hueco entre los dientes. Pero cada vez que estaba con ella en una habitación, no tenía ojos para nadie más. El hermoso rostro de Raja se contrajo en una mueca de desagrado al leer el sugerente mensaje de su amante, a la que no tenía la menor intención de contestar.
En cambio, si se hubiera tratado de Ruby, habría respondido encantado, tratando de ser creativo y sexy.
Pero esperar eso de ella era como pretender que Ashur enviara un cohete a la Luna.
Por otro lado, Raja no tenía de qué quejarse ya que su esposa llevaba a cabo sus obligaciones como futura reina con considerable disciplina y buen humor. Con su personalidad cálida y su naturalidad se había ganado a la gente de Ashur.
Como había sido advertida de que iba a recibir la visita extraoficial del príncipe, la directora del orfanato acudió a recibirlo y lo llevó directamente hasta Ruby, que estaba en una de la salas, con una niña sentada en su regazo y rodeada de un grupo de niños a los que leía con gran esfuerzo un cuento en la lengua ashuri, que tanto esfuerzo estaba poniendo en aprender.
– A la princesa se le dan los niños de maravilla. Es una lástima que la pequeña que tiene en brazos, Leyla, esté encariñándose en exceso con ella -dijo la directora a Raja en voz baja.
Él entendió a qué se refería al ver a la niña alzar la mano al rostro de Ruby y mirarla con adoración, mientras con la otra mano se asía a su ropa. Al ver cómo Ruby la miró en respuesta, Raja se dio cuenta de que el afecto era recíproco, y se dijo que daría cualquier cosa por recibir una mirada como aquella.
En cuanto Ruby lo vio en la puerta, se puso en pie de un salto con la niña en brazos en un gesto protector. Un miembro del personal se aproximó y ella le pasó a la niña, que empezó a llorar de inmediato.
– Raja… -dijo Ruby en un susurro.
Vestido con la túnica tradicional blanca que usaba desde que habían vuelto, estaba espectacular, y solo verlo hizo que sintiera un hormigueo en el estómago, la misma razón por la que evitaba coincidir con él lo menos posible.
Raja era como una fiebre que intentaba curar por inanición.
– Quería darte una noticia -dijo Raja en tono animado-. Hasta que Wajid me lo ha dicho, no sabía que pasabas aquí la mayoría de tus tardes.
– Me gusta estar con los niños. Solo con ellos puedo relajarme.
– La señora Balwin dice que tienes especial cariño a una niña…
– Leyla… Hay algo en ella que me emociona cada vez que la veo -dijo Ruby, decidiendo ser sincera-. Me encanta pasar tiempo con ella. Es tan lista y tan dulce…
Cuando estaban en la limusina, de vuelta a palacio, Ruby preguntó:
– ¿Qué era tan urgente como para que decidieras venir a recogerme?
– Se han producido algunas detenciones en Najar. Los miembros del servicio real que proporcionaron a los secuestradores la información de nuestro itinerario han sido identificados y arrestados junto con sus seguidores.
– ¿Quiénes eran? -preguntó ella, consternada.
– Un ayudante de mi padre y el secretario privado del equipo de Wajid en palacio. Wajid se siente muy avergonzado de la conexión, así que te ruego que, si hablas con él del tema, seas considerada. Es muy consciente de que el secuestro podría haber acabado en tragedia.
– Pero no nos pasó nada -se apresuró a decir ella.
Raja la miró con gesto sombrío.
– Quizá no, pero podría haber estallado un conflicto entre los dos países y muchas vidas corrieron peligro. Los mercenarios que contrataron para llevar a cabo el secuestro habrán huido ya del país, pero los instigadores irán a cárcel.
– Comprendo.
La justicia en Ashur era inflexible y severa con quien infringía la ley. Ruby había aprendido a atemperar sus opiniones a medida que aprendía de la sociedad en la que vivía, pero ocasionalmente le irritaba depender tanto de la interpretación que Raja daba a los acontecimientos y a las personalidades. Después de varias semanas viviendo en el país era consciente de lo ingenua que había sido al creer que podría participar en las decisiones de gobierno con Raja, ya que cuanto más tiempo pasaba, más consciente era de todo lo que tenía que aprender sobre las distintas facciones que se enfrentaban entre sí en el país y los consejos de ancianos que mediaban y tomaban las decisiones. Raja pasaba la mayoría del tiempo aplacando a unos y a otros y en reuniones con empresarios de Najar para organizar la reconstrucción de Ashur. Sus deberes parecían no tener fin y trabajaba de la mañana a la noche, porque al mismo tiempo actuaba a distancia como regente en Najar. Por su parte, Ruby, que no se consideraba capacitada para ayudarlo, se sentía culpable.
De hecho, cuanto más tiempo pasaba en Ashur, menos claros tenía sus propios deseos. Estaba convencida de que Raja se había casado con ella con las mejores intenciones y que había actuado desde su punto de vista adecuadamente al intentar convertir su matrimonio platónico en una relación duradera. Había jugado sus cartas sin pretender hacerle daño ni humillarla. Quería que siguieran casados, pero en todos aquellos días no la había presionado, y Ruby se lo agradecía profundamente.