– Desnudabas a tus víctimas -añadió Eve-. ¿Se trataba de la última humillación?
– No. -Pareció sorprendida e insultada por la idea-. En absoluto. Se trata de un simbolismo elemental. Nacemos desnudos y desnudos morimos. Así completamos el círculo. Drew murió feliz. Todos lo hicieron. Sin sufrimiento ni dolor. De hecho, estaban alegres. No soy un monstruo, Eve, sino una científica.
– Te equivocas, Reeanna, eres un monstruo. Y hoy en día la sociedad pone a los monstruos entre rejas y los deja allí. Y no serías feliz entre rejas.
– No ocurrirá. Jess pagará el pato. Harás todo lo posible por encerrarlo después de mi informe de mañana. Y si no logras que se mantengan los cargos de coacción, siempre creerás que él fue el culpable. Y cuando haya otros, seré muy selecta y muy minuciosa, y me ocuparé de que se suiciden bien lejos de tu campo de acción. Así no volverás a preocuparte por ello.
– Pusiste dos en mi terreno. -Se le revolvió el estómago-. ¿Para llamar mi atención?
– En parte. Quería verte trabajar. Observarte de cerca para ver si eras tan buena como decían. Detestabas a Fitzhugh, y pensé: ¿por qué no hacer a mi nueva amiga Eve un pequeño favor? Era un petulante, un fastidio para la sociedad y un mal jugador. Quise que su muerte fuera sangrienta. Él prefería los juegos sangrientos, ¿sabes? Nunca le conocí personalmente, pero coincidía con él de vez en cuando en el ciberespacio. Era muy mal perdedor.
– Tenía familia -logró decir Eve-. Lo mismo que Pearly, Mathias y Cerise Devane.
Reeanna descartó la idea con un ademán.
– ¿Y qué? La vida sigue. Todo se adapta. Así es la naturaleza humana. En cuanto a Cerise, era tan maternal como una gata callejera. Era todo ambición. Me aburría mortalmente. Lo más divertido que hizo en su vida fue morir ante las cámaras. ¡Menuda sonrisa! Todos sonreían. Ésa era mi pequeña broma, y mi tributo a ellos. La última sugestión. Morir es hermoso, divertido y placentero. Morir y experimentar placer. Murieron experimentando placer.
– Murieron con una sonrisa helada en los labios y una quemadura en el cerebro.
Reeanna arqueó las cejas.
– ¿Qué quieres decir?
¿Dónde demonios estaban los refuerzos? ¿Cuánto tiempo más lograría entretenerla?
– ¿No lo sabías? Tu pequeño experimento tiene un ligero defecto, Reeanna. Produce una quemadura en el lóbulo frontal, dejando lo que podemos llamar una sombra. O una huella dactilar. Tu huella.
– Eso no es nada. -Pero su rostro traslució preocupación mientras lo consideraba-. Supongo que lo causa la intensidad del subliminal. Tiene que entrar con firmeza para vencer la resistencia del profundo instinto de supervivencia. Tendremos que revisarlo y ver qué puede hacerse. -La irritación ensombreció su mirada-. William tendrá que esforzarse más. No me gustan los errores.
– Pues tu experimento está lleno de ellos. Tienes que controlar a William para que continúe ayudándote. ¿Cuántas veces has utilizado el sistema con él, Reeanna? ¿El continuo uso ampliará esa quemadura? Me pregunto qué clase de secuelas tendrá.
– Tiene solución. -Reeanna tamborileó los dedos de su mano libre en una pierna, distraída-. Él lo solucionará. Le haré un nuevo escáner del cerebro y examinaré esa tara… si es que la tiene. Y la repararé.
– Oh, desde luego que la tendrá. -Eve se acercó, midiendo la distancia y el riesgo-. Todos la tenían. Y si no puedes reparar la de William, tendrás que terminar con él. No puedes arriesgarte a que esa tara se haga más grande y le cause una conducta incontrolada, ¿verdad?
– No, no. Me ocuparé de ello esta misma noche.
– Puede que sea demasiado tarde.
Reeanna le sostuvo la mirada.
– Se pueden hacer ajustes. Y se harán. No he llegado tan lejos y conseguido tanto para fracasar ahora.
– Y sin embargo, para tener pleno éxito tendrás que controlarme a mí, y no voy a ponerte las cosas fáciles.
– Tengo el patrón de las ondas de tu cerebro -recordó Reeanna-. Y ya he diseñado un programa especial para ti. Será muy sencillo.
– Te sorprenderé -prometió Eve-. Además, te olvidas de Roarke. No puedes fabricarlos sin él, y él lo averiguará. ¿Esperas controlarlo a él también?
– Ése será placer especial. He tenido que hacer cambios en el calendario. Esperaba divertirme un poco, hacer un breve viaje con él al plano de la memoria, por así decirlo. Roarke es tan creativo en la cama. No hemos tenido tiempo para intercambiar impresiones, pero estoy segura de que estás de acuerdo conmigo.
Esas palabras le dieron dentera a Eve, pero respondió con frialdad.
– ¿Utilizas tu juguete para obtener satisfacción sexual? Qué poco científico, doctora Ott.
– Y qué divertido. No soy un genio como William, pero disfruto con un buen juego creativo.
– Y así es como conociste a tus víctimas.
– Hasta la fecha. A través de circuitos clandestinos. Los juegos pueden ser relajantes y entretenidos. Y William y yo estábamos de acuerdo en que el procesar los datos de los jugadores nos ayudaría a desarrollar opciones más creativas para el nuevo modelo de realidad virtual. -Reeanna se ahuecó el cabello-. Claro que nadie tenía en mente lo que yo estaba creando.
Desplazó la mirada hacia el monitor y frunció el entrecejo al ver los datos que llegaban de la oficina de Roarke. Este estaba procesando en esos momentos las especificaciones de la unidad de RV.
– Pero ya tenías a Roarke indagando. Y no sólo sobre el joven Drew, sino sobre la unidad en sí. Me molestó, pero siempre hay un modo de esquivar las inconveniencias. -Esbozó una sonrisa-. Roarke no es tan necesario como crees. ¿Quién supones que heredará todo esto si le ocurre algo?
Volvió a reír de puro placer cuando Eve la miró sin comprender.
– Tú, querida. Todo será tuyo y estará bajo tu control, y por tanto bajo el mío. No te preocupes, no te dejaré viuda mucho tiempo. Encontraremos a alguien para ti. Lo escogeré personalmente.
Eve sintió que el pánico le helaba la sangre, le paralizaba los músculos, le atenazaba el corazón.
– ¿Has hecho una unidad expresamente para él?
– La he acabado justo este mediodía. Me pregunto si ya la habrá probado. Roarke es muy eficiente, y siempre se interesa personalmente en todo lo relacionado con sus propiedades. -Le disparó a los pies, adelantándose a Eve-. No lo hagas. O te dejaré inconsciente y el efecto tardará más.
– Te mataré con mis propias manos, lo juro. -Eve trató de respirar hondo y se obligó a pensar.
En su oficina, Roarke leyó los datos que acababa de obtener. Se le estaba escapando algo, pensó. ¿Qué era? Se frotó los ojos cansados y se recostó. Necesitaba un descanso, decidió. Despejar la mente y descansar la vista. Cogió la unidad de RV del escritorio y la giró entre las manos.
– No te atreverás. Si lo haces, y yo te dejo inconsciente, nunca llegarás a tiempo a él. Siempre está la esperanza de detenerlo, de salvarle la vida. -Reeanna volvió a sonreírle con sorna-. Como ves te comprendo perfectamente.
– ¿De veras? -preguntó Eve, y en lugar de abalanzarse sobre ella retrocedió.
A continuación ordenó a voz en grito que se apagaran las luces y recuperó el arma mientras la habitación se sumía en la oscuridad. Sintió un ligero escozor cuando Reeanna apuntó mal y sólo le rozó el hombro.
Se arrojó al suelo y permaneció, protegida tras el escritorio, apretando los dientes para soportar el dolor. Se había golpeado con fuerza la rodilla herida.
– En esto soy mejor que tú -dijo Eve con calma. Pero los dedos de la mano derecha le temblaban, obligándola a sostener el arma con la izquierda-. Aquí eres la aficionada. Si tiras el arma, puede que no te mate.
– ¿Matarme? -La voz de Reeanna era un susurro-. Estás demasiado programada como policía y sólo utilizas la máxima fuerza cuando fallan los demás métodos.