Unos dientes le mordisquearon con delicadeza uno de los pezones, una lengua se deslizó húmeda en su punto álgido. Arqueó las caderas en respuesta, y la mano que alargó en protesta resbaló por el tenso hombro untado de aceite.
Entonces el segundo semental se arrodilló y hundió la cabeza entre sus piernas.
Se corrió sin poder evitarlo. Jadeando, se quitó las gafas y encontró a Peabody mirándola boquiabierta.
– No era un paseo en una tranquila playa -balbució.
– Eso ya lo he visto. ¿Qué era exactamente?
– Un par de tipos casi desnudos y una gran cama de sábanas de raso. -Respiró hondo y dejó a un lado las gafas-. ¿Quién habría dicho que se relajaba con fantasías sexuales?
– Teniente, en calidad de tu ayudante creo que es mi deber probar ese programa. Control de pruebas, ya sabes.
– No puedo permitir que corras esa clase de riesgo, Peabody.
– Soy policía, teniente. El riesgo es una constante en mi vida.
Eve se levantó y entregó las gafas a Peabody, y al ver que a ésta se le iluminaba la cara, se apresuró a ordenar:
– Guárdalas, oficial.
Decepcionada, Peabody las metió en una bolsa.
– Mierda. ¿Estaban buenos?
– Eran dioses. -Eve retrocedió hasta la oficina propiamente dicha y echó un último vistazo-. Voy a llamar al equipo de recogida de pruebas, pero no creo que encuentren nada. Me llevaré el disco que cargaste en la central y me pondré en contacto con los parientes más próximos… aunque los medios de comunicación ya deben de tenerlo todo en sus malditas ondas hertzianas. -Recogió su equipo y añadió-: No siento ningún deseo de suicidarme.
– Me alegro, teniente.
Eve miró las gafas con el entrecejo fruncido.
– ¿Cuánto tiempo he estado viajando? ¿Cinco minutos?
– Cerca de veinte. -Peabody sonrió con amargura-. El tiempo vuela cuando se trata de sexo.
– No era exactamente eso -replicó Eve, dando vueltas al anillo de boda con remordimientos-. Si hubiera habido algo en ese programa lo habría notado, así que no es más que otro callejón sin salida. De todos modos hazlo analizar.
– Descuida.
– Y espera a Feeney. Tal vez encuentre algo interesante en los telenexos. Yo iré a implorar al comandante. Cuando termines aquí, lleva las bolsas al laboratorio y el informe a mi oficina. -Se encaminó a la puerta y le lanzó una mirada por encima del hombro-. Y no vale jugar con las pruebas, Peabody.
– Aguafiestas -murmuró la oficial cuando Eve ya no podía oírla.
12
El comandante Whitney se hallaba sentado ante su amplio y bien ordenado escritorio, escuchando. Apreció el hecho de que la teniente informara de un modo claro y conciso, y se admiró al verla omitir ciertos detalles sin parpadear.
Un buen policía debía tener sangre fría. Y Eve Dallas la tenía de hielo, se dijo con satisfacción.
– Así que hizo analizar los datos de la autopsia de Fitzhugh fuera del departamento.
– Así es, señor. -Eve no parpadeó-. El análisis requería un equipo más sofisticado del que disponemos en el departamento de homicidios.
– Y usted tuvo acceso a ese equipo más sofisticado.
– Me las arreglé para tenerlo.
– ¿Y usted misma analizó los datos? -preguntó él, arqueando una ceja-. La informática no es su fuerte, Dallas.
Ella lo miró a los ojos.
– Últimamente me he dedicado a ampliar mis conocimientos en este campo, comandante.
Él lo dudaba.
– Posteriormente consiguió acceder a los archivos del Centro de Seguridad Gubernamental, y una vez allí, cayeron en sus manos unos informes confidenciales.
– Así es. Preferiría no revelar mi fuente.
– ¿Su fuente? ¿Está diciendo que tiene un topo en ese centro?
– Los hay en todas partes -replicó ella con frialdad.
– Pues que éste desaparezca, o podría acabar usted ante un subcomité allá en East Washington -murmuró él. A Eve se le revolvió el estómago, pero mantuvo la voz firme.
– Estoy preparada.
– Más le vale. -Whitney se recostó, juntó las manos y apoyó la barbilla en la punta de los dedos-. Respecto al caso del Olympus, también tuvo usted acceso a los datos. Eso queda un poco fuera de su jurisdicción, ¿no le parece, teniente?
– Me encontraba allí durante el incidente e informé de mis averiguaciones a las autoridades interespaciales.
– Las cuales se hicieron cargo del asunto.
– Tengo autorización para solicitar datos cuando un caso externo está relacionado con uno interno, comandante.
– Eso está por demostrarse.
– Necesitaba los datos para demostrar tal relación.
– Eso se sostendría si se tratara de un homicidio, Dallas.
– Creo que se trata de cuatro homicidios, incluyendo el de Cerise Devane.
– Dallas, acabo de ver la grabación de ese incidente. Vi a una policía y a una suicida en un tejado. La policía trató de persuadir a la suicida, pero ésta decidió saltar. No recibió ningún empujón o coacción de ningún tipo, ni estaba amenazaba en ningún sentido.
– Mi opinión profesional es que actuó bajo coacción.
– ¿Cómo?
– No lo sé. -Y por primera vez Eve dejó entrever su frustración-. Pero estoy segura de que si pudieran recoger de la calle la cantidad suficiente de cerebro para analizarlo, encontrarían la misma quemadura en el lóbulo frontal. Lo sé, comandante. Sólo que no sé cómo llegó allí. -Hizo una pausa y añadió-: O la pusieron.
Él parpadeó.
– ¿Está insinuando que alguien induce a quitarse la vida a ciertos individuos mediante una especie de implante cerebral?
– No he hallado ninguna conexión genética entre los individuos. Ni grupo social, ámbito educativo o afiliación religiosa. No crecieron en la misma ciudad, ni bebían la misma agua, ni acudían a los mismos clubes o gimnasios. Pero todos tenían la misma tara en el cerebro. Eso es más que una coincidencia, comandante. Fue causada, y si al causarla se indujo a esa gente a poner fin a sus vidas, entonces se trata de asesinato. Y allí entro yo.
– Está caminando en la cuerda floja, Dallas -dijo Whitney-. Los muertos tienen familias, y las familias prefieren correr un tupido velo. Su investigación no hace sino prolongar su dolor.
– Lo lamento.
– También está haciendo plantearse interrogantes a la Torre -añadió, refiriéndose al jefe del Departamento de Policía y Seguridad.
– Estoy dispuesta a presentar mi informe a Tibble si así se me lo ordena. -Pero Eve confiaba en no tener que hacerlo-. Estaré a la altura de mi hoja de servicios. No soy un principiante que quiere desenterrar un caso ya cerrado.
– Hasta los policías más experimentados exageran y cometen errores.
– Entonces déjeme cometerlos. -Ella negó con la cabeza antes de que él pudiera replicar-. Fui yo la que estuvo en ese tejado, comandante. Vi la cara, los ojos de esa mujer cuando saltó. Y sé de qué estoy hablando.
El apretó las manos contra el borde del escritorio. Su cargo siempre le exigía llegar a compromisos. Tenía otros casos y necesitaba que ella se ocupara de ellos. El presupuesto era escaso, y nunca había tiempo u hombres suficientes.
– Le doy una semana, eso es todo. Si no tiene las respuestas para entonces, cerraremos los expedientes. Ella contuvo el aliento.
– ¿Y el jefe?
– Hablaré con él personalmente. Consígame algo, Dallas, o prepárese para seguir adelante.
– Gracias, señor.
– Puede retirarse -dijo él, y añadió cuando ella alcanzó la puerta-: Oh, si piensa volverse a salir de la esfera oficial para… investigar, ándese con cuidado. Y déle recuerdos a su marido.
Ella se ruborizó ligeramente. Whitney había adivinado la fuente, y ambos lo sabían. Eve murmuró algo y salió. Había esquivado el golpe, se dijo mesándose el cabello. Luego, murmurando una maldición, corrió hasta la parada de aerodeslizador más próxima. Iba a llegar tarde a la vista.
Casi era el final de su turno cuando regresó a su oficina y encontró a Peabody recostada ante su escritorio con una taza de café en la mano.
Eve se apoyó contra la jamba de la puerta.
– ¿Cómoda, oficial?
Peabody dio un brinco, derramó un poco de café y carraspeó.
– No sabía a qué hora volverías.
– Eso parece. ¿Algún problema con tu ordenador?
– Oh, no. Pensé que era más rápido introducir los nuevos datos directamente en el tuyo.
– Eso es un buen argumento, Peabody. No lo sueltes. -Eve se acercó a su Autochef y pidió un café. Era la mezcla de Roarke en lugar del veneno que servían en toda la planta, lo que explicaba que Peabody estuviera cómodamente instalada ante el escritorio de su superior.
– ¿Alguna novedad?