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– ¿Es eso lo que estaba buscando?

– Más o menos.

– Desconectar vídeo. -Dennis sonrió-. La mujer en cuestión viene de vez en cuando. Normalmente es más sociable, le gusta bailar. A veces, incluso canta. Yo creo que tiene un talento especial. ¿Necesita su nombre?

– Sé quién es.

– Bien. -Se puso en pie-. Espero que la señorita Freestone no esté metida en un lío. Se la veía triste.

– Puedo conseguir una orden para hacer una copia de este disco, o usted puede entregármelo sin más.

Dennis levantó una ceja pelirroja:

– Será un placer hacerle una copia. Ordenador, co?piar disco y etiqueta. ¿Alguna cosa más?

– De momento, no. -Eve cogió el disco y se lo guar?dó en su bolso-. Gracias por su cooperación.

– La cooperación es la salsa de la vida -dijo Dennis mientras el panel se cerraba a sus espaldas.

– Un tipo raro -decidió Feeney.

– Y eficiente. Sabe una cosa, Mavis pudo haberse me?tido en una bronca yendo de bar en bar. Pudo haberse arañado la cara o salido con el vestido roto.

– Sí. -Resuelto a comer, se detuvo ante una mesa y pidió un Jagger-. Debería introducir algo en su organis?mo, Dallas, aparte de problemas y trabajo.

– Estoy bien. No sé mucho de clubes nocturnos, pero si ella tenía pensado ver a Leonardo, tuvo que ir ha?cia el sur y el este al salir de aquí. Veamos cuál pudo ser su siguiente parada.

– Bueno. Espere un momento. -Finalmente, su pedi?do salió por la ranura de servicio. Feeney separó el en?voltorio transparente y dio el primer mordisco cuando ya montaban al coche-. Está muy rico. Siempre me gus?tó Mick Jagger.

Eve estaba solicitando un mapa cuando sonó el enla?ce de su vehículo, indicando una transmisión exterior.

– El informe del laboratorio -dijo ella, concentrán?dose en la pantalla-. Oh, maldición.

– Dallas, esto se complica. -Sin más apetito, él se me?tió el emparedado en el bolsillo. Ambos guardaron si?lencio.

El informe era muy claro. De Mavis y solo de Mavis era la piel que había bajo las uñas de la víctima. De Mavis y sólo de ella las huellas en el arma homicida. Y su san?gre, y la de nadie más, la que estaba mezclada con la de Pandora en la escena del crimen.

El enlace pitó otra vez, y ahora apareció un rostro en el monitor: «Fiscal Jonathan Heartley a teniente Da?llas».

– Enterado.

– Hemos dictado orden de arresto contra Freestone, Mavis, acusada de homicidio en segundo grado. Man?tenga la transmisión, por favor.

– No han perdido el tiempo -gruñó Feeney.

Capitulo Siete

Quería hacerlo sola. Tenía que hacerlo sola. Podía contar con que Feeney averiguaría cualquier detalle que pudiese atenuar los cargos contra Mavis. Pero el trabajo tenía que hacerse, y ella quería hacerlo sola.

Con todo, se alegró cuando Roarke abrió la puerta.

– Lo noto en tu cara. -Se la cogió entre las manos-. Lo siento, Eve.

– Tengo una orden. He de llevármela para que la fi?chen. No puedo hacer nada más.

– Lo sé. Ven. -La estrechó entre sus brazos mientras ella hundía la cara en su hombro-. Encontraremos la clave que demuestre su inocencia.

– Nada de lo que he averiguado, nada, me sirve de ayuda. Todo empeora las cosas. Las pruebas están ahí. El móvil también, la oportunidad. -Se apartó de Roar?ke-. Si no la conociera, dudaría de ella.

– Pero la conoces.

– Se asustará mucho. -Eve miró escaleras arriba, donde Mavis debía estar esperando-. La oficina del fis?cal me ha dicho que ellos no se opondrán a una fian?za, pero aun así Mavis va a necesitar… Roarke, detesto pedírtelo…

– No tienes por qué. Ya me he puesto en contacto con el mejor abogado criminalista de todo el país.

– No podré devolverte ese favor.

– No te preocupes…

– No me refiero al dinero, Roarke. -Ella se estreme?ció y le cogió las manos-. Tú no la conoces, pero crees en ella porque yo creo. Eso es lo que no puedo devolver?te. He de ir con ella.

– Quieres hacerlo tú sola. -Él lo comprendía, y ya se había convencido de que era mejor no discutir-. Avisaré a sus abogados. ¿De qué se la acusa?

– Homicidio en segundo grado. Tendré que enfren?tarme a los media. Se sabrá que Mavis y yo tenemos una amistad. -Se mesó el cabello-. Eso podría salpicar?te a ti.

– ¿Crees que me preocupa?

Ella sonrió.

– Imagino que no. Puede que me retrase un poco. La traeré de vuelta lo antes que pueda.. -Eve -murmuró él al pie de la escalera-, ella también cree en ti. Y tiene buenos motivos.

– Espero que estés en lo cierto. -Siguió escaleras arriba y recorrió despacio el pasillo hasta el cuarto de Mavis.

Llamó a la puerta.

– Entra, Summerset. Te he dicho que bajaría yo por el pastel. Oh. -Sorprendida, Mavis levantó la vista del ordenador donde había estado intentando escribir una nueva canción. Para animarse un poco se había puesto una malla integral de color zafiro y se había teñido el pelo a juego-. Pensaba que era Summerset.

– Y el pastel.

– Sí, me llamó por el interfono para decir que el coci?nero había preparado un pastel de chocolate triple. Summerset sabe que tengo esta debilidad. Ya sé que no os lleváis muy bien, pero conmigo es un ángel.

– Eso es porque siempre te imagina desnuda.

– Lo que sea. -Mavis empezó a teclear nerviosamente en la consola con sus uñas tricolor-. Además se porta muy bien. Creo que si pensara que le echo el ojo a Roarke sería diferente. Le tiene auténtica devoción. Se diría que lo considera más que un jefe, como si fuera su único hijo o algo así. Es por eso que te da problemas, y el he?cho de que tú seas policía no ayuda mucho. Yo creo que Summerset tiene un bloqueo con la poli.

Mavis calló, temblando visiblemente.

– Lo siento, Dallas, estoy hablando demasiado. Ten?go mucho miedo. Has encontrado a Leonardo, ¿verdad? Algo va mal, muy mal. Está herido, ¿es eso? ¿Está muer?to?

– No, no le ha pasado nada. -Cruzó la habitación y fue a sentarse a los pies de la cama-. Vino a la Central esta mañana. Tenía un corte en el brazo, nada más. Tú y él tuvisteis casi la misma idea ayer noche. Se emborra?chó como una cuba y fue a tu apartamento, y acabó cor?tándose en el brazo con una botella vacía. Luego se des?plomó.

– ¿Borracho, dices? -Mavis se agarró a eso-. Si ape?nas bebe. Sabe que no puede. Me contó que si bebe mu?cho hace cosas que luego no puede recordar. Y dices que fue a mi casa… Oh, qué bueno es. Y después fue a verte a ti porque no podía encontrarme.

– Vino a verme para confesar el asesinato de Pan?dora.

Mavis se echó atrás como si Eve la hubiera golpeado.

– Eso es imposible. Leonardo no haría daño a nadie. Es incapaz. Él sólo intentaba protegerme.

– En ese momento no sabía que tú estabas metida. Dice que debió de discutir con Pandora y que pelearon y la mató.

– Pero eso no es verdad.

– Las pruebas así lo indican. -Eve se frotó los ojos y los dejó apretados un momento-. El corte que tenía en el brazo era de un trozo de botella rota. Su sangre no estaba en la escena del crimen, ni la de Pandora estaba en la ropa que llevaba Leonardo. Todavía no hemos podido fijar sus movimientos con precisión, pero no tenemos nada contra él.

A Mavis le dio un vuelco en el corazón.

– Así pues tú no le creíste.

– Aún no lo he decidido, pero según las pruebas es inocente.

– Menos mal. -Mavis se acercó a ella-. ¿Cuándo po?dré verle, Dallas? Leonardo y yo tenemos cosas de que hablar.

– Tendrás que esperar un poco. -Eve se obligó a mi?rar a Mavis-. He de pedirte un favor, el mayor que nadie te haya pedido nunca.

– ¿Me va a doler?

– Sí. -Eve vio cómo sus intentos por sonreír fracasa?ban-. He de pedirte que confíes en que me ocupe de ti. Que creas que soy tan buena en mi trabajo que nada en absoluto, ni el menor detalle, me pasará desapercibido. He de pedirte que recuerdes que eres mi mejor amiga y que te quiero mucho.