– Me dijiste que no estabas casada. ¿Lo has estado? -le preguntó Grace-. ¿Tienes familia?
Ella se volvió para mirarle y posó sus ojos en los de él. Una mirada afectuosa, cordial, relajada.
– ¿Te refieres a un ex marido, dos hijos, un perro y un hámster?
– Esas cosas, sí.
Grace le sonrió, los nervios habían desaparecido, se sentía cómodo con ella. Muy cómodo.
– Tengo un pez de colores -dijo ella-. ¿Cuenta eso como familia?
– ¿De verdad? Yo también.
– ¿Cómo se llama?
– Marlon, es macho.
Ella soltó una carcajada.
– Es un nombre absurdo para un pez.
– Por suerte, él no lo sabe -le respondió Grace.
Ella meneó la cabeza, sonriendo mucho mientras el agua comenzaba a hervir.
– En realidad, me parece genial.
– ¿Cómo se llama el tuyo?
Ella lo tentó con la mirada unos momentos antes de contestar.
– Pez -dijo con timidez.
– ¿Pez? -repitió Grace-. ¿Se llama así?
– Es hembra.
– Vale. Supongo que es fácil de recordar. Pez.
– No es tan ingenioso como Marlon -dijo ella.
– Está bien, me gusta. Tiene su cosa. -Entonces, aprovechó la oportunidad, aunque las palabras le salieron con torpeza-. ¿Supongo que no te apetecería quedar esta semana para tomar esa copa?
La calidez de su respuesta lo cogió por sorpresa.
– ¡Me encantaría!
– Genial. Vale. ¿Cuándo te va bien? Quiero decir… ¿Qué tal mañana?
– Los lunes me van bien -dijo ella.
– Genial. ¡Estupendo! Bueno…
Estaba devanándose los sesos, pensando en algún sitio adonde ir. Brighton estaba lleno de bares modernos, pero ahora mismo no se le ocurría ninguno. ¿Debía sugerir un bar tranquilo? ¿Un lugar bullicioso? ¿Un restaurante? Las noches de los lunes eran tranquilas. Quizá un pub, al ser la primera vez, pensó.
– ¿Dónde vives? -le preguntó Grace.
– Un poco más arriba del Level.
– ¿Conoces el Greys?
– ¡Claro!
– ¿Qué te parece si quedamos allí, sobre las ocho?
– Te veo allí.
El hervidor pitó y los dos sonrieron. Mientras Cleo comenzaba a verter el agua en la tetera, sonó el timbre. Salió de la habitación y volvió acompañada del cuerpo larguirucho del detective Nicholl, que iba vestido con ropa informal de fin de semana.
– Buenas tardes, Roy -dijo saludando a su jefe.
– ¿Quieres un té? Hoy aquí el servicio es estupendo.
– ¿Earl Grey? -preguntó Cleo-. ¿Té verde? ¿Camomila? ¿Darjeeling?
Confuso, el joven detective, que siempre era muy serio, muy formal, preguntó:
– ¿Tienes té normal?
– Marchando un té normal -dijo Cleo.
– Bueno, ¿qué hay? -preguntó Grace, yendo directo al grano.
– Gillian Harrison, la madre de Michael Harrison, viene de camino para identificar el cadáver -le informó Nick.
– Lo he dejado presentable -dijo Cleo.
Era una de sus habilidades: coger un cadáver -por muy magullado o mutilado que estuviera- y dejarlo tan intacto y sereno como fuera posible para cuando un ser querido o un familiar fuera a identificarlo. A veces, era del todo imposible, pero tras cruzar la parte trasera del depósito hacia la pequeña sala de observación enmoquetada, que también servía de capilla multiconfesional para las muchas personas que buscaban ese consuelo, con su pequeño ramo de flores de plástico en el eterno jarrón plateado, Grace vio que Cleo había hecho un buen trabajo con aquel cadáver.
El joven estaba tumbado boca arriba, la cabeza sobre una almohada de plástico que ocultaba sabiamente la parte trasera del cráneo hundida. Le había lavado la cara y las manos para quitarle el barro y la mugre, peinado el pelo de punta y arreglado la ropa. Si no fuera por la tez de porcelana, pensó Grace, podría ser un joven cualquiera disfrutando de una siestecita en una tarde tranquila de domingo después de tomarse un par de cañas en un bar.
– Emma-Jane está investigando los números de móvil -le dijo Nick Nicholl.
– Tenemos que saber en qué dirección sopla el viento antes de decidir qué acciones más emprender -dijo Grace, mirando el cuerpo-. Primero, averigüemos si es nuestro hombre.
Entonces, oyó el sonido distante del timbre de la entrada.
– Creo que estamos a punto de averiguarlo -intervino Cleo, y se marchó.
Al cabo de unos momentos, regresó, seguida de una lívida Gill Harrison y de Ashley Harper, con la cara rígida, cogiéndola de la mano. La agente Linda Buckley, de la Unidad de Relaciones Familiares, iba unos pasos detrás. La madre de Michael Harrison parecía exhausta, como si acabara de entrar en casa después de arreglar el jardín. Iba despeinada, llevaba una cazadora sucia encima de una camiseta sin mangas, pantalones marrones de poliéster y chinelas desgastadas. Ashley, por contra, con un traje azul marino y una blusa blanca almidonada, parecía ir vestida con su mejor conjunto de domingo.
Las dos mujeres saludaron a Grace con la cabeza, luego él se apartó para dejarlas pasar. Las observó detenidamente mientras Cleo las conducía a la ventana de observación y, por un momento, Grace sólo tuvo ojos para ella. Cleo dijo pocas palabras a las dos mujeres, pero transmitió el equilibrio justo entre compasión y profesionalidad. Cuanto más veía de ella, más le gustaba.
Gill Harrison dijo algo y se dio la vuelta, sollozando.
Ashley negó con la cabeza y también se volvió, y rodeó con el brazo a la madre de su prometido para consolarla.
– ¿Está absolutamente segura, señora Harrison? -preguntó Cleo.
– No es mi hijo -dijo la mujer entre sollozos-. No es él, no es Michael. No es él.
– No es Michael -le confirmó Ashley a Cleo. Luego se detuvo delante de Grace y dijo-: Ese no es Michael.
Grace vio que las dos mujeres decían la verdad. La expresión perpleja de Gill Harrison era comprensible, pero le sorprendió que Ashley Harper no pareciera más aliviada.
Capítulo 61
Dos horas después, Grace, Glenn Branson, que acababa de volver de Solihull, Nick Nicholl, Bella Moy y Emma-Jane Boutwood estaban sentados en la zona de trabajo asignada a la operación Salsa.
Grace sonrió para tranquilizar a su nueva incorporación, Emma-Jane, una chica delgada y atractiva de rostro despierto y largo pelo rubio recogido en un moño. Entonces, comenzó a leer en voz alta el informe que había dictado desde que se había marchado del depósito y que Emma-Jane acababa de mecanografiar. Así era como le gustaba dirigir las investigaciones: revisándolo todo constantemente.
– Hora: las seis y cuarto de la tarde. Domingo, 29 de mayo -leyó-. Esta es la primera evaluación de la operación Salsa, la investigación sobre la desaparición del hombre de veintinueve años Michael Harrison, que tiene lugar al quinto día de su desaparición. Ahora resumiré el incidente.
Durante unos minutos, Grace repasó los acontecimientos que precedieron a la desaparición de Michael. Luego habló de los posibles sospechosos.
– En estos momentos, no tenemos ninguna prueba de que se haya cometido un delito. Sin embargo, me incomodan el socio de Michael Harrison, Mark Warren, y su prometida, Ashley Harper. También me incomoda el tío de Ashley de Canadá, Bradley Cunningham, porque tengo el presentimiento de que no es quien dice ser. Por ahora, sólo es un presentimiento. -Hizo una pausa para beber agua, luego continuó-. Recursos. La división de East Downs ha sido muy amable ofreciéndonos personal. Durante estos últimos días, hemos emprendido un rastreo de los alrededores del accidente que tuvo lugar la noche del martes pasado y hemos elevado la categoría de la investigación. Ahora voy a incorporar a la Unidad de Búsqueda Submarina de la policía de Sussex y un equipo va a dragar todos los ríos, lagos y embalses de la zona. También solicitaremos un nuevo rastreo por helicóptero. La visibilidad derivada de la mejora en las condiciones climatológicas puede ayudarnos.