– Cuando menos te lo esperes, verás como deja de depilarse las piernas -añadió la madre de Eddie
Esa idea, ciertamente, hacía titubear a Eddie, aunque decidió reservar su juicio hasta comprobar por sí mismo si ese aditamento capilar en las piernas de la señora Havelock podía complacerle
Puesto que el señor Havelock era colega de Minty en el departamento de lengua y literatura inglesas, Dot O'Hare opinaba que su marido debería hablarle sobre la molesta impropiedad del estilo "bohemio" de su mujer en una escuela sólo para chicos. Pero Minty, aunque podía ser un latoso de campeonato, tenía el suficiente comedimiento para no inmiscuirse en la manera de vestir o en la depilación (o su carencia) de la esposa de otro hombre
– La señora Havelock es europea, mi querida Dorothy -se limitó a decir Minty
– ¡No sé qué quieres decir con eso! -respondió la madre de Eddie, pero su padre ya había vuelto, con tanta naturalidad como si no le hubieran interrumpido, al tema de la indolencia estudiantil en primavera
Eddie opinaba, aunque jamás lo hubiera expresado, que sólo los pechos oscilantes y los sobacos peludos de la señora Havelock podrían aliviarle alguna vez de la indolencia que sentía, y que no era la primavera lo que le volvía indolente, sino las conversaciones interminables e inconexas de sus padres, que dejaban una auténtica estela de pereza, un rastro de sopor
A veces, los compañeros de clase de Eddie le preguntaban:
– Oye, ¿cuál es el verdadero nombre de tu padre?
Sólo conocían al señor O'Hare por el apodo de Minty o, cuando hablaban con él, como el señor O'Hare
– Joe -respondía Eddie-. Joseph E. O'Hare
La E era la inicial de Edward, el único nombre por el que su padre le llamaba
– No te puse Edward porque quisiera llamarte Eddie -le decía a cada tanto su progenitor
Pero todos los demás, su madre incluida, le llamaban Eddie. Y Eddie confiaba en que algún día le llamarían sencillamente Ed
Durante la última cena familiar antes de que Eddie partiera hacia su primer empleo veraniego, trató de intervenir en la interminable cháchara incongruente de sus padres, pero fue inútil
– Hoy me he encontrado con el señor Bennett en el gimnasio -les dijo Eddie
El señor Bennett había sido el profesor de inglés de Eddie el curso anterior, y el muchacho le tenía en gran estima. Su curso incluía algunos de los mejores libros que había leído jamás.
– Supongo que le veremos los sobacos en la playa durante todo el verano -comentó la madre de Eddie, y anunció-: Me temo que no podré evitar decirle algo
– La verdad es que jugué un poco a squash con el señor Bennett -siguió diciendo Eddie-. Le dije que siempre había querido probarlo, y él se molestó en jugar conmigo durante un rato. Me gustó más de lo que imaginaba
Además de su cometido en el departamento de inglés, el señor Bennett era el entrenador de squash, una tarea en la que tenía mucho éxito. Golpear una pelota de squash fue una especie de revelación para Eddie O'Hare
– Creo que unas vacaciones navideñas más breves y una pausa primaveral más larga podría ser la solución -dijo su padre-. Sé que el curso escolar es muy largo, pero debería existir una manera de lograr que los chicos vuelvan en primavera con un poco más de brío, más deseos de trabajar
– He estado pensando en que el próximo invierno podría escoger el squash como deporte -anunció Eddie-. En otoño, seguiría con el cross, y en primavera podría volver a la marcha atlética.
Por un momento pareció que la palabra "primavera" había llamado la atención de su padre, pero era sólo la indolencia de la primavera lo que mantenía el interés de Minty
– A lo mejor, si se depila le sale un sarpullido -especuló la madre de Eddie-. Vamos, a mí me ocurre en ocasiones, pero eso no es ninguna excusa
Más tarde, Eddie fregó los platos mientras sus padres seguían charlando. Poco antes de acostarse, oyó que la madre preguntaba al padre:
– ¿Qué ha dicho del squash? Sí, algo acerca del squash.
– ¿Qué ha dicho quién?
– ¡Eddie! -replicó su madre-. Eddie ha dicho algo sobre el squash y el señor Bennett
– Es el entrenador de squash -le dijo Minty.
– ¡Eso ya lo sé, Joe!
– ¿Cuál es tu pregunta, mi querida Dorothy?
– ¿Qué ha dicho Eddie acerca del squash? -repitió Dot.
– Bueno, ¿qué ha dicho?
– La verdad, Joe, es que a veces me pregunto si escuchas alguna vez
– Soy todo oídos, mi querida Dorothy -le dijo el viejo pelmazo
Entonces los dos se echaron a reír. Seguían riéndose mientras Eddie realizaba con desgana los actos de rutina antes de acostarse. De repente se sintió tan cansado (tan indolente, supuso) que no hubiera podido hacer el esfuerzo de explicar a sus padres lo que les había querido decir. Si el de sus padres era un buen matrimonio, y parecía serlo en todos los aspectos, Eddie imaginaba que un mal matrimonio podría ser muy recomendable. Estaba a punto de poner a prueba esa teoría, y de una manera mucho más ardua de lo que pudiera pensar
La puerta en el suelo
Camino de New London, trayecto que había sido objeto de un tedioso exceso de planificación (al igual que Marion, salieron demasiado temprano hacia el embarcadero del transbordador), el padre de Eddie se extravió en las proximidades de Providence
– ¿Es un error del piloto o del copiloto? -preguntó Minty en tono jovial
Era un error de ambos. El padre de Eddie hablaba tanto que no había prestado suficiente atención a la carretera. Eddie, que era el "copiloto", había hecho tales esfuerzos por mantenerse despierto que se había olvidado de consultar el mapa. -Menos mal que hemos salido temprano -añadió su padre
Se detuvieron en una estación de servicio, donde Joe 0'Hare intentó rebajarse para trabar conversación con un miembro de la clase trabajadora
– Bueno, vaya situación difícil la nuestra, ¿no cree usted? -dijo el señor O'Hare al empleado de la gasolinera, el cual le pareció a Eddie un poco retrasado-. Aquí tiene a un par de exomanos perdidos en busca del transbordador de New London a Orient Point
Eddie se moría un poco cada vez que oía a su padre hablar con desconocidos. (¿Quién, salvo un exoniano, sabía lo que era un exoniano?) Como si sufriera un coma pasajero, el empleado de la gasolinera contemplaba una mancha aceitosa en el suelo, un poco a la derecha del zapato derecho de Minty
– Están ustedes en Rhode Island -fue todo lo que pudo decir el pobre hombre
– ¿Podría indicarnos la dirección hacia New London? -le preguntó Eddie
Cuando estuvieron de nuevo en marcha, Minty obsequió a Eddie con unas observaciones sobre la taciturnidad intrínseca, que tan a menudo era el resultado de una enseñanza media deficiente
– El entorpecimiento de la mente es una cosa terrible, Edward -le advirtió su padre