– Yo tampoco -le confesó Eddie
– ¿Quieres cerveza? -le ofreció el camionero, pero Eddie rehusó cortésmente. Ahora que se sentía mejor, no quería volver a marearse
Para Eddie no había ninguna mujer ni muchacha que llamara la atención en la cubierta superior, pero al parecer el camionero no compartía su opinión, pues se puso a pasear por el barco mirando a todas las mujeres y muchachas sin excepción. Dos chicas que habían subido al transbordador en coche no paraban de hablar de sus cosas, y a pesar de que sólo tenían uno o dos años más que Eddie, o quizá su misma edad, era evidente que le consideraban demasiado joven para ellas. Eddie las miró una sola vez
Una pareja europea se acercó a Eddie para pedirle en un inglés con fuerte acento extranjero que les hiciera una foto en la popa. Le dijeron que estaban en luna de miel. Eddie les complació encantado, y sólo después se le ocurrió pensar que, como la mujer era europea, tal vez no tendría los sobacos depilados. Pero llevaba una chaqueta de manga larga. El muchacho tampoco había podido discernir si llevaba sostén
Regresó al lado de la pesada bolsa de lona y la maleta más pequeña. Ésta sólo contenía las camisas de vestir, las corbatas y la chaqueta "para todo uso". Pesaba muy poco, pero su madre le había dicho que de esa manera las prendas "buenas", como ella las llamaba, llegarían a su destino sin arrugas. (Su madre le había hecho la maleta.) En la bolsa de lona estaba todo lo demás, las prendas que él quería llevar, sus cuadernos de notas y algunos libros que el señor Bennett, que era con mucho su profesor de inglés preferido, le había recomendado
Eddie no había incluido en su equipaje las obras completas de Ted Cole. Las había leído y, por lo tanto, ¿qué necesidad tenía de cargar con ellas? Las únicas excepciones eran el ejemplar de El ratón que se arrastra entre las paredes que poseía la familia O'Hare (el padre de Eddie había insistido en que le pidiera al señor Cole que se lo firmara) y el título que, entre los libros infantiles de Ted, era su favorito. Al igual que Ruth, Eddie tenía una obra favorita que no era la del famoso ratón. La preferida de Eddie se titulaba La puerta en el suelo, un texto que le asustaba de veras. No había examinado con suficiente atención la fecha de publicación para darse cuenta de que La puerta en el suelo era el primer libro que Ted Cole había publicado tras la muerte de sus hijos. Sólo él sabía hasta qué punto le había resultado penoso escribir ese libro, y desde luego reflejaba un poco el horror que Ted vivía en aquellos días
Si el editor de Ted no se hubiera compadecido de él por lo que les había sucedido a sus hijos, es posible que hubiera rechazado el libro. La postura negativa de los críticos fue casi unánime, pero el libro se vendió tan bien como los demás libros de Ted, cuya popularidad parecía imparable. La misma Dot O'Hare había comentado que leer aquel libro en voz alta a cualquier niño sería un acto de indecencia que bordearía el maltrato, pero a Eddie le encantó La puerta en el suelo, relato hasta tal punto reprensible que llegó a convertirse en una especie de obra de culto en los campus universitarios
Durante la travesía, Eddie echó un vistazo a El ratón que se arrastra entre las paredes. Lo había leído tantas veces que no volvió a leer una sola palabra y se limitó a mirar las ilustraciones, las cuales le gustaban más que a la mayoría de los críticos. Lo mejor que éstos decían de ellas era que "realzaban" el texto o que no eran "inoportunas". Los comentarios solían ser negativos, aunque no demasiado. (Por ejemplo: "Aunque las ilustraciones no restan valor al relato, le añaden poca cosa. Uno se queda esperando que la próxima vez sean mejores".) Sin embargo, a Eddie le gustaban
El monstruo imaginario se arrastraba entre las paredes. Allí estaba, sin patas delanteras ni traseras, impulsándose con los dientes, avanzando sobre su pelaje. Mejor todavía era la ilustración del espeluznante vestido en el armario de mamá, el vestido que cobraba vida e intentaba bajar del colgador. Era un vestido por cuya parte inferior sobresalía un solo pie, descalzo, mientras que de una manga salía, contorsionándose, una mano con su muñeca. Lo más turbador de todo era que el contorno de un solo seno parecía hinchar el vestido, como si una mujer (o sólo algunos de sus miembros) se estuviera formando en el interior del vestido
No había el dibujo consolador de un ratón auténtico entre las paredes. La última ilustración mostraba al más pequeño de los dos chicos despierto en la cama y asustado por el ruido que se aproximaba. El chico golpea la pared con la manita, para que el ratón se escabulla, pero el animal no sólo no lo hace sino que es desproporcionadamente enorme, no sólo mayor que los dos chicos juntos, sino mayor que la cabecera de la cama, mayor que la cama entera, incluida la cabecera
En cuanto al libro de Ted Cole que Eddie prefería, lo sacó de la bolsa de lona y volvió a leerlo antes de que el transbordador atracara. El relato La puerta en el suelo nunca sería uno de los favoritos de Ruth. Su padre no se lo había contado, y habrían de transcurrir unos años antes de que la niña fuese lo bastante mayor para leerlo por sí misma. Y entonces lo detestaría
Había una ilustración sin ningún disimulo, pero efectuada con buen gusto, de un bebé aún no nacido en el útero de su madre. El relato empezaba así:
"Érase un niño que no sabía si deseaba nacer. Su mamá tampoco sabía si deseaba que naciera
"El motivo era que vivían en una choza, en el bosque de una isla situada en medio de un lago, y no había nadie más a su alrededor. Y, en el suelo de la choza, había una puerta
"Al niño le asustaba lo que había bajo la puerta en el suelo, y a su mamá también le asustaba. Una vez, mucho tiempo atrás, otros niños habían visitado la choza, en Navidad, pero esos niños abrieron la puerta del suelo, desaparecieron en la cavidad que había debajo de la choza y todos sus regalos desaparecieron con ellos
"En cierta ocasión, la mamá intentó buscar a los niños, pero cuando abrió la puerta que había en el suelo, oyó un ruido tan espantoso que el cabello se le volvió completamente blanco, como el de un fantasma. Y notó un olor tan terrible que la piel se le arrugó como la de una uva pasa. Tuvo que transcurrir un año entero antes de que la piel de la mamá volviera a estar suave y las canas desaparecieran. Y, al abrir la puerta del suelo, la mamá también había visto cosas horribles que no quería volver a ver jamás, como, por ejemplo, una serpiente capaz de volverse tan pequeña como para poder deslizarse por la ranura entre la puerta y el suelo, incluso cuando la puerta estaba cerrada, y después volverse de nuevo tan grande que podría llevar la choza sobre el lomo, como si la serpiente fuese un caracol gigante y la choza su concha". (Esa ilustración le había provocado una pesadilla a Eddie O'Hare, ¡no cuando era niño, sino a los dieciséis años!)
"Las demás cosas que había debajo de esa puerta eran tan horribles que uno sólo podía imaginarlas." (Había también una ilustración indescriptible de aquellas cosas horribles.)
"Y por eso la mamá se preguntaba si quería tener un hijito en una cabaña que estaba en el bosque de una isla en medio de un lago, y sin nadie más a su alrededor, pero especialmente por todo lo que podría haber bajo la puerta del suelo. Entonces se dijo: "¿Por qué no? ¡Le diré que no abra la puerta que hay en el suelo!"
"Bueno, decir eso es fácil para una mamá, pero ¿y el pequeño? Éste todavía no sabía si quería nacer en un mundo donde había una puerta en el suelo y nadie más alrededor. No obstante, también había ciertas cosas hermosas en el bosque, en la isla y en el lago." (Aquí había una ilustración de un búho y de los patos que nadaban hacia la orilla de la isla, y en las aguas tranquilas del lago un par de somorgujos se hacían carantoñas.)