A los hombres que pasaban una y otra vez ante los escaparates de las mujeres, siempre mirando, siempre cachondos, pero sin que nunca acabaran de decidirse, los llamaban hengsten (sementales), y las prostitutas que habían visto a Ruth Cole pasar ante sus escaparates la llamaban hengst (hembra). Sin embargo, desde luego, no existe un semental hembra, y por ello la mujer misteriosa inquietaba a las prostitutas
Una de ellas le dijo a Harry que parecía una periodista. (Los periodistas inquietaban mucho a las prostitutas.)
¿Una periodista extranjera? El sargento Hoekstra había rechazado esa posibilidad. A la mayoría de los periodistas extranjeros que iban a Amsterdam con un interés profesional por la prostitución les decían que hablaran con él
Gracias a las prostitutas de De Wallen, Harry descubrió que la mujer misteriosa no siempre estuvo sola. La había acompañado un joven, tal vez estudiante universitario. Si bien la testigo a la que Harry buscaba era treintañera y sólo hablaba inglés, el muchacho era sin duda holandés
Esto respondía a un interrogante que se había planteado el sargento Hoekstra: si la testigo desaparecida era una extranjera de habla inglesa, ¿quién había escrito el informe en holandés? Ciertos datos adicionales vertían algo de luz sobre el documento cuidadosamente redactado en letras mayúsculas que la testigo había remitido a Harry. Un tatuador a quien Harry consideraba un experto en caligrafía, examinó la minuciosa escritura y llegó a la conclusión de que el texto había sido copiado
El tatuador se llamaba Henk y era quien había realizado la mayor parte de los letreros en el museo del tatuaje radicado en el barrio chino, la llamada Casa del Dolor. (Su especialidad era un poema, cualquier poema que uno quisiera, tatuado en forma de cuerpo femenino.) Según él, el bolígrafo de la testigo se había detenido demasiado tiempo en cada letra. Sólo alguien que copiara frases de una lengua extranjera habría escrito cada palabra con tal lentitud
– ¿Y quién ha de esforzarse tanto para no cometer un error al escribir una palabra? -preguntó Henk a Harry-. Alguien que desconoce el idioma, por supuesto
Las prostitutas de De Wallen no creían que la testigo de Harry y el muchacho holandés tuvieran relaciones sexuales.
– No era sólo por la diferencia de edad -comentó la prostituta tailandesa a la que Ruth y Wim habían visitado en el Barndesteeg-. Se notaba que nunca habían hecho el amor
– Puede que tuvieran ese propósito -sugirió Harry-. Tal vez iban a hacerlo
– No me lo pareció -insistió la prostituta tailandesa-. Incluso eran incapaces de decirme lo que deseaban. ¡Sólo querían mirar, pero ni siquiera sabían qué era lo que querían mirar!
La otra prostituta tailandesa que recordaba a la pareja fuera de lo corriente era la vieja sádica, la que tenía fama de aterrorizar a los clientes
– El chico holandés la tenía grande -declaró-. Quería hacerlo de veras, pero su mami no le dejaba
– Ese chico estaba dispuesto a tirarse cualquier cosa, excepto a mí -le dijo a Harry el travestido ecuatoriano-. La mujer sólo tenía curiosidad. No quería hacer nada, sólo informarse
Harry estaba seguro de que si el chico holandés hubiera estado escondido en el ropero de Rooie con la mujer misteriosa, ambos habrían tratado de impedir el crimen. Y casi desde el principio Harry dudó de que la testigo fuese una prostituta novata. A menos que se tratase de una "ilegal", incluso una novata habría ido a la policía. Y de haber sido una "ilegal", ¿quién le habría escrito su testimonio en un holandés tan perfecto?
Una prostituta jamaicana del Slapersteeg también recordaba a Ruth Cole
– Era menuda, dijo que se había perdido -informó a Harry-. La tomé del brazo y salimos del callejón. Me sorprendió que tuviera el brazo derecho tan fuerte
¡Fue entonces cuando el sargento Hoekstra se dio cuenta de que también él había visto a la mujer misteriosa! De repente recordó a aquella mujer a la que había seguido por De Wallen una mañana, muy temprano, y que caminaba con un estilo atlético. Era menuda, desde luego, pero parecía fuerte y no le dio la impresión, ni mucho menos, de que estaba "perdida". Se la veía muy resuelta, y Harry la siguió no sólo porque parecía fuera de lugar en aquellos parajes, sino también por su extraordinario atractivo (¡por no mencionar que le resultaba vagamente familiar! Era increíble que Harry no la reconociera por las fotos en las sobrecubiertas de sus libros). Cuando Harry se dio cuenta de que ella reparó en que la seguía, regresó a la comisaría en la Warmoesstraat
Por último, el policía habló con las dos prostitutas gordas de Ghana. La turista desconocida se había detenido en el Stoofsteeg el tiempo suficiente para preguntarles de dónde eran. Las mujeres, a su vez, preguntaron a Ruth Cole por su procedencia, y ella les dijo que de Estados Unidos. (Lo que Harry supo gracias a las prostitutas de Ghana, a saber, que su testigo era estadounidense, resultaría ser una información más importante de lo que al principio había sospechado.)
Nico Jansen estaba sentado ante el ordenador. Se encontraba en un callejón sin salida. El tubo de revestimiento Polaroid con el tapón de rosca azul marino podía haber sido adquirido tanto en Amsterdam como en Zurich. El hecho de que, según la testigo misteriosa, el asesino pareciera un topo, que jadeara, que fuese estrábico y tuviera los ojos "casi totalmente cerrados"… ¿de qué servirían todos esos datos si en Zurich no había una huella dactilar que coincidiese con la del tubo de revestimiento Polaroid que tenían en Amsterdam?
La testigo había pensado en la posibilidad de que el asesino trabajara para la SAS, la línea aérea escandinava, pero esto resultó ser una pista falsa. A pesar del examen de las huellas dactilares de todos los empleados varones que trabajaban en el departamento de seguridad de la SAS, no se encontró ninguna huella coincidente
El asesino fue capturado gracias a que Harry Hoekstra sabía bien el inglés y, además, entendía el alemán. Resultó que la información más importante en el relato de la testigo era la observación de que el asesino hablaba un inglés que parecía tener acento alemán
Nico Jansen le comunicó a Harry que los detectives estaban en un callejón sin salida con respecto al asesinato. Al día siguiente, Harry revisó de nuevo el informe de la testigo y, de repente, vio algo que se le había pasado por alto. Si la lengua nativa del asesino era el alemán, existía la posibilidad de que SAS no fuese la tal SAS, pues tanto en alemán como en holandés las vocales a y e se pronuncian de una manera distinta a la inglesa. A un oyente norteamericano, SES le habría sonado como SAS. El asesino no tenía nada que ver con la línea aérea escandinava
¡Se ocupaba de algo relacionado con la seguridad para una empresa llamada SES!
Harry no tuvo necesidad de utilizar el ordenador de Nico Jansen para averiguar qué significaba SES. La Cámara de Comercio Internacional le ayudó de buen grado a encontrar una empresa que respondiera a esas siglas en una ciudad de habla alemana, y en menos de diez minutos Harry había identificado al patrono del asesino. La venerable Schweizer Elektronik und Sicherheitssysteme (SES) estaba ubicada en Zurich y se dedicaba a diseñar e instalar alarmas de seguridad para bancos y museos en toda Europa
Harry experimentó cierto placer al encontrar a Nico Jansen en la sala de detectives, donde las pantallas de los ordenadores siempre daban a sus caras un resplandor antinatural y los bombardeaban con sonidos no menos antinaturales
– Tengo algo para que lo metas en tu ordenador, Nico -le dijo Harry-. Si quieres, hablaré yo con tu colega en Zurich; mi alemán es mejor que el tuyo