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– Estoy deseando ver cómo es el invierno aquí -le dijo Harry a Ruth

– Lo verás muy pronto -replicó ella-. Aquí el invierno da la sensación de ser eterno

– Nunca te abandonaré -le aseguró él.

– No te me mueras, Harry -le pidió Ruth

El hecho de que Hannah Grant detestara conducir la había llevado a implicarse en más de una relación comprometedora. También detestaba quedarse sola los fines de semana, por lo que a menudo se iba a pasar el fin de semana fuera de Manhattan y visitaba a Ruth en Vermont, acompañada por uno u otro novio detestable pero que conducía

En aquellos momentos, Hannah atravesaba un período de transición entre dos novios, una situación que no solía tolerar durante mucho tiempo, y preguntó a Eddie O'Hare si querría acompañarla aquel fin de semana, aun cuando él primero tuviera que ir a buscarla a Manhattan. Hannah creía que pedirle a Eddie que la llevara a Vermont estaba justificado. Siempre creía que sus actos tenían justificación. Pero Ruth los había invitado a los dos, y Hannah estaba convencida de que ningún desvío era tan largo o prolongado como para que resultara inconveniente sugerirlo

Le había sorprendido la facilidad con que persuadió a Eddie, pero éste tenía sus razones para pensar que un viaje de cuatro horas en coche con Hannah podría ser beneficioso, incluso providencial. Naturalmente, los dos amigos, si a Hannah y Eddie se les podía considerar "amigos", estaban deseosos de hablar sobre lo que le había acontecido a su mutua amiga, pues Ruth había dejado pasmados a ambos cuando les anunció que estaba enamorada de un holandés con quien se proponía casarse, ¡por no mencionar que el holandés en cuestión era un ex policía al que había conocido apenas un mes atrás!

Cuando estaba en un período de transición entre dos novios, Hannah se vestía al estilo que ella llamaba "severo", es decir, casi tan sencillamente como Ruth, quien jamás habría dicho de Hannah que vestía con severidad. Pero Eddie observó que el cabello lacio de Hannah tenía un aspecto aceitoso, de poco lavado, que no era propio de ella, y que no llevaba maquillaje. Todo esto era una señal segura de que Hannah pasaba por una época de soledad entre dos novios. Eddie sabía que Hannah no le habría llamado para pedirle que la acompañara de haber tenido novio…, uno cualquiera

A los cuarenta años, la crudeza sexual de Hannah, realzada por el aspecto fatigado de sus ojos, apenas había disminuido. El cabello rubio ambarino, ayudado por el estilo de vida de Hannah, se había vuelto rubio ceniciento, y las pálidas oquedades bajo los pómulos prominentes exageraban su aura de un apetito constante y depredador, un apetito, a juicio de Eddie, quien la miraba de soslayo en el coche, decididamente sexual. Y el hecho de que hubiera transcurrido bastante tiempo desde que se depiló por última vez la zona de epidermis entre el labio superior y la parte inferior de la nariz era sexualmente atractivo. El vello rubio encima del labio superior, que Hannah tenía el hábito de explorar con la punta de la lengua, la dotaba de un poder animal que provocó en Eddie una excitación tan imprevista como indeseada

Ni ahora ni en ninguna otra época pasada Eddie se había sentido sexualmente atraído por Hannah Grant, pero cuando ella prestaba menos atención a su aspecto, su presencia sexual se anunciaba con una fuerza más brutal. Siempre había tenido la cintura alargada y delgada, los senos erguidos, pequeños y bien formados, y cuando cedía a la dejadez, ésta realzaba un aspecto de sí misma del que, en definitiva, estaba menos orgullosa: ante todo, Hannah parecía nacida para acostarse con alguien… y con otro y otro más, una y otra vez. (En conjunto, desde el punto de vista sexual, aterraba a Eddie, sobre todo cuando ella atravesaba un período entre dos novios.)

– ¡Un puñetero poli holandés! -le dijo Hannah a Eddie-. ¿Te imaginas?

Lo único que Ruth les había dicho a los dos era que había visto por primera vez a Harry en una de sus firmas de ejemplares, y que más adelante él se presentó en el vestíbulo de su hotel. A Hannah le enfurecía que su amiga hubiera mostrado tanta indiferencia ante la condición de policía jubilado de Harry. (Ruth había evidenciado mucho más interés por el hecho de que a Harry le gustara leer.) Había sido policía en el barrio chino durante cuarenta años, pero Ruth se limitaba a decir que ahora era "su" policía

– ¿Qué clase de relación tiene exactamente un tipo así con esas furcias? -le preguntó Hannah a Eddie, quien seguía conduciendo lo mejor que podía, pues le resultaba imposible no mirar a Hannah de vez en cuando-. Detesto que Ruth me mienta o no me diga toda la verdad, porque es tan buena embustera… Su jodido oficio consiste en inventar mentiras, ¿no es cierto?

Eddie volvió a mirarla furtivamente, pero nunca la habría interrumpido cuando ella estaba enfadada. Le encantaba contemplarla cuando se exaltaba

Hannah se repantigaba en el asiento, y el cinturón de seguridad le dividía visiblemente los senos al tiempo que le aplanaba el derecho casi hasta hacerlo desaparecer. Al mirarla una vez más de soslayo, Eddie se percató de que no llevaba sujetador. Vestía un pullover provocativo, bien ceñido, con ambos puños desgastados y perdida la elasticidad que tuvo el cuello cisne. La caída del cuello cisne alrededor de la garganta exageraba la delgadez de Hannah. El contorno del pezón izquierdo era claramente visible en el lugar donde el cinturón de seguridad tensaba el pullover contra el pecho

– Nunca había notado tan feliz a Ruth -comentó Eddie en un tono de tristeza

El recuerdo de lo entusiasmada que ella parecía cuando hablaron por teléfono le hizo cerrar los ojos, dolido, pero se dijo que estaba conduciendo. El color ocre quemado de las hojas secas era para él un mórbido recordatorio de que la estación del follaje había terminado. ¿Acaso su amor por Ruth también agonizaba?

– Está chalada por ese tipo, de eso no hay la menor duda -dijo Hannah-. Pero ¿qué sabemos de él? ¿Qué sabe Ruth realmente de él?

– Podría ser uno de esos buscadores de oro… -sugirió Eddie.

– ¡No es broma! -exclamó Hannah-. ¡Claro que podría serlo! Los polis no ganan pasta a menos que sean corruptos

– Y es tan mayor como lo era Allan -dijo Eddie

Cuando Ruth habló con él por teléfono, revelándose tan feliz, Eddie se convenció a medias de que no estaba enamorado de ella o que había dejado de estarlo. Era una sensación confusa. Eddie no sabría realmente lo que sentía por Ruth hasta que la viera con el holandés

– Nunca he salido con un tipo como Harry -dijo Hannah-. No carezco por completo de criterio

– Ruth dijo que Harry es estupendo de veras para Graham -replicó Eddie-. Interprétalo como quieras

Eddie sabía que sus esfuerzos por relacionarse con Graham habían sido insuficientes, y que en ese aspecto le había fallado a Ruth. Sólo era el padrino nominal del niño. (Desde que pasó un día entero con Ruth cuando ella era una niña, y sin duda porque también fue el día en que la abandonó su madre, Eddie se sentía desconcertado en presencia de los niños.)