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– ¡Oh, sí, puedes estar seguro! -respondió Marion-. ¡Tengo setenta y seis años!

– ¿Sabes una cosa? -dijo Graham-. Yo sólo tengo cuatro, pero ya peso dieciséis kilos

– ¡Estupendo! -exclamó Marion-. Yo pesaba antes sesenta y seis kilos, pero eso fue hace mucho tiempo. He perdido un poco de peso…

La puerta principal se abrió a sus espaldas y entró Harry, sudoroso y con su querida cuña de partir leña en la mano. Eddie se disponía a presentárselo a Marion, pero de repente, en el extremo del pasillo donde se abría la cocina, apareció Ruth. Acababa de lavarse la cabeza

– ¡Hola! -le dijo a Eddie. Entonces vio a su madre. Harry se dirigió a ella desde la puerta:

– Es una compradora de la casa -le explicó-, una auténtica compradora

Pero Ruth no le oía

– Hola, querida -saludó Marion

– Mamá… -logró decir ella

Graham corrió hacia Ruth. El pequeño aún estaba en la edad en que los niños se agarran a las caderas, cosa que hizo, y Ruth se agachó instintivamente para alzarlo en brazos. Pero fue como si su cuerpo se hubiera paralizado: no tenía fuerzas para levantarlo. Apoyó una mano en el pequeño hombro de Graham y, con el dorso de la otra mano, hizo un débil esfuerzo por enjugarse las lágrimas. Entonces dejó de intentarlo y dejó que las lágrimas le surcaran las mejillas

El cauto holandés permaneció inmóvil junto a la puerta. Sabía que no debía intervenir en la escena

Eddie pensó que Hannah estaba equivocada. Hay momentos en los que el tiempo se detiene. Debemos estar lo bastante despiertos para percibirlos

– No llores, cariño -dijo Marion a su única hija-. Sólo somos Eddie y yo

Conversación con John Irving Tarvey Ginsberg

Harvey Ginsberg es amigo íntimo y editor de John Irving desde hace más de quince años. Ha editado los manuscritos de las cuatro últimas novelas de Irving: Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra, Oración por Owen, Un hijo del circo y Una mujer difícil

HARVEY GINSBERG: ¿Por qué te has decidido a escribir una novela cuyo personaje principal es mujer y, además, novelista?.

JOHN IRVING: La decisión de convertir a Ruth Cole en novelista fue algo secundario. Desde el principio fue una mujer, una profesional de éxito. Durante cierto tiempo, en los meses dedicados a tomar notas para la novela, no estaba seguro de qué profesión concreta le atribuiría. Pero todo aquello que la obsesiona y menoscaba la confianza en sí misma es algo que preocupa más a las mujeres que a los hombres. Éstos no se consideran responsables de sus juicios erróneos en el terreno sexual, o por lo menos no se consideran tan responsables como en el caso de las mujeres. Son innumerables los hombres que han elegido mal a su pareja, pero tienden a minimizarlo

Vivimos en un mundo donde al hombre se le permite tener una historia, un pasado de actividad sexual. Siempre que no lo repita una y otra vez, a menudo ese pasado realza la imagen del hombre. Pero si una mujer tiene un pasado sexual, será mejor que lo mantenga discretamente en silencio

Ted Cole se suicida porque ve que su mal comportamiento sexual ha influido en las preferencias sexuales de su hija, y no porque se sienta culpable por haberse acostado con la mejor amiga de su hija. ¿Cuántos hombres se suicidan porque sus hijos varones se han equivocado al elegir pareja?

Y todo aquello de lo que Ruth es testigo en Amsterdam, incluso cuando lo único que se propone es observar, resulta (a su modo de ver) tanto más nocivo porque es una mujer. Como dice Ruth acerca de Graham Greene, al hombre se le permite sin trabas explorar lo sórdido y lo indecente; es más, se espera que los escritores masculinos exploren ese territorio. En cambio, a las mujeres les está prohibido. Ruth se siente avergonzada

Hoy son muchas las mujeres cuya situación profesional está bastante más avanzada que su vida personal. Es algo que también les sucede a los hombres, pero a ellos les preocupa menos. Si un hombre tiene éxito, ha estado casado tres veces y no se habla con ninguno de los hijos habidos en esos matrimonios fracasados, lo que más importa de él sigue siendo su éxito. Pero una mujer, por mucho éxito que tenga en cualquier actividad, se considerará fracasada si su vida personal es insatisfactoria o si se avergüenza de ella. Y los demás, sean hombres o mujeres, también tenderán a considerarla así

Por su parte, Marion, la madre de Ruth, no puede recuperarse de una tragedia que su marido, hasta cierto punto, es capaz de dejar a un lado. A menudo, lo que para los hombres son heridas superficiales, para las mujeres son lesiones mortales

En cuanto al hecho de que Ruth sea novelista, al principio imaginé a su padre como un famoso autor e ilustrador de relatos infantiles. Deseaba que Ruth fuese mejor que su padre, que se sintiera impulsada a competir con él y también que albergara hacia él sentimientos conflictivos. (El squash era sólo un aspecto de la competencia entre ellos.) ¿Por qué, me pregunté, no convierto a Ruth en una escritora mejor que su padre? ¿Por qué no la hago menos superficial de lo que es él en todos los aspectos?

HG: Por lo menos cuatro de los personajes principales -Ruth y Ted, desde luego, pero también Eddie y Marion- son escritores, y citas por extenso y resumes sus obras. ¿Se trata de un simple recurso argumental o tenías otra intención?

JI: Tras tomar la decisión de que Ruth y su padre fuesen escritores, pensé que los demás también debían serlo, en parte por malicia, pues sabía que me iba a divertir al comparar y contrastar los distintos tipos de literato al que cada uno pertenece, pero también porque hacerlos escritores me permitía relacionar sus vidas con lo que escribían. Podría ser que los cuentos infantiles de Ted fuesen relatos para las madres jóvenes: éstas constituyen el blanco principal de Ted, son al mismo tiempo las principales compradoras de sus libros y sus presas sexuales. Ese deje horripilante que tiene la voz del Ted cuentista de historias para niños era también una manera de establecer la objetividad con que cuenta a Eddie y a Ruth el relato de la muerte de sus hijos

Como novelista, Ruth es más autobiográfica de lo que está dispuesta a admitir, pero en su obra la invención va mucho más allá de su vida personal, lo imaginario supera en gran medida a lo estrictamente autobiográfico. Eddie O'Hare por supuesto, no puede imaginar nada. Y en cuanto a Marion, la madre de Ruth… en fin, su estilo es penoso, utiliza la escritura como terapia. Por mi parte, si eso le hace bien, hay que dejarla seguir adelante

He procurado no ser condescendiente. Puede que Eddie sea un escritor malo, incluso risible en ocasiones, pero es una buena persona, un hombre compasivo y un buen amigo. (¡Desde luego es mucho más afectuoso que Ruth!) Y Ted, a pesar de esa faceta horripilante que tiene, no sólo como autor de relatos infantiles, sino también como hombre, es un narrador fascinante. Consigue despertar y mantener vivo el interés. Y en calidad de padre es adecuado a medias; como dice Ruth, por lo menos estuvo a su lado cuando lo necesitaba

Al hacer que los cuatro personajes principales fuesen escritores, no sólo pude relacionar sus vidas sino también las diversas interpretaciones que ellos hacen de sus vidas. Dijo D. H. Lawrence en cierta ocasión que una novela es la manera más suti que tenemos de demostrar la interrelación de las cosas. Eso es cierto, pero una novela no tiene por qué ser sutil. Una mujer difícil (o cualquier otra novela de John Irving) no es sutil

HG: Te has mudado de Sagaponack a Vermont y tienes un hijo exactamente de la edad de Graham (y de Ruth cuando era niña). Aparte de estos dos, ¿qué otros elementos autobiográficos hay en la novela?