JI: Los elementos autobiográficos son muy numerosos. Como Eddie, fui a Exeter, donde mi padre enseñaba. Sin embargo, él era uno de los profesores más populares de la escuela y, al contrario que Minty O'Hare, nunca aburrió a nadie. Como le sucede a Ruth, tuve mi gran historia de amor ya bien entrada la madurez. Tenía cuarenta y cuatro años cuando conocí a mi segunda esposa, y llevaba cinco divorciado de la primera. (También, como le ocurre a Ruth, no estoy orgulloso de mi pasado sexual, quiero decir de los años transcurridos entre mi primer matrimonio y el segundo, pero no exclusivamente de este período. No creo que sea necesario entrar en detalles.)
En cuanto al motivo de que le atribuyera a Ruth la edad que tiene al inicio de la novela (cuatro años), no lo hice porque en aquel entonces tuviera un hijo de cuatro años, sino porque ésa es la edad en que comienza la memoria. La mayoría de los niños apenas tienen recuerdos de los tres años. A los cuatro empieza la memoria, pero los recuerdos no son completos. Quería que los recuerdos que Ruth conserva del verano de 1958, cuando su madre tiene la aventura con Eddie y luego abandona a la familia, estuvieran presentes pero fuesen incompletos
Con respecto a Graham, es cierto que mi hijo Everett tenía exactamente esa edad cuando escribía la novela; de ahí que me sintiera capacitado para escribir los diálogos de Graham (y los de Ruth cuando era niña). La percepción de los niños a esa edad es impresionante, pero su lenguaje no está a la altura de sus percepciones
Era esencial para la novela que Ruth tuviera un hijo de la misma edad que ella tenía cuando su madre la abandonó, porque quería que Marion tuviera que volver y se enfrentara a ese niño
HG: Pareces tener un concepto desfavorable, incluso moralista, de la promiscuidad sexual en los casos de Ted, Hannah e incluso de Ruth en su encuentro con Scott. No obstante, al mismo tiempo, tratas a las prostitutas de Amsterdam casi con afecto. ¿Cómo reconcilias esas perspectivas diferentes?
JI: Estoy de acuerdo en que tengo "un concepto desfavorable, incluso moralista, de la promiscuidad sexual", pero también la veo bajo un prisma cómico. La historia de Ted con la señora Vaughn es divertida. Las constantes aventuras de Hannah también son cómicas, pero Hannah tiene un lado triste, y confío en que sirva para compensar su carácter. Además, es mucho más divertido estar con ella que con Ruth. (¿No preferirían la mayoría de los hombres salir con Hannah antes que con Ruth? Tal vez no se casarían con ella, pero ésa es otra cuestión.)
Soy natural de Nueva Inglaterra, y es posible que la censura sexual de los puritanos esté arraigada en lo más hondo de mi ser. En mis novelas se castiga invariablemente el sexo promiscuo, y a decir verdad no me siento del todo cómodo con esa actitud. Mis dos personajes más virtuosos, Jenny Fields, la madre de Garp en El mundo según Garp, y el doctor Larch en Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra, son sexualmente abstemios. Tienen una sola relación sexual en toda su vida, y no lo hacen más. Eso es algo que no recomiendo
Personalmente, no soy moralista en lo que respecta al sexo. Lo que me ha asqueado de la aventura entre Clinton y la señorita Lewinsky ha sido la actitud virtuosa adoptada por los medios de comunicación. La idea de que los periodistas sean árbitros morales, y no sólo en el ámbito de las relaciones extraconyugales, sino en cualquier otro, me parece repugnante. Ése es uno de los motivos por los que he convertido en periodista al personaje de Hannah. ¡Imagínate a esa mujer ejerciendo de árbitro moral!
En cuanto a las prostitutas de Amsterdam, durante cuatro años he viajado con frecuencia a esa ciudad, quince días en cada ocasión (y siempre en distintas épocas del año). Pasé muchas horas con un policía y una mujer, ex prostituta, que era entonces la presidenta de una organización que luchaba en favor de los derechos de las prostitutas. Quería saber con la máxima precisión cómo son un policía y una prostituta holandeses, y deseaba que a otros policías y prostitutas les pareciera que los retrataba fielmente. Tanto unos como otras me han asegurado que los personajes de Harry y Rooie son absolutamente creíbles
Cuando apareció la traducción holandesa de Una mujer difícil, en Amsterdam se organizó una fiesta en la comisaría del barrio chino. Asistieron muchos policías… y no tantas prostitutas. Una de las que acudió me dijo que sus colegas no tenían la costumbre de ir a la comisaría por su propia voluntad
El truco de colocar los zapatos con las puntas hacia fuera en el guardarropa de Rooie, de modo que Ruth pueda ocultarse mejor ahí…, bueno, me siento especialmente orgulloso de ese detalle. Lo inventé y, cuando les pedí su opinión a varias prostitutas, respondieron que les parecía muy útil, etcétera… Estaban entusiasmadas de veras con la idea. Más tarde una de ellas me dijo que había empleado el método. Eso de que uno pueda influir con su obra en otra profesión es de lo más gratificante
Una verdad más triste acerca de Rooie es su necesidad de inventarse una vida. Al igual que Rooie, las prostitutas necesitan inventar sus vidas, necesitan mentir. Es algo que se observa a menudo. No censuro a las prostitutas ni a los hombres que van con ellas. Considero que es una transacción relativamente honrada. Si la comparamos con ciertas relaciones sexuales llenas de engaño e hipocresía, la relación entre la prostituta y su cliente es sincera y diáfana. Ese sentimiento de vergüenza con que suelen rodear a la prostitución es para mí un misterio. Si se compara con declarar tu amor a alguien cuando no lo sientes, o sentirlo por una persona distinta cada pocos meses, ¿qué tiene de malo pagarle a una prostituta para hacer el amor con ella?
No me parece que esas "perspectivas diferentes", como las llamas, sean difíciles de "reconciliar" en absoluto
Si Ted Cole hubiera vivido en Amsterdam y visitado a una prostituta (incluso a una prostituta diferente, con una frecuencia de tres o cuatro veces por semana), ¡imagina la cantidad de mujeres cuya vida no se habría visto trastornada!
Nunca he comprendido las objeciones a la prostitución. Lo criminal es convertirla en un acto delictivo, relegarla a la clandestinidad, y es también lo que la hace peligrosa, tanto para las prostitutas como para sus clientes. El sistema holandés no es perfecto. ¿Qué son las transacciones sexuales? Pero es una manera de resolver la situación mejor que cualquier otra de las que he observado
HG: Aunque Eddie es esencialmente un personaje cómico, lo presentas de tal modo que el lector simpatiza mucho con él. ¿Cómo logras que sea un personaje cómico y que despierte ese sentimiento de simpatía?
JI: En parte, la comicidad de Eddie es también lo que nos hace simpatizar con él; es decir, es un personaje vulnerable, y esa desventura se prolonga más allá de su juventud. Eddie muestra la misma torpeza al subir a un autobús en Manhattan a los cuarenta y tantos años que la que evidenciaba cuando le vemos por primera vez, como un adolescente enamorado de Marion. El amor de Eddie hacia las mujeres mayores es sincero
¿Cuántos hombres han tenido unas atracciones sexuales tan duraderas? Es posible que el lector deba apelar a su imaginación para creer en la atracción de Eddie hacia mujeres de edad cada vez más avanzada, pero no resulta difícil imaginar lo que a las mujeres mayores les encanta de Eddie
Últimamente he recibido mucha correspondencia de mujeres mayores. "No he conocido a ningún Eddie", me decía una de ellas. "Si conoce usted a un Eddie auténtico, ¿le importaría presentármelo?"
Desde el punto del americano medio, Eddie es un héroe. Sus novelas son transparentes, Hannah (y probablemente muchos lectores) considera patéticas sus adhesiones, pero él habla completamente en serio y hace lo que dice que hará