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La señora Havelock era la joven esposa de un nuevo profesor del centro y, como tal, al menos para Eddie y la mayoría de los chicos de Exeter, era más interesante que las demás señoras de los profesores. Y el hecho de que la señora Havelock no usara sostén constituía, para los chicos, un punto a su favor. Aunque no era una mujer bonita, sino más bien rechoncha y feúcha, la oscilación de sus senos grandes y juveniles hacía que la tuvieran en gran aprecio tanto los estudiantes como no pocos miembros del profesorado que jamás habrían osado confesar su atracción. En aquellos días de 1958 anteriores a la época hippie, que la señora Havelock no llevara sujetador era algo poco frecuente y digno de mención. Los chicos la llamaban entre ellos la Pechugona, y mostraban hacia el señor Havelock, a quien envidiaban profundamente, un respeto mucho mayor que el que profesaban a cualquier otra persona. A Eddie, que gozaba al ver los pechos oscilantes de la señora Havelock como el que más, le turbaba la cruel desaprobación de su madre

Y ahora el vello en las axilas… Eddie tenía que admitir que eso había ocasionado una consternación considerable entre los alumnos menos experimentados. En aquel entonces había muchachos en Exeter que o desconocían, al parecer, que a las mujeres les salía vello en las axilas, o estaban demasiado turbados para pensar en los motivos por los que cualquier mujer no se depilaba las axilas. Sin embargo, para Eddie, los sobacos peludos de la señora Havelock constituían una prueba más de la ilimitada capacidad de la mujer para proporcionar placer. Enfundada en un vestido veraniego sin mangas, la señora Havelock dejaba que sus pechos oscilaran al caminar y, además, mostraba el vello de las axilas. Desde que empezó el buen tiempo, no pocos de los chicos, además de llamarla Pechugona, la llamaban también Peluda. Con uno u otro nombre, a Eddie le bastaba pensar en ella para tener una erección

– Cuando menos te lo esperes, verás como deja de depilarse las piernas -añadió la madre de Eddie

Esa idea, ciertamente, hacía titubear a Eddie, aunque decidió reservar su juicio hasta comprobar por sí mismo si ese aditamento capilar en las piernas de la señora Havelock podía complacerle

Puesto que el señor Havelock era colega de Minty en el departamento de lengua y literatura inglesas, Dot O'Hare opinaba que su marido debería hablarle sobre la molesta impropiedad del estilo "bohemio" de su mujer en una escuela sólo para chicos. Pero Minty, aunque podía ser un latoso de campeonato, tenía el suficiente comedimiento para no inmiscuirse en la manera de vestir o en la depilación (o su carencia) de la esposa de otro hombre

– La señora Havelock es europea, mi querida Dorothy -se limitó a decir Minty

– ¡No sé qué quieres decir con eso! -respondió la madre de Eddie, pero su padre ya había vuelto, con tanta naturalidad como si no le hubieran interrumpido, al tema de la indolencia estudiantil en primavera

Eddie opinaba, aunque jamás lo hubiera expresado, que sólo los pechos oscilantes y los sobacos peludos de la señora Havelock podrían aliviarle alguna vez de la indolencia que sentía, y que no era la primavera lo que le volvía indolente, sino las conversaciones interminables e inconexas de sus padres, que dejaban una auténtica estela de pereza, un rastro de sopor

A veces, los compañeros de clase de Eddie le preguntaban:

– Oye, ¿cuál es el verdadero nombre de tu padre?

Sólo conocían al señor O'Hare por el apodo de Minty o, cuando hablaban con él, como el señor O'Hare

– Joe -respondía Eddie-. Joseph E. O'Hare

La E era la inicial de Edward, el único nombre por el que su padre le llamaba

– No te puse Edward porque quisiera llamarte Eddie -le decía a cada tanto su progenitor

Pero todos los demás, su madre incluida, le llamaban Eddie. Y Eddie confiaba en que algún día le llamarían sencillamente Ed

Durante la última cena familiar antes de que Eddie partiera hacia su primer empleo veraniego, trató de intervenir en la interminable cháchara incongruente de sus padres, pero fue inútil

– Hoy me he encontrado con el señor Bennett en el gimnasio -les dijo Eddie

El señor Bennett había sido el profesor de inglés de Eddie el curso anterior, y el muchacho le tenía en gran estima. Su curso incluía algunos de los mejores libros que había leído jamás.

– Supongo que le veremos los sobacos en la playa durante todo el verano -comentó la madre de Eddie, y anunció-: Me temo que no podré evitar decirle algo

– La verdad es que jugué un poco a squash con el señor Bennett -siguió diciendo Eddie-. Le dije que siempre había querido probarlo, y él se molestó en jugar conmigo durante un rato. Me gustó más de lo que imaginaba

Además de su cometido en el departamento de inglés, el señor Bennett era el entrenador de squash, una tarea en la que tenía mucho éxito. Golpear una pelota de squash fue una especie de revelación para Eddie O'Hare

– Creo que unas vacaciones navideñas más breves y una pausa primaveral más larga podría ser la solución -dijo su padre-. Sé que el curso escolar es muy largo, pero debería existir una manera de lograr que los chicos vuelvan en primavera con un poco más de brío, más deseos de trabajar

– He estado pensando en que el próximo invierno podría escoger el squash como deporte -anunció Eddie-. En otoño, seguiría con el cross, y en primavera podría volver a la marcha atlética.

Por un momento pareció que la palabra "primavera" había llamado la atención de su padre, pero era sólo la indolencia de la primavera lo que mantenía el interés de Minty

– A lo mejor, si se depila le sale un sarpullido -especuló la madre de Eddie-. Vamos, a mí me ocurre en ocasiones, pero eso no es ninguna excusa

Más tarde, Eddie fregó los platos mientras sus padres seguían charlando. Poco antes de acostarse, oyó que la madre preguntaba al padre:

– ¿Qué ha dicho del squash? Sí, algo acerca del squash.

– ¿Qué ha dicho quién?

– ¡Eddie! -replicó su madre-. Eddie ha dicho algo sobre el squash y el señor Bennett

– Es el entrenador de squash -le dijo Minty.

– ¡Eso ya lo sé, Joe!

– ¿Cuál es tu pregunta, mi querida Dorothy?

– ¿Qué ha dicho Eddie acerca del squash? -repitió Dot.

– Bueno, ¿qué ha dicho?

– La verdad, Joe, es que a veces me pregunto si escuchas alguna vez

– Soy todo oídos, mi querida Dorothy -le dijo el viejo pelmazo

Entonces los dos se echaron a reír. Seguían riéndose mientras Eddie realizaba con desgana los actos de rutina antes de acostarse. De repente se sintió tan cansado (tan indolente, supuso) que no hubiera podido hacer el esfuerzo de explicar a sus padres lo que les había querido decir. Si el de sus padres era un buen matrimonio, y parecía serlo en todos los aspectos, Eddie imaginaba que un mal matrimonio podría ser muy recomendable. Estaba a punto de poner a prueba esa teoría, y de una manera mucho más ardua de lo que pudiera pensar

La puerta en el suelo

Camino de New London, trayecto que había sido objeto de un tedioso exceso de planificación (al igual que Marion, salieron demasiado temprano hacia el embarcadero del transbordador), el padre de Eddie se extravió en las proximidades de Providence

– ¿Es un error del piloto o del copiloto? -preguntó Minty en tono jovial

Era un error de ambos. El padre de Eddie hablaba tanto que no había prestado suficiente atención a la carretera. Eddie, que era el "copiloto", había hecho tales esfuerzos por mantenerse despierto que se había olvidado de consultar el mapa. -Menos mal que hemos salido temprano -añadió su padre

Se detuvieron en una estación de servicio, donde Joe 0'Hare intentó rebajarse para trabar conversación con un miembro de la clase trabajadora