El tatuador se llamaba Henk y era quien había realizado la mayor parte de los letreros en el museo del tatuaje radicado en el barrio chino, la llamada Casa del Dolor. (Su especialidad era un poema, cualquier poema que uno quisiera, tatuado en forma de cuerpo femenino.) Según él, el bolígrafo de la testigo se había detenido demasiado tiempo en cada letra. Sólo alguien que copiara frases de una lengua extranjera habría escrito cada palabra con tal lentitud
– ¿Y quién ha de esforzarse tanto para no cometer un error al escribir una palabra? -preguntó Henk a Harry-. Alguien que desconoce el idioma, por supuesto
Las prostitutas de De Wallen no creían que la testigo de Harry y el muchacho holandés tuvieran relaciones sexuales.
– No era sólo por la diferencia de edad -comentó la prostituta tailandesa a la que Ruth y Wim habían visitado en el Barndesteeg-. Se notaba que nunca habían hecho el amor
– Puede que tuvieran ese propósito -sugirió Harry-. Tal vez iban a hacerlo
– No me lo pareció -insistió la prostituta tailandesa-. Incluso eran incapaces de decirme lo que deseaban. ¡Sólo querían mirar, pero ni siquiera sabían qué era lo que querían mirar!
La otra prostituta tailandesa que recordaba a la pareja fuera de lo corriente era la vieja sádica, la que tenía fama de aterrorizar a los clientes
– El chico holandés la tenía grande -declaró-. Quería hacerlo de veras, pero su mami no le dejaba
– Ese chico estaba dispuesto a tirarse cualquier cosa, excepto a mí -le dijo a Harry el travestido ecuatoriano-. La mujer sólo tenía curiosidad. No quería hacer nada, sólo informarse
Harry estaba seguro de que si el chico holandés hubiera estado escondido en el ropero de Rooie con la mujer misteriosa, ambos habrían tratado de impedir el crimen. Y casi desde el principio Harry dudó de que la testigo fuese una prostituta novata. A menos que se tratase de una "ilegal", incluso una novata habría ido a la policía. Y de haber sido una "ilegal", ¿quién le habría escrito su testimonio en un holandés tan perfecto?
Una prostituta jamaicana del Slapersteeg también recordaba a Ruth Cole
– Era menuda, dijo que se había perdido -informó a Harry-. La tomé del brazo y salimos del callejón. Me sorprendió que tuviera el brazo derecho tan fuerte
¡Fue entonces cuando el sargento Hoekstra se dio cuenta de que también él había visto a la mujer misteriosa! De repente recordó a aquella mujer a la que había seguido por De Wallen una mañana, muy temprano, y que caminaba con un estilo atlético. Era menuda, desde luego, pero parecía fuerte y no le dio la impresión, ni mucho menos, de que estaba "perdida". Se la veía muy resuelta, y Harry la siguió no sólo porque parecía fuera de lugar en aquellos parajes, sino también por su extraordinario atractivo (¡por no mencionar que le resultaba vagamente familiar! Era increíble que Harry no la reconociera por las fotos en las sobrecubiertas de sus libros). Cuando Harry se dio cuenta de que ella reparó en que la seguía, regresó a la comisaría en la Warmoesstraat
Por último, el policía habló con las dos prostitutas gordas de Ghana. La turista desconocida se había detenido en el Stoofsteeg el tiempo suficiente para preguntarles de dónde eran. Las mujeres, a su vez, preguntaron a Ruth Cole por su procedencia, y ella les dijo que de Estados Unidos. (Lo que Harry supo gracias a las prostitutas de Ghana, a saber, que su testigo era estadounidense, resultaría ser una información más importante de lo que al principio había sospechado.)
Nico Jansen estaba sentado ante el ordenador. Se encontraba en un callejón sin salida. El tubo de revestimiento Polaroid con el tapón de rosca azul marino podía haber sido adquirido tanto en Amsterdam como en Zurich. El hecho de que, según la testigo misteriosa, el asesino pareciera un topo, que jadeara, que fuese estrábico y tuviera los ojos "casi totalmente cerrados"… ¿de qué servirían todos esos datos si en Zurich no había una huella dactilar que coincidiese con la del tubo de revestimiento Polaroid que tenían en Amsterdam?
La testigo había pensado en la posibilidad de que el asesino trabajara para la SAS, la línea aérea escandinava, pero esto resultó ser una pista falsa. A pesar del examen de las huellas dactilares de todos los empleados varones que trabajaban en el departamento de seguridad de la SAS, no se encontró ninguna huella coincidente
El asesino fue capturado gracias a que Harry Hoekstra sabía bien el inglés y, además, entendía el alemán. Resultó que la información más importante en el relato de la testigo era la observación de que el asesino hablaba un inglés que parecía tener acento alemán
Nico Jansen le comunicó a Harry que los detectives estaban en un callejón sin salida con respecto al asesinato. Al día siguiente, Harry revisó de nuevo el informe de la testigo y, de repente, vio algo que se le había pasado por alto. Si la lengua nativa del asesino era el alemán, existía la posibilidad de que SAS no fuese la tal SAS, pues tanto en alemán como en holandés las vocales a y e se pronuncian de una manera distinta a la inglesa. A un oyente norteamericano, SES le habría sonado como SAS. El asesino no tenía nada que ver con la línea aérea escandinava
¡Se ocupaba de algo relacionado con la seguridad para una empresa llamada SES!
Harry no tuvo necesidad de utilizar el ordenador de Nico Jansen para averiguar qué significaba SES. La Cámara de Comercio Internacional le ayudó de buen grado a encontrar una empresa que respondiera a esas siglas en una ciudad de habla alemana, y en menos de diez minutos Harry había identificado al patrono del asesino. La venerable Schweizer Elektronik und Sicherheitssysteme (SES) estaba ubicada en Zurich y se dedicaba a diseñar e instalar alarmas de seguridad para bancos y museos en toda Europa
Harry experimentó cierto placer al encontrar a Nico Jansen en la sala de detectives, donde las pantallas de los ordenadores siempre daban a sus caras un resplandor antinatural y los bombardeaban con sonidos no menos antinaturales
– Tengo algo para que lo metas en tu ordenador, Nico -le dijo Harry-. Si quieres, hablaré yo con tu colega en Zurich; mi alemán es mejor que el tuyo
El detective de Zurich se llamaba Ernst Hecht y le faltaba poco para la jubilación. Suponía que nunca llegaría a descubrir quién había matado, casi seis años atrás, a la prostituta brasileña en la zona de la Langstrasse. Pero la Schweizer Elektronik und Sicherheitssysteme era una empresa pequeña, aunque importante, que fabricaba alarmas de seguridad. Como medida de protección, a cada empleado de la empresa que hubiera diseñado o instalado un sistema de seguridad para un banco o un museo se le tomaban las huellas dactilares
El pulgar cuya huella coincidía con la huella encontrada en el tubo de revestimiento Polaroid pertenecía a un ex empleado, un ingeniero especializado en alarmas de seguridad llamado Urs Messerli. Este hombre estuvo en Amsterdam en el otoño de 1990 para hacer el presupuesto de la instalación de un sistema de detección de fuego y movimiento en un museo de arte. Entre sus elementos de trabajo, se contaba una vieja cámara Polaroid que utilizaba película Land 4 x 5, del tipo 55, cuyos positivos en blanco y negro preferían todos los ingenieros de SES. Eran unas fotografías de gran formato, y Messerli había tomado más de seis docenas de ellas en el interior del museo de arte amsterdamés, con objeto de saber cuántos dispositivos de detección de fuego y movimiento serían necesarios y dónde habría que instalarlos con exactitud
Urs Messerli ya no trabajaba en SES porque estaba muy enfermo. Se encontraba en un hospital, al parecer muriéndose de una infección pulmonar relacionada con un enfisema que empezó a padecer quince años atrás. (Harry Hoekstra pensó que un enfermo de enfisema probablemente producía al respirar los mismos sonidos que un asmático.)
El Universitátsspital de Zurich era famoso por los cuidados que prodigaba a los pacientes de enfisema. Ernst Hecht y Harry no tenían que preocuparse por si Urs Messerli se escabullía antes de que pudieran hablar con él, a menos que se escabullera al otro barrio. El paciente recibía oxígeno casi constantemente