Y Grass no es un ejemplo aislado. Nosotros tenemos el nuestro: Kurt Vonnegut, a quien fuera de Estados Unidos consideran prácticamente como un profeta, mientras que en casa a menudo le ridiculizan. Aunque en un grado menor, es decir, que le alaban menos en el extranjero pero también le condenan menos en Estados Unidos, a Joseph Heller le sucede lo mismo. A mi modo de ver, Vonnegut y Heller son los novelistas más originales de este país y deberíamos tenerlos en alta estima, pero no lo hacemos. Y luego está Salman Rushdie. En Inglaterra escriben cosas terribles sobre él, pero aquí le amamos, y está bien que así sea
Así pues, el hecho de que en el extranjero yo sea más popular que en casa, hasta cierto punto se reduce a eso. Novelas como Príncipes de Maine, reyes de Inglaterra y Oración por Owen son ciertamente críticas con Estados Unidos: el relato del aborto en el primer caso, el período de Vietnam en el segundo. E incluso Garp ha sido interpretada (sobre todo en el extranjero) como una especie de sociología de la polarización de los sexos en Norteamérica
No estoy en contra de Estados Unidos, aunque muchos europeos creen que sí y, probablemente, en Europa, ese aspecto incremente mi popularidad
Más difícil de explicar es que Un hijo del circo apareciera durante sesenta y tres semanas seguidas en las listas alemanas de los libros más vendidos, de modo que Alemania ha sido para mí, en el aspecto de las ventas, un país más rentable que cualquier otro del mundo. ¿Les gustan a los alemanes los libros "difíciles" más que a los norteamericanos? Sin duda debe de ser así. Basta echar un vistazo a las listas de más vendidos, incluso dejando de lado mi posición en ellas, para recibir una lección sobre las diferencias culturales. En las listas alemanas hay muchos títulos literarios y también muchos libros de difícil lectura. Lo mismo sucede en Francia. Y en Holanda y los países escandinavos el número de lectores de narrativa seria es enorme
La lista canadiense de los libros más vendidos es mucho más impresionante que la nuestra, lo cual significa que están representadas en ella muchas más novelas literarias
¿Qué puedo decir? La mayoría de los estadounidenses que se dignan leer, leen tonterías. También las listas de los libros más vendidos en Inglaterra son una vergüenza
Creo que podemos generalizar sin temor a equivocarnos y decir que a los lectores europeos de narrativa les gustan las novelas que plantean retos, que son exigentes, y que esos lectores tampoco siguen las tendencias o las modas a la manera aborregada de muchos lectores estadounidenses. En este aspecto, los medios de comunicación tienen cierta responsabilidad. Me han entrevistado en muchos países extranjeros y en Estados Unidos. Los periodistas europeos son más literarios, es decir, han leído más y mejores novelas, y escriben sobre libros de una manera literaria
En Estados Unidos, la atención que suele prestarse a los escritores casi se limita a la eterna cuestión del elemento autobiográfico en sus novelas. Aquí los autores son celebridades de segunda clase o totalmente desconocidos. Y el tema de la mayoría de las entrevistas, si es que se las hacen, es su vida. Desde luego, en la cultura norteamericana ocupamos un lugar menos destacado que las celebridades del cine y la televisión o las estrellas del deporte
En Europa los autores son importantes para la cultura. No quiero decir que allí se trate más a los autores como si fuesen celebridades, en absoluto. Lo que se ensalza en Europa son nuestros libros. Libros y autores son esenciales para la cultura europea. En cuanto a Estados Unidos, tengo la sensación de que en la mayoría de las entrevistas que me han hecho han trivializado mis novelas. Lo que buscan los periodistas son palancas autobiográficas superficiales con las que puedan arrancar el secreto de mis libros. Pero las novelas no son secretos, y las buenas novelas no se reducen a chismorreos. Tal vez la manera más sencilla de expresarlo sea decir que los periodistas que escriben sobre novelas y novelistas en Europa y en Canadá son mejores que los de Estados Unidos
Con muy pocas excepciones, ésa ha sido mi experiencia
HG: Tengo la impresión de que, cuando te pones a escribir, las frases, incluso los párrafos, ya están formados en tu mente. ¿Es así?
JI: Sí, en muchas ocasiones así es. Dedico más de un año, incluso dos, tan sólo a tomar notas. No me gusta empezar una novela hasta que conozco la historia, sé cuáles son los personajes principales, sé cuándo y dónde se conocen y cuándo y cómo sus caminos vuelven a cruzarse. Tengo que conocer el final de un relato antes de que pueda ponerme a imaginar cuál sería el mejor comienzo de ese relato. Del comienzo me ocupo al final
Tu impresión es en gran parte correcta. Cuando empiezo a contar un relato, ya lo conozco. En la voz del narrador ha de haber autoridad y autenticidad. Los lectores confían en que el narrador sea un experto, por lo menos en ese relato determinado. ¿Cómo puedes ser un experto si no sabes lo que sucede?
Cuando escribo la primera frase de una novela, ya no quiero seguir inventando. Al empezar a escribir, casi toda la invención ha quedado atrás. Sólo trato de recordar lo que ya he imaginado, en el orden en que ya lo he seleccionado y que considero que es el mejor para los lectores. Narrar consiste tanto en saber qué información debes reservarte como lo que vas a decir
En el caso de Una mujer difícil, sabía que Marion iba a volver y que Ruth, al verla, se echaría a llorar, y ése tenía que ser el final del relato. Sabía lo que deseaba que Marion dijera y que esto sería un eco de lo que ya le habíamos oído decir a Ruth
cuando ésta era una niña. Pero tardé mucho más tiempo en desandar el camino hacia el principio y encontrar la primera ocasión en que Marion dijera algo como "No llores, cariño, sólo somos Eddie y yo"
Había tomado notas durante un año y medio, lo sabía todo de Harry, de la muerte de los chicos, de Ted e incluso de Hannah, pero aún no había encontrado el episodio con el que ahora empieza la novela, cuando Ruth sorprende a su madre haciendo el amor y Marion le dice: "No grites, cariño…", etcétera. Cuando lo encontré, supe que estaba preparado para empezar. "Una noche, cuando Ruth Cole tenía cuatro años…", y todo lo demás. Me resultó difícil llegar a esa primera línea; todas las demás la siguieron sin dificultad. Estaban esperando en su lugar
HG: ¿Ha habido momentos en la escritura de esta novela, o en la de cualquiera de tus obras, en que los personajes se impusieran a lo que habías planeado para ellos y empezaran a hacer cosas sorprendentes?
JI: No, nunca. Bueno, sí, ha habido pequeñas sorpresas, pero los personajes se mantienen en esencia tal como los había imaginado. Te diré a qué me refiero al hablar de pequeñas sorpresas. Sabía que Marion iba a volver y que, junto con Eddie, compraría la casa de Marion. Desconocía que Eddie estaría tan entusiasmado con la idea de poseer la casa de Ruth que llegaría a proponerle a Hannah que la compraran los dos y la compartieran. Por supuesto, la reacción de ésta a la idea no era difícil de imaginar, pero Eddie me sorprendió en ese aspecto: quería esa casa hasta el punto de hacer una proposición tan terrible. Fue un momento divertido, y decidí ver adónde me conducía
Creo que uno se gana esos ocasionales momentos espontáneos sólo si todo está planificado lo más meticulosamente posible. Si uno ha hecho la labor que requieren los personajes y sus historias, ocurrirán algunos accidentes y uno podrá aprovecharse de ellos. Pero no hay que confiar en los accidentes
En un buen relato, el lector debe tener la sensación de que las cosas suceden con naturalidad. Pero ser natural no es tan natural. En mi caso, se debe casi por completo a la planificación