Durante los primeros años que siguieron a la muerte de Thomas y Timothy Cole, Marion solicitó los anuarios de Exeter. De haber vivido, Thomas se hubiera graduado en el curso de 1954, y Timothy en el de 1956. Pero cada año, incluso cuando quedaron atrás las que habrían sido sus graduaciones, los anuarios seguían llegando, por cortesía de Minty O'Hare, quien continuaba enviándolos de un modo automático, pues suponía que así ahorraba a Marion el sufrimiento adicional de solicitarlos. Marion seguía examinándolos fielmente, y, cuando lo hacía, le sorprendían una y otra vez los muchachos que tenían algún parecido con Thomas o Timothy, aunque, tras el nacimiento de Ruth, dejó de indicar a su marido tales parecidos
En las páginas del anuario de 1957, Eddie O'Hare aparece en la fotografía de la Sociedad Juvenil de Debates, sentado en primera fila. Viste pantalones de franela gris oscuro, chaqueta de tweed y la corbata rayada del centro, y el chico habría pasado desapercibido de no ser por la impresionante sinceridad de su expresión y por la seriedad que anidaba en sus ojos grandes y oscuros, como si esperase alguna pesadumbre en el futuro
En la foto, Eddie era dos años menor que Thomas y tenía la misma edad que Timothy cuando los hermanos murieron. Sin embargo, Eddie se parecía más a Thomas que a Timothy. En la foto del Club Excursionista, donde Eddie aparecía con la piel más clara y daba la impresión de tener más confianza en sí mismo que la mayoría de los demás chicos poseedores de lo que Ted Cole supuso que era un interés permanente por el excursionismo, su parecido con Thomas era aún más acusado. Eddie
sólo aparecía otras dos veces en el anuario de Exeter correspondiente a 1957: en las fotos de los equipos titulares de cross y marcha atlética. La delgadez de Eddie sugería que el muchacho corría más por nerviosismo que por cualquier placer aparente, y que correr era tal vez su único interés atlético
Con fingida despreocupación, Ted Cole mostró a su esposa las fotos del joven Edward O'Hare
– Este chico se parece mucho a Thomas, ¿verdad? -le preguntó
Marion ya había visto las fotografías, pues había examinado con detenimiento todas las fotos de todos los anuarios de Exeter
– Sí, un poco -replicó-. ¿Por qué? ¿Quién es?
– Quiere un empleo de verano
– ¿Con nosotros?
– Bueno, conmigo -respondió Ted-. Quiere ser escritor.
– Pero ¿qué haría contigo? -inquirió Marion
– Supongo que se trata sobre todo de la experiencia. Si quiere ser escritor, debería ver cómo trabaja uno
Marion, que siempre había aspirado a ser escritora, sabía que su marido no trabajaba demasiado
– Pero ¿qué haría exactamente ese chico?
– Hum…
Ted tenía la costumbre de dejar las frases y los pensamientos inacabados, incompletos. Eso formaba parte tanto expresa como inconsciente de su vaguedad
Cuando telefoneó a Minty O'Hare para decirle que aceptaba la propuesta, lo primero que le preguntó fue si Eddie tenía el permiso de conducir. Ted había sido condenado por segunda vez, bajo la acusación de conducir bebido, y le habían retirado el permiso durante el verano de 1958. Confiaba en que el verano fuese una buena época para iniciar la llamada "separación a prueba" de su esposa, pero si pretendía alquilar una casa en el vecindario y, además, seguir compartiendo con Marion la casa familiar, así como a la pequeña Ruth, alguien debía conducir el coche
– ¡Pues claro que tiene el permiso! -respondió Minty, y así quedó sellado el destino del muchacho
De esta manera, la pregunta de Marion sobre lo que Eddie O'Hare haría exactamente quedó en el aire con la vaguedad con que Ted Cole solía dejar las cosas en el aire. También dejó a Marion, como ocurría a menudo, sentada con el anuario de Exeter abierto sobre el regazo. No pudo evitar observar que Marion, al parecer, consideraba que la fotografía más cautivadora de todas era aquella en la que Eddie iba vestido con el equipo de atletismo. La uña larga y rosada del dedo índice de Marion, en un gesto inconsciente pero muy concentrado, reseguía el contorno de los hombros desnudos de Eddie. Ted tuvo que preguntarse si no sería él más consciente que la pobre Marion de la creciente obsesión de su esposa por los chicos que se parecían a Thomas o a Timothy. Al fin y al cabo, su mujer aún no se había acostado con ninguno de esos chicos
Eddie sería el único con el que se acostaría
Un ruido como el de alguien que no quiere hacer ruido
Eddie O'Hare prestaba poca atención a lo que se decía en Exeter sobre la manera en que los Cole hacían frente a la trágica pérdida de sus hijos. Incluso cinco años después de lo ocurrido, esas conversaciones eran la comidilla de las cenas a las que Minty O'Hare y su mujer, siempre hambrienta de chismorreos, invitaban a sus colegas del centro. La madre de Eddie se llamaba Dorothy, pero todo el mundo, salvo el padre de Eddie, que se abstenía de usar apodos, la llamaba "Dot"
Eddie no era un experto en chismorreos, pero sí un alumno aceptable, y se había preparado para aquel empleo veraniego como ayudante de escritor con unos deberes que, a su modo de ver, eran más esenciales para dicha tarea que memorizar los relatos de la tragedia extraídos de los medios de comunicación
Si bien Eddie no se había enterado de que el matrimonio Cole había tenido otro hijo, la noticia no les pasó desapercibida a Minty y Dot O'Hare. Sabían que Ted Cole era ex alumno de Exeter (1931), y que sus dos hijos estudiaban en el centro cuando les sobrevino la muerte, y ello bastaba para proporcionar a todos los miembros de la familia Cole una perdurable relación con Exeter. Además, Ted Cole era un exoniano famoso, y a los señores O'Hare, aunque no a Eddie, la fama les impresionaba sobremanera
Que Ted Cole figurase entre los autores de cuentos infantiles más conocidos de Norteamérica explicaba que la prensa hubiera mostrado un interés especial por la tragedia. ¿Cómo se enfrenta un renombrado autor e ilustrador de libros infantiles a la muerte de sus propios hijos? Y a unas informaciones de naturaleza tan personal siempre les acompaña el chismorreo. Entre las familias del profesorado de Exeter, posiblemente Eddie O'Hare era el único que no prestaba mucha atención al chismorreo. Desde luego, era el único miembro de la comunidad de Exeter que había leído todo cuanto Ted Cole había publicado
En su mayoría, los miembros de la generación de Eddie (y de media generación anterior a la suya) habían leído El ratón que se arrastra entre las paredes, o lo que era más probable, otras personas se lo habían leído antes de que pudiesen leerlo. Y la mayoría de los profesores y de los alumnos de Exeter, también habían leído otros libros infantiles de Ted Cole. Pero, ciertamente, nadie más en Exeter había leído las tres novelas de Ted. En primer lugar, estaban agotadas, y, además, no eran muy buenas. No obstante, como fiel exoniano, Ted Cole había donado a la biblioteca de Exeter un ejemplar de la primera edición de cada uno de sus libros, así como el original, manuscrito, de cuanto había escrito
Eddie podría haberse enterado de más cosas por los rumores y el chismorreo (cuando menos, en el sentido de que podrían haberle ayudado a prepararse para su empleo veraniego), pero las ansias de lectura del muchacho evidenciaban la seriedad con que se preparaba para ser ayudante de escritor. Y el hecho era que ignoraba que Ted Cole se estaba convirtiendo ya en un ex escritor
Lo cierto es que Ted sentía una atracción crónica hacia las mujeres jóvenes. Marion sólo tenía diecisiete años y ya estaba embarazada de Thomas cuando Ted se casó con ella. Por entonces Ted tenía veintitrés. El problema, conforme Marion se hacía mayor y aunque siempre fuese seis años más joven que Ted, estribaba en que el interés de Ted por las mujeres más jóvenes persistía
La nostalgia de la inocencia que perdura en la mente de un hombre adulto era un tema del que Eddie O'Hare, a sus dieciséis años, sólo tenía conocimiento por las novelas…, y los libros embarazosamente autobiográficos de Ted Cole no eran ni lo primero ni lo mejor que Eddie había leído sobre el particular. No obstante, la valoración crítica que Eddie hacía de la escritura de Ted Cole no disminuía los anhelos del muchacho por convertirse en su ayudante. No dudaba de que podría aprender un arte o un oficio de alguien que no llegaba a la maestría. Al fin y al cabo, en Exeter, Eddie había aprendido mucho de una considerable variedad de maestros, que eran en su mayoría excelentes. Sólo unos pocos profesores de Exeter eran tan aburridos en clase como Minty O'Hare. Incluso su hijo percibía que Minty hubiera destacado por su mediocridad en una mala escuela, y no digamos ya en Exeter