– ¿Papá?
– Probablemente esté en la piscina -le dijo Scott, cuando ya se iba-. Suele bañarse a estas horas
– ¡Muchas gracias! -le gritó, y se dijo: "¡Oh, Allan, sálvame!". Confiaba en que nunca volvería a ver a Scott Saunders ni a ningún otro hombre como él
El equipaje constaba de una maleta grande, una bolsa para trajes, y una maleta más pequeña que era su equipaje de mano cuando viajaba en avión. Empezó por llevar arriba la bolsa para trajes y la maleta más pequeña. Mucho tiempo atrás, cuando tenía nueve o diez años, dejó el dormitorio cuyo baño compartía con su padre para ocupar la más grande y alejada de las habitaciones para invitados. Era la habitación que Eddie O'Hare ocupó en el verano de 1958. A Ruth le gustaba debido a la distancia que la separaba del dormitorio de su padre, y también porque tenía su propio baño
La puerta del dormitorio principal estaba entreabierta, pero su padre no se encontraba allí. Ruth le llamó de nuevo al pasar ante la puerta ligeramente abierta. Como siempre, las fotografías en el largo corredor del piso de arriba atrajeron su atención
Todos los ganchos para cuadros, que ella recordaba mejor que las fotos de sus hermanos muertos, estaban ahora cubiertos: sostenían centenares de insulsas fotografías de Ruth, en cada fase de su infancia y a lo largo de su juventud. A veces su padre salía en la foto, pero normalmente él era el fotógrafo. Con frecuencia Conchita Gómez aparecía en la foto con Ruth. Y luego estaban las innumerables fotos del seto, que servían para medir cuánto crecía un verano tras otro: Ruth y Eduardo, colocados en actitud solemne ante el aligustre cada vez más alto. Por mucho que Ruth creciera, el imparable seto creció más rápidamente, hasta que un día duplicó la altura de Eduardo. (En varias de las fotografías, éste parecía temer un poco al seto.) Y, por supuesto, también había algunas fotografías recientes de Ruth con Hannah
Ruth bajaba descalza la escalera enmoquetada cuando oyó el chapoteo procedente de la piscina, que estaba detrás de la casa. No podía ver la piscina desde la escalera ni desde ninguno de los dormitorios del piso superior. Todos los dormitorios daban al sur y estaban diseñados para que desde ellos se viera el océano
No había visto en el sendero más que el Volvo azul marino de su padre, pero suponía que el contrincante de squash de ese día vivía lo bastante cerca para haber venido en bicicleta, que le había pasado desapercibida
El grado en que Scott Saunders la había tentado la dejó con la familiar sensación de inseguridad de sí misma. No quería ver a otro hombre aquel día, aunque mucho dudaba de que cualquier otro de los contrincantes de squash de su padre pudiera atraerla con la intensidad con que le había atraído el abogado pelirrojo
En el vestíbulo agarró el asa de la maleta grande y empezó a subir la escalera, evitando ex profeso mirar la piscina, cosa que podía haber hecho al pasar por el comedor. El sonido del chapoteo la siguió sólo hasta la mitad de la escalera. Cuando hubiera deshecho el equipaje, el individuo, quienquiera que fuese, se habría ido. Pero Ruth era una viajera veterana y tardó muy poco tiempo en deshacer las maletas. Cuando terminó se puso el bañador, pensando que se daría un chapuzón después de que el adversario de su padre se marchara. Le gustaba nadar un rato cuando venía de la ciudad. Luego se ocuparía de la cena. Iba a prepararle una buena cena a su padre. Y luego hablarían
Aún iba descalza, y recorría el pasillo del piso superior cuando, al pasar ante el dormitorio de su padre, cuya puerta estaba parcialmente abierta, una ráfaga de brisa marina cerró la puerta de golpe. Ruth pensó en buscar un libro o un zapato para mantener la puerta entreabierta y entró en el dormitorio. Lo primero que vio fue un zapato femenino de tacón alto, de un bonito color rosa asalmonado, que estaba en el suelo, y lo recogió. Era de piel de buena calidad, fabricado en Milán. Vio que la cama estaba sin hacer, y había un pequeño sujetador negro sobre las sábanas revueltas
Así pues… su padre no estaba en la piscina con uno de sus contrincantes de squash. Examinó la prenda íntima con más atención, de una manera más crítica. Era un sujetador con cierre a presión, muy caro. Habría sido totalmente gratuito que Ruth usara uno de esos sostenes, pero la mujer que estaba en la piscina con su padre debía de haberlo considerado necesario. La mujer en cuestión tenía los senos pequeños, pues la talla de la prenda era una 32B
Fue entonces cuando Ruth reconoció la maleta abierta en el suelo del dormitorio de su padre. Era una maleta de cuero marrón, muy desgastado, que se distinguía por su aspecto de haber viajado mucho, sus prácticos compartimientos y sus correas útiles y eficaces. Era la maleta que Hannah había utilizado desde que la conocía. ("La maleta le daba a Hannah un aspecto de periodista mucho antes de que lo fuese", había escrito Ruth en su diario… no recordaba cuántos años atrás.)
Ruth se quedó tan paralizada en el dormitorio de su padre como se habría quedado si Hannah y Ted hubieran estado desnudos en la cama delante de ella. La brisa marina penetró de nuevo por la ventana del dormitorio y cerró la puerta a sus espaldas. Ruth se sintió como si se hubiera quedado encerrada en el interior de un armario. Si algo la hubiera rozado, un vestido en un colgador, por ejemplo, habría perdido el sentido o se habría puesto a gritar
Hizo un esfuerzo por alcanzar el estado de serenidad en el que escribía sus novelas. Para ella una novela era como una casa grande y descuidada, una mansión desordenada. Su tarea consistía en hacer que la casa estuviera en condiciones de habitabilidad, en darle por lo menos una apariencia de orden. Sólo cuando escribía no tenía miedo
Cuando Ruth tenía miedo, le costaba respirar, el miedo la paralizaba. De niña, la presencia repentina de una araña la dejaba inmóvil donde estaba. En una ocasión, detrás de una puerta cerrada, un perro al que no podía ver le ladró, y ella fue incapaz de quitar la mano del pomo
Ahora el pensamiento de que Hannah estaba con su padre la dejó sin aliento. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme simplemente para moverse. Al principio lo hizo con mucha lentitud. Dobló el pequeño sujetador y lo depositó en la maleta abierta de Hannah. Encontró el otro zapato, que estaba debajo de la cama, y colocó el par de zapatos rosa asalmonado al lado de la maleta, donde no podrían pasar desapercibidos. Ruth sabía que dentro de poco las cosas iban a precipitarse, y no quería que, con las prisas, Hannah dejara allí cualquiera de sus pequeños objetos sexuales
Antes de abandonar el dormitorio de su padre, miró la fotografía de sus hermanos muertos en la entrada del edificio principal de la escuela, y pensó que la memoria de Hannah no era tan notable como ella suponía cuando hablaron por teléfono
"Así que Hannah me dejó plantada en la lectura porque estaba jodiendo con mi padre", se dijo. Subió al pasillo del piso superior y se quitó el bañador por el camino. Echó un vistazo a las dos habitaciones para invitados más pequeñas. Las dos camas estaban hechas, pero en una de ellas se percibía la depresión dejada por un cuerpo esbelto, y las almohadas estaban apretujadas en la cabecera. Desde aquella habitación Hannah la había telefoneado, susurrando para no despertar a su padre… después de habérselo tirado
Ahora Ruth estaba desnuda y, con el bañador en la mano, recorrió el pasillo hasta llegar a su habitación. Allí se vistió con unas prendas más de su gusto: tejanos, uno de los buenos sujetadores que le había regalado Hannah y una camiseta negra de media manga. Para lo que se disponía a hacer, quería vestir su uniforme
Entonces Ruth bajó a la cocina. Hannah, que era una cocinera perezosa pero práctica, se había propuesto freír rápidamente unas verduras, había cortado un pimiento rojo y amarillo, echándolo a un cuenco con unos trozos de brécol. Las verduras estaban ligeramente húmedas. Ruth probó una tira de pimiento y comprobó que les había echado sal y azúcar para que exudaran un poco. Recordó que ella le había enseñado a Hannah a hacer eso durante uno de los fines de semana que habían pasado juntas en la casa que Ruth tenía en Vermont, mientras se quejaban de los novios granujas
Hannah también había pelado y reducido a pasta una raíz de jengibre. Había dejado sobre el mármol el wok y el aceite de cacahuete. Ruth echó un vistazo al frigorífico y vio un cuenco de gambas marinadas. Estaba familiarizada con la cena que Hannah iba a preparar, pues ella había servido la misma cena para Hannah y varios de sus amigos en numerosas ocasiones. Lo único que no estaba preparado para cocinarlo era el arroz