Ruth le tendió a Scott un rimero de Polaroids sin hacer ningún comentario. Eran las fotos que Ted había hecho a sus modelos, tanto antes como después de dibujarlas. Decía a las mujeres que las fotos eran necesarias a fin de poder seguir trabajando en los dibujos cuando ellas no estuvieran presentes, que las necesitaba "como referencia". Lo cierto era que nunca seguía trabajando en los dibujos y tan sólo quería hacer las fotografías
Cuando Scott terminó de mirar un rimero de fotos, Ruth le mostró otro. Las fotografías tenían ese aire de amateurismo que suele poseer la mala pornografía, y el motivo no estribaba tan sólo en que las modelos no eran profesionales. La torpeza de sus poses indicaba que se sentían avergonzadas, pero las mismas fotografías daban una sensación de apresuramiento y descuido.
– ¿Por qué me enseñas esto? -le preguntó Scott
– ¿No te ponen cachondo? -inquirió ella.
– Tú me pones cachondo
– Supongo que estimulan a mi padre -dijo Ruth-. Son las fotos de sus modelos…, se las ha tirado a todas ellas
Scott pasaba rápidamente las fotos sin detenerse a mirarlas. Era difícil hacerlo si uno no estaba a solas
– Aquí hay muchas mujeres
– Mi padre se ha tirado a mi mejor amiga… Sí, ayer y anteayer -le dijo Ruth
– Tu padre se ha tirado a tu mejor amiga… -repitió Scott, pensativo
– Somos lo que un estudiante idiota especializado en sociología llamaría una familia disfuncional -comentó ella
– Yo me especialicé en sociología -admitió Scott Saunders.
– ¿Y qué aprendiste? -le preguntó Ruth, mientras dejaba las Polaroids en el cajón inferior
El olor del líquido para revestir positivos Polaroid era lo bastante fuerte para provocarle arcadas. En cierta manera, era un olor todavía más desagradable que el de la tinta de calamar. (Ruth descubrió las fotos en el cajón inferior del escritorio de su padre cuando tenía doce años.)
– Decidí ir a la Facultad de Derecho, eso es lo que aprendí de la sociología -dijo el abogado pelirrojo
– ¿También has oído rumores sobre mis hermanos? -le preguntó Ruth-. Están muertos -añadió
– Creo haber oído algo -respondió Scott-. Eso fue hace mucho tiempo, ¿no?
– Te enseñaré una foto de ellos -le dijo Ruth, tomándole de la mano-. Eran unos chicos muy guapos
Subieron por la escalera enmoquetada, sin que sus pies hicieran el menor ruido. La tapa del vaporizador de arroz matraqueaba y la secadora también estaba en funcionamiento. Se oía sobre todo el ruido de algo que golpeaba el tambor giratorio de la secadora
Ruth condujo a Scott al dormitorio principal, donde la gran cama estaba sin hacer. Ella casi podía ver las depresiones dejadas en las sábanas arrugadas por los cuerpos de su padre y de Hannah
– Aquí están -dijo Ruth a su acompañante, señalando la foto de sus hermanos
Scott contempló la imagen con los ojos entrecerrados, tratando de leer la inscripción latina encima del portal.
– Supongo que no estudiaste latín cuando te especializaste en sociología -le dijo Ruth
– En derecho hay muchas expresiones latinas
– Mis hermanos eran bien parecidos, ¿no crees? -inquirió Ruth
– Sí, es cierto. Venite significa "venid", ¿no?
– "Venid acá, muchachos, y sed hombres" -le tradujo Ruth.
– ¡Eso sí que es un desafío! -exclamó Scott Saunders-. Me gustaba más ser un muchacho
– Mi padre nunca ha dejado de serlo -le confesó Ruth.
– ¿Es éste el dormitorio de tu padre?
– Mira lo que hay en el cajón de arriba, el que está bajo la mesilla de noche -le pidió Ruth-. Vamos, ábrelo
Scott titubeó, probablemente pensando que allí había más fotos Polaroid
– No te preocupes, no contiene fotos -le aseguró Ruth. Scott abrió el cajón. Estaba lleno de preservativos en envoltorios de brillantes colores, y había además un tubo de gelatina lubricante
– Bueno… Supongo que éste es, en efecto, el dormitorio de tu padre -dijo Scott, mirando a su alrededor con nerviosismo.
– Este cajón está tan lleno de cosas juveniles como no he visto nunca otro igual -dijo Ruth
(Descubrió los preservativos y la gelatina lubricante en el cajón de la mesilla de noche de su padre cuando tenía nueve o diez años.)
– ¿Dónde está tu padre? -le preguntó Scott.
– No lo sé -contestó Ruth
– ¿No esperas que venga?
– Supongo que vendrá mañana hacia las once -respondió Ruth
Scott contempló los preservativos en el cajón abierto
– Dios mío, no me he puesto un condón desde que iba a la universidad
– Pues ahora vas a tener que ponértelo -replicó Ruth. Se quitó la toalla anudada a la cintura y se sentó desnuda en la cama deshecha-. Si te has olvidado de cómo funciona un condón, puedo recordártelo -añadió
Scott eligió un preservativo con envoltorio azul. Besó a Ruth durante largo tiempo y se puso a lamerla durante más tiempo todavía. Ella no necesitaba en absoluto la gelatina que su padre guardaba en el cajón de la mesilla de noche. Tuvo un orgasmo poco después de que Scott la penetrara, y notó que él eyaculaba sólo un instante después. Durante casi todo el tiempo, y sobre todo mientras Scott la lamía, Ruth contempló la puerta abierta del dormitorio de su padre, aguzando el oído por si percibía las pisadas de Ted en la escalera o en el pasillo del piso superior, pero lo único que llegaba a sus oídos era el chasquido o golpeteo de la secadora. (La tapa del vaporizador de arroz ya no matraqueaba; el arroz estaba cocido.) Y cuando Scott la penetró y ella supo que iba a correrse, casi instantáneamente (el resto también terminaría con mucha rapidez), Ruth pensó: "¡Ven ahora a casa, papá! ¡Sube aquí y mírame ahora!"
Pero Ted no llegó a casa a tiempo de ver a su hija como a ella le hubiera gustado que la viera
Hannah había puesto demasiada salsa para marinar las gambas, las cuales, además, habían permanecido en la marinada durante más de veinticuatro horas y ya no sabían a gambas. Pero esto no impidió que Ruth y Scott dieran cuenta de todas ellas, así como del arroz y las verduras fritas, junto con una especie de chutney de pepino que había conocido mejores tiempos. También tomaron una segunda botella de vino blanco y Ruth abrió otra de tinto para acompañar con el queso y la fruta. De esta última botella tampoco quedó ni una gota
Comieron y bebieron sin más prenda que las toallas alrededor de la cintura, Ruth con los senos desafiantemente desnudos. Aún tenía la esperanza de que su padre entrara en el comedor, pero no lo hizo, y a pesar del compañerismo que se estableció durante la cena, tan bien provista de vino, con Scott Saunders, por no mencionar el aparente éxito de su intenso encuentro sexual, su conversación en la mesa era tensa. Scott le informó de que su divorcio había sido "amistoso" y que tenía una relación "afable" con su ex esposa. Los hombres recientemente divorciados solían hablar demasiado de sus ex mujeres. Si el divorcio había sido realmente amistoso, ¿para qué hablar de él?
Ruth le preguntó a qué clase de derecho se dedicaba, pero él respondió que no era interesante, algo relacionado con la propiedad inmobiliaria. También le confesó que no había leído sus novelas. Había intentado leer la segunda, Antes de la caída de Saigón, creyendo que se trataba de un relato bélico. De joven había hecho grandes esfuerzos para evitar que le llamaran al servicio militar durante la guerra de Vietnam, pero el libro le había parecido una "novela femenina", expresión que a Ruth siempre le hacía pensar en un surtido de productos para la higiene femenina
– Trata de la amistad entre mujeres, ¿no? -le preguntó Scott, y le comentó que su ex mujer había leído todas las novelas de Ruth Cole-. Es una gran admiradora tuya
(¡Otra vez la ex mujer!)
Entonces le preguntó a Ruth si "salía con alguien". Ella intentó hablarle de Allan, sin mencionar su nombre. Para ella, el tema del matrimonio era independiente de Allan. Le dijo a Scott que el matrimonio la atraía intensamente, pero al mismo tiempo temía que le resultara opresivo