– ¿Quieres decir que te produce más atracción que temor? -inquirió el abogado
– ¿Cómo dice ese pasaje de George Eliot? -replicó Ruth-. Cuando lo leí, me gustó tanto que lo anoté. "¿Existe algo más admirable para dos almas que la sensación de unirse para siempre…? " Pero…
– ¿Estaba casado? -le preguntó Scott
– ¿Quién?
– George Eliot. ¿Estaba casado?
Ruth pensó que si se levantaba e iba a fregar los platos, tal vez él, aburrido, se marcharía
Pero cuando estaba cargando el lavavajillas, Scott se puso detrás de ella y le acarició los pechos. Ella notó la presión del pene erecto a través de las dos toallas
– Quiero hacértelo así, desde atrás -le dijo.
– No me gusta de esa manera -replicó ella
– No me refiero al agujero inapropiado -le explicó Scott rudamente-. Hablo del sitio correcto, pero por detrás
– Sé a qué te refieres -dijo Ruth. Scott le acariciaba los senos con tal insistencia que a ella le resultaba un poco difícil colocar las copas de vino en la bandeja superior del lavavajillas-. No me gusta por detrás… y punto -añadió
– Entonces, ¿cómo te gusta?
Era evidente que él esperaba hacerlo de nuevo
– Te lo enseñaré en cuanto termine de cargar el lavavajillas
Ruth no había dejado abierta por casualidad la puerta principal, como tampoco encendidas las luces de la planta baja y del pasillo superior. También había dejado abierta la puerta del dormitorio de su padre, con la esperanza, cada vez menor, de que él regresara y la encontrara haciendo el amor con Scott. Pero eso no iba a ocurrir
Se puso a horcajadas encima de Scott, y permaneció sentada sobre él durante largo tiempo. Mientras se movía en esta posición, Ruth estuvo a punto de adormilarse. (Ambos habían bebido demasiado.) Cuando percibió, por la rapidez de su respiración, que él estaba a punto de correrse, Ruth se desplomó sobre su pecho y, sujetándole de los hombros, le hizo dar la vuelta, de modo que quedara encima de ella, porque no soportaba ver la expresión que transformaba el rostro de la mayoría de los hombres cuando se corrían. (Ruth no sabía, claro, nunca lo sabría, que esa manera de hacer el amor fue la que su madre prefería con Eddie O'Hare.)
Permaneció en la cama, oyendo el ruido del lavabo cuando Scott arrojó el condón a la taza y tiró de la cadena. Después él regresó a la cama y se quedó dormido casi al instante. Ruth permaneció despierta, escuchando el sonsonete del lavavajillas. Estaba en el ciclo final de enjuague, y parecía como si dos copas de vino se restregaran una contra otra
Scott Saunders se había dormido con la mano izquierda sobre el seno derecho de Ruth. No era precisamente cómodo, pero ahora que el hombre estaba profundamente dormido y roncaba, su mano ya no le sujetaba el seno, sino que más bien era un peso muerto encima de ella, como la pata de un perro dormido
Ruth intentó recordar el resto del pasaje de George Eliot acerca del matrimonio. Ni siquiera sabía a qué novela del autor pertenecía la cita, aunque recordaba claramente que mucho tiempo atrás la había copiado en uno de sus diarios
Ahora, mientras cedía al sueño, se le ocurrió que seguramente Eddie O'Hare sabía a qué novela pertenecía aquel pasaje. Por lo menos eso le daría una excusa para telefonearle. (En realidad, de haber llamado a Eddie, éste le habría dicho que no conocía el pasaje. No era un admirador de George Eliot. Eddie habría llamado a su padre. Minty O'Hare, aunque ya estaba jubilado, sabría a qué novela de George Eliot correspondía el fragmento.)
"… de fortalecerse mutuamente en toda dura tarea…", susurró Ruth, recitando el pasaje de memoria. No temía despertar a Scott, que roncaba ruidosamente. Y las copas de vino seguían tintineando en el lavavajillas. Había pasado tanto tiempo desde que sonara el teléfono que Ruth tenía la sensación de que el mundo entero se había dormido. Quienquiera que hubiera llamado de una manera tan insistente, se había dado por vencido
"… apoyarse el uno en el otro en los momentos de aflicción…", había escrito George Eliot acerca del matrimonio. "Auxiliarse en el sufrimiento -recitó Ruth-, de entregarse como un solo ser a los silenciosos e inefables recuerdos en el momento de la última partida…" Eso le parecía a Ruth Cole una idea bastante buena, y finalmente se quedó dormida al lado de un hombre desconocido, cuya respiración era tan ruidosa como una banda de música
El teléfono sonó una docena de veces antes de que Ruth lo oyera. Scott Saunders se despertó cuando ella respondió a la llamada. Ruth notó que la pata sobre su seno revivía
– ¿Sí? -dijo Ruth, y al abrir los ojos tardó un instante en reconocer el reloj digital de su padre
También transcurrió un instante antes de que la pata que tenía sobre el pecho le recordara dónde estaba y en qué circunstancias… y por qué no había querido responder al teléfono
– Estaba muy preocupado -le dijo Allan Albright-. Te he llamado una y otra vez
– Ah, eres tú, Allan… -Eran las dos de la madrugada pasadas. El lavavajillas se había detenido, y la secadora mucho antes. La pata sobre su pecho se había convertido de nuevo en una mano y le sujetaba el seno con firmeza-. Estaba dormida -dijo Ruth
– ¡He llegado a temer que estuvieras muerta! -exclamó Allan.
– Me he peleado con mi padre y por eso no respondía al teléfono -le explicó Ruth
La mano le había soltado el pecho, y ella vio que esa misma mano pasaba por encima de ella y abría el cajón superior de la mesilla de noche. La mano eligió un preservativo, otro de color azul, y también sacó el tubo de gelatina
– He intentado llamar a tu amiga Hannah. ¿No iba a acompañarte? -le preguntó Allan-. Pero no salía más que la grabación del contestador automático… Ni siquiera sé si ha recibido mi mensaje
– No hables con Hannah -le dijo Ruth-. También me he peleado con ella
– Entonces, ¿estás ahí sola? -inquirió Allan.
– Sí, estoy sola -respondió Ruth
Intentó tenderse de costado con las piernas bien apretadas, pero Scott Saunders era fuerte y consiguió ponerla de rodillas. Había aplicado suficiente gelatina lubricante al preservativo, de modo que penetró en ella con una facilidad pasmosa. Por un momento la dejó sin respiración
– ¿Qué? -dijo Allan
– Me siento fatal -le dijo Ruth-. Ya te llamaré por la mañana.
– Podría reunirme contigo -le sugirió Allan
– ¡No! -exclamó Ruth, dirigiéndose tanto a Allan como a Scott
Apoyó su peso en los codos y la frente. Persistió en el intento de tenderse boca abajo, pero Scott le tiraba de las caderas con tanta fuerza que a ella le resultaba más cómodo permanecer de rodillas. Su cabeza golpeaba una y otra vez contra la cabecera de la cama. Quería despedirse de Allan, pero tenía la respiración entrecortada. Además, Scott la había desplazado tan adelante que no llegaba a la mesilla de noche para colgar el teléfono
– Te quiero -le dijo Allan-. Lo siento
– No, soy yo quien lo siente -logró decir Ruth antes de que Scott Saunders le quitara el teléfono y colgara
Entonces Scott le rodeó ambos senos con las manos, apretándoselos hasta hacerle daño, y copuló por detrás, como un perro, a la manera en que Eddie O'Hare había copulado con su madre
Afortunadamente, Ruth no se acordaba del episodio de la lámpara inadecuada con mucho detalle, pero su recuerdo bastaba para que no quisiera encontrarse nunca en la misma posición. Ahora lo estaba. Tenía que empujar hacia atrás contra Scott con todas sus fuerzas para evitar que su cabeza siguiera golpeando contra la cabecera de la cama
Había dormido sobre el costado derecho y tenía el hombro de ese lado dolorido tras el partido de squash, pero el hombro derecho no le dolía tanto como las embestidas de Scott Saunders. Había algo en esa postura que le hacía daño, no se trataba tan sólo del recuerdo de su madre. Y Scott le apretaba los senos con mucha más brusquedad de la que a ella le hubiera gustado