– ¿Puedes explicarme qué es lo que te pasa?-le preguntó él.
– Sólo he abierto la puerta para poder decirte cara a cara que no voy a salir contigo ni hoy, ni nunca.
Él frunció el ceño y, luego, volvió a sonreír.
– Has hablado con Roxy y Greg.
– ¡Claro que he hablado con Roxy y Greg! ¿Qué esperabas, poder seguir burlándote de mí eternamente?
– Jillian, yo no me he burlado de ti.
– No quiero oír nada de lo que tengas que decir-trató de cerrar la puerta otra vez, pero él, no sólo lo evitó, sino que entró en el apartamento.
– ¿Me vas a permitir que te dé una explicación?
– ¿Qué explicación puedes tener para haberme engañado?
– Al principio no pensé que importara quién fuera yo. No esperaba enamorarme de ti.
La clara confesión que acababa de hacerle le provocó a Jillian un escalofrío. ¿Nick Callahan la amaba? Entonces, ¿por qué la había engañado?
– Tu testaruda insistencia en que no podías quererme por ser un mero carpintero me molestaba. Eso implicaba que no eras capaz de amar simplemente al hombre que tenías delante. Me propuse lograr que admitieras que me querías a pesar de todo. Pensé que si finalmente te rendías ante la evidencia de tus sentimientos, aún en las circunstancias más adversas, sería una garantía de que lo nuestro funcionaría.
– ¿Eso es todo lo que tienes que decir?-le preguntó ella.
– No. Y no pienso irme de aquí hasta que todo esto quede aclarado.
– En lo que a mí respecta está todo más que claro.
– ¿Es que ya has resuelto todo este asunto en tu ordenador? ¿O, simplemente, no te atreves a enfrentarte a una situación que se escapa de tu control?
– Puedo confiar en mis números, pero no puedo confiar en ti.
– Jillian, tú sabes que eso no es cierto, por que te lo he demostrado-lentamente se aproximó a ella-. En cuanto al amor, amamos a quien amamos. Es imprevisible e incontrolable. ¿Crees que a mí me agrada haberme enamorado de una mujer que sólo me mide en función de las cualidades escritas en una estúpida lista?
Además, rompí con Claire poco tiempo atrás y lo último que quiero y necesito es otra mujer en mi vida. Pero ha ocurrido.
– Yo jamás te hice ninguna promesa.
– No, claro que no. Para ti no era más que un tipo ordinario que no podía aspirar a nada contigo. Daba igual lo que te hiciera sentir.
– ¿No te das cuenta de que no encajábamos juntos?
Él se aproximó aún más y le tomó la mano. Al sentir su calor, ella se estremeció.
– Yo lo único que veo es a una mujer que tiene miedo de sus sentimientos y que se escuda en su mundo lógico y ordenado. Pero el amor escapa a todo eso.
Ella respiró profundamente. ¿Cómo podían ser reales aquellos confusos sentimientos?
– Creo que deberías marcharte-murmuró Jillian-. Quiero que te vayas.
Nick la miró durante unos segundos, con una mezcla de emociones contradictorias dentro de sí.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. Jillian se sintió decepcionada.
Pero, instantes antes de salir, se volvió y la tomó en sus brazos. Posó un beso sobre sus labios cálidos. Jillian sintió que las piernas se le hacían gelatina y no pudo ordenar a su cuerpo que se apartara. Así que hizo lo único que estaba en su mano. Lo besó también.
Cuando la pasión remitió, él la miró directamente a los ojos.
– Ya he averiguado lo que necesitaba saber. Ahora, eres tú la que decide, Jillian.
Dicho aquello, Nick se dio media vuelta y se marchó.
Nick miró el reloj de la cocina, luego enjuagó la taza de café en el fregadero. Roxy había metido a los niños en la cama, antes de marcharse con Greg al cine.
La casa estaba en silencio. Se tumbó en el sofá.
Había llegado al lago días atrás, con intención de ayudar a Greg a terminar unos arreglos aunque, en realidad, primaba la esperanza de volver a ver a Jillian.
Roxy se había prestado a ayudarlo, invitando a su hermana a pasar un fin de semana festivo con ellos. Por supuesto, no había mencionado que Nick fuera a estar allí.
Por desgracia, ella había dicho que no podía.
Decepcionado, Nick había decidido disfrutar cuanto pudiera de sus pequeñas vacaciones.
Los niños se habían alegrado mucho de verlo y habían jugado con él hasta cansarse. También Greg había disfrutado de su amigo, dando vueltas por el lago montados en su motora.
Roxy, por su parte, le había contado con todo detalle los avatares de la vida de su hermana desde que Nick y ella se habían visto por última vez, tres semanas atrás.
Nick cerró los ojos y escuchó el sonido del ventilador que giraba en el techo.
Tenía que pensar en otro plan para lograr convencer a Jillian de que estaban hechos el uno para el otro.
Con la imagen de su musa en la mente, comenzó a soñar, no sabía si dormido o despierto. De pronto, un ruido en la puerta principal lo sobresaltó.
Miró al reloj. Aún faltaban dos o tres horas para que Greg y Roxy regresaran.
Se levantó del sofá y se acercó a las escaleras a escuchar a los niños. Pero otro sonido procedente del salón lo alarmó.
Se dirigió hacia allí de nuevo y vio una sombra moviéndose tras la ventana.
Se dirigió a la cocina, llamó a la policía y explicó su situación y lo que estaba sucediendo.
Una vez en el salón, agarró un bate de plástico. Pensó en encender la luz y alertar al intruso de su presencia. Pero, ¿y si tenía un arma?
En ese instante, vio una cabeza entrando por la ventana.
– Maldita sea. Esto es lo que me pasa por cambiar de idea demasiado tarde.
– Jillian-murmuró entre las sombras al reconocer su voz, sin alertarla de su presencia.
Ella entró como pudo por la ventana, cayendo de mala manera en el suelo. Luego, se levantó y se tropezó con un juguete.
Nick se aproximó rápidamente a ella y la sujetó en sus brazos.
– Podrías haber llamado al timbre.
Jillian pegó un grito y lanzó los brazos al aire, golpeándolo en la nariz. Él notó un chorro de sangre deslizándose por su boca.
– ¡Jillian, o te matas tú o acabas matándome a mí!
– ¡Estás sangrando!-gritó ella. Jillian se apresuró a su lado y trató de limpiar la hemorragia con una esquina de su chaqueta.
El la apartó suavemente.
– Estoy bien-le dijo, echando la cabeza hacia atrás-. ¿Qué demonios estás haciendo aquí?
– Me han invitado-dijo Nick.
Jillian frunció el ceño.
– A mí también.
– Pues generalmente los invitados entran por la puerta.
– Pensé que estaban todos durmiendo y no quería despertar a los chicos-dijo Jillian-. ¿Tú sabías que vendría?
– Sabía que estabas invitada, pero me dijeron que no podrías… ¡Maldición!-corrió a la cocina y marcó el teléfono de la policía para cancelar el aviso, pero, antes de que la operadora pudiera hacer nada, oyeron las sirenas aproximándose a la casa.
– ¿Has llamado a la policía?
– Pensé que eras un ladrón.
– ¡No me lo puedo creer! Cada vez que vengo aquí ocurre alguna catástrofe.
Nick se encaminó hacia la puerta y, tras explicarles a los agentes lo sucedido, éstos volvieron por donde habían venido.
Jillian esperó a que ellos se alejaran para encaminarse a su coche.
– ¿A dónde vas?
– De vuelta a mi casa. No voy a quedarme aquí… contigo.
– Jillian, no seas tonta. Es muy tarde. No puedes conducir hasta allí.
– ¿Qué esperas, poder reírte un poco más a mi costa?
– Jillian, por favor, no seas así. Dame una tregua. Me alegro mucho de verte. Lo mejor sería que te quedaras, durmieras y mañana por la mañana te levantaras pronto para que pudiéramos hablar.
Ella lo miró sin responder durante un rato, hasta que, finalmente, asintió.
– De acuerdo. La verdad es que estoy cansada.
Nick le agarró la bolsa y la condujo a casa.