Ella había olvidado lo que era tener una familia. Caroline tenía planes grandiosos para su nuevo cargo, y durante la primera semana Henry había visitado a la modista, el sombrerero, a la modista, la librería, a la modista, la tienda donde se venden guantes, y, por supuesto, a la modista. Más de una vez, Caroline había negado con la cabeza y había declarado que nunca había visto a una señorita que necesitara tantas prendas de vestir a la vez.
Lo cuál era cierto, Henry pensó con agonía, estaban en la tienda de la costurera por séptima vez en una semana. La primeras dos visitas la habían excitado, pero ahora era agobiante.
– La mayoría de nosotros, -decía Caroline palmeándole la mano-, intenta hacer esto con tiempo. Pero contigo, esa no es una opción.
Henry sonrió timidamente en respuesta mientras Madame Lambert le clavaba otro alfiler.
– Oh, Henry, -Belle se rió-. Has el intento de no verte tan adolorida".
Henry negó con la cabeza.
– Creo que me sacó sangre esta vez.
La costurera contuvo su indignación por Caroline, la Condesa era muy estimada. Ella escondió su sonrisa detrás de su mano. Cuando Henry entró en la trastienda para cambiarse, miro a su hija y susurró,
– Pienso que me gusta mucho esta chica.
– Sí, a mí también, -Belle contestó firmemente-. Y pienso que a Dunford también le gusta mucho.
– ¿Quieres decir que está interesado en ella?
Belle asintió con la cabeza.
– No sé si él lo sabe aún. Si lo hace, ciertamente no quiere admitirlo.
Caroline frunció la boca.
– Ya ha pasado algo de tiempo, ese joven necesita asentarse.
– Tengo mil libras apostadas a eso.
– ¡Apostaste!
– Lo hice. Aposté hace varios meses a que él estaría casado dentro de un año.
– Bien, indisputablemente tendremos que hacer a nuestra querida Henrietta florecer en una auténtica diosa. -Los ojos azules de Caroline se agrandaron con travesura por hacer de casamentera-. No querría que mi única hija pierda tal cantidad de dinero.
Al día siguiente Henry desayunaba con el conde y la condesa cuando Belle pasó de visita con su marido, Lord Blackwood. John era un hombre bien parecido con ojos marrones brillantes y el pelo grueso, oscuro. También, Henry se fijó con sorpresa, cojeaba.
– Así que esta es la dama que ha tenido a mi mujer tan ocupada toda la semana pasada, -dijo graciosamente, cogiendo y besando su mano.
Henry se sonrojó, no acostumbrada a ese gesto cortés.
– Prometo que la puede tener de regreso pronto. Estoy casi a punto de debutar, he hecho grandes progresos en mi formación gracias a ella.
John reprimió una risa.
– Oh, ¿y qué has aprendido?
– Cosas muy importantes, Su Señoría. Por ejemplo, si subo la escalera, debo seguir a un caballero, pero si bajo, él me debe seguir.
– " ¿te reconforto,?" -dijo él con una cara asombrosamente seria-, ese conocimiento es muy útil.
– Por supuesto. Y con horror por lo he hecho incorrectamente todos estos años y no lo sabía.
John logró permanecer con su expresión impasible por un momento más.
– ¿Y cuándo actuabas incorrectamente, cuando subías o bajabas?
– Oh, cuando subía, seguro. Verás, -ella dijo, inclinándose hacia adelante conspirativamente-, soy muy impaciente, y no espero a un caballero si quiero ir arriba.
John se echo a reír fuertemente.
– Belle, Caroline, pienso que tienen un éxito en sus manos.
Henry se dio la vuelta y le dio un codazo a Belle.
– ¿Notaste que bien me desenvolví? Creo que me puedo acostumbrar a tratar más fácilmente con las personas. No fue fácil, ¿sabes? Y creo que puedo empezar a flirtear. Estoy tan apenada de tener que utilizar a tu marido, pero es él único caballero que hay aquí.
Hubo uno ruidoso “mmm” proveniente de la cabecera de la mesa. Henry sonrió inocentemente cuando sus ojos se posaron en la cara del padre de Belle.
– Oh, perdóneme, Lord Worth, pero no puedo coquetear con usted. Lady Worth me mataría.
– ¿Y yo no lo haría? -Belle preguntó, con sus ojos azules brillando alegres por la risa.
– Oh, no, tienes demasiado buen corazón.
– ¿Y yo no? -bromeó Caroline.
Henry abrió la boca, y la cerró, la abrió otra vez para decir,
– Creo que me he metido en un pequeño aprieto.
– ¿Y qué aprieto es ese?
El corazón de Henry dio un salto dolorosamente familiar al oír la voz. Dunford que estaba en el portal, se veía impresionantemente apuesto, llevaba pantalones color de ante y una chaqueta verde de la botella.
– Pensé en hacerles una visita y averiguar sobre el progreso de Henry, -dijo.
– Está desempeñándose excelentemente, -Caroline contestó-. Y nos da mucho gusto tenerla. No me he reído así en años.
Henry sonrió descaradamente.
– Soy sumamente divertida.
John y el conde tosieron, ambos probablemente para cubrir sus sonrisas.
Dunford, sin embargo, no se molestó en esconder la suya.
– También me preguntaba si te gustaría dar un paseo esta tarde.
Los ojos de Henry se iluminaron.
– Oh, me gustaría eso sobre todo. -Entonces echó a perder el efecto dándole un codazo a Belle otra vez y diciendo-: ¿Oíste eso? Logré acostumbrarme a decir ”sobre todo”. Es una frase absurda, de seguro, pero pienso que finalmente comienzo a sonar como a un debutante. -Nadie pudo esconder su sonrisa esta vez.
– Excelente, -Dunford contestó-. Vendré por ti a las dos. -Asintió con la cabeza para despedirse del conde y la condesa, y se fue.
– Yo también voy a irme ahora, -dijo John-. Tengo mucho que hacer esta mañana. -Besó en la frente a su esposa y siguió a Dunford a la puerta principal.
Belle y Henry se excusaron y se retiraron a la sala de estar, donde podían hablar sobre títulos y reglas hasta el almuerzo. Henry no estaba muy excitada por volver a estudiar.
– ¿Qué te pareció mi marido? -le preguntó Belle una vez que estaban sentadas.
– Es muy apuesto, Belle. Obviamente es un hombre de gran bondad e integridad. Lo pude ver en sus ojos. Tienes mucha suerte por tenerle.
Belle sonrió y aún se sonrojó más cuando dijo.
– Lo sé.
Henry le dirigió una pequeña sonrisa.
– Es realmente guapo, también. Y a pesar de cojea camina con mucha decisión.
– Siempre lo he pensado así. Él solía ser terriblemente falto de naturalidad acerca de eso, pero ahora tengo la idea que él apenas lo nota ".
– ¿Se hirió en la guerra?
Belle asintió con la cabeza, sombría.
– Sí. Tuvo suerte de conservar su pierna después de todo.
Ambas guardaron silencioso por un momento, y Henry repentinamente dijo,
– Me recuerda un poquito a Dunford.
– ¿Dunford? -Belle parpadeó con sorpresa-. ¿De verdad? ¿Piensas eso?
– Absolutamente. El mismo color de pelo castaño y los ojos, aunque quizá el pelo de Dunford es un poco más grueso. Y pienso que sus hombros son un poco más anchos.
– ¿Realmente? -Belle se inclinó hacia adelante interesada.
– Mmmm. Y es muy guapo, por supuesto.
– ¿Dunford? ¿O mi marido?
– Ambos, -Henry dijo rápidamente-. Pero… -Sus palabras salieron casi de su boca, pero se percató que sería imperdonablemente rudo señalar que Dunford era obviamente el más bien parecido de lo dos.
Belle, por supuesto, sabía que su marido obviamente era el más gallardo de los dos, pero nada en absoluto la habría complacido más que oír a Henry disentir. Sonrió y murmuró suave sutilmente alentando a Henry a continuar hablando.
– Y… Henry -Belle agregó, completamente complacida" es simplemente fabuloso tener un marido que se despide con un beso. Aún cuando la nobleza no lo considera primordial.